La beata María Troncatti (1883-1969), enfermera misionera de las Hijas de María Auxiliadora, será proclamada santa debido a un milagro asombroso en el que la Iglesia ha constatado su intervención, y el Papa lo ha confirmado con su firma el 25 de noviembre de 2024.
El milagro sucedió en 2015, y ya en 2017 religiosas de esa congregación lo difundían desde Sucúa, Ecuador. Todo empezó con un terrible accidente.
En la misión shuar, los jíbaros que reducían cabezas
En la mañana del 2 de febrero de 2015, a las diez de la mañana, Juwa Bosco, agricultor y carpintero, con dos ayudantes y su hijo Romel, trabajaba en su bodega de Nuncui-Nunka, en la zona selvática de Ecuador, el territorio de misión que atienden hoy, como hace décadas, las hijas de María Auxiliadora.
Juwa Bosco pertenecía a la etnia shuar, que los españoles llamaron jíbaros, famosos por cortar antaño las cabezas de sus enemigos y reducirlas. Hay unas cien mil personas de esta etnia, y la mitad aún habla la lengua shuar. Es quizá expresivo que este milagro implique una herida en la cabeza.
Juwa Bosco trabajaba la madera con una esmeriladora de piedra. Sus compañeros se alejaron unos momentos a buscar aguda. En ese momento, la máquina se rompió y un gran pedazo de piedra de la máquina amoladora golpeó la cabeza de Juwa Bosco.
Rompió el cráneo, la masa encefálica quedó a la vista, y afectó una cuarta parte del cerebro.
Devoción popular entre los shuar de Ecuador por la misionera enfermera María Troncatti en 2012 con motivo de su beatificación.
Huesos del cráneo en un pañuelo
Cuando Romel regresó encontró a su padre inconsciente y rodeado de sangre. Le envolvió la cabeza con una tela, recogió en un pañuelo los huesos despedazados y corrió al centro de las misioneras para pedir ayuda. Había bastante gente allí porque traían a los niños a hacer exámenes y les ayudaron. Pusieron al herido en una camilla y lo llevaron unos 2 kilómetros a la pista de aterrizaje de Yasnuka.
Allí llegó la ambulancia aérea, una avioneta, llamada desde Macas, con un médico a bordo. Cabe aquí recordar que la misma beata María Troncatti era una de esas enfermeras que acudía a los sitios selváticos en avioneta, y que de hecho murió en 1969 al estrellarse su avioneta.
Llevaron a Juwa Bosco al Hospital General de Macas, a media hora de vuelo. Allí los médicos, viendo que estaba muy grave, lo enviaron a un hospital más grande y equipado, el Hospital Regional de Ambato, donde llegó a las 17:30. "Lesión cerebral abierta con exposición de tejido cerebral, en escala Glasgow 6T de 15", declaró el cirujano, constatando que podía morir (en la escala Glasgow, cuanto más bajo, peor). De inmediato, los cirujanos se volcaron en una operación de cirugía que duró cuatro horas.
Casi paralizado, sin poder hablar
Pasó en cuidados intensivos 9 días en coma. Después, Juwa Bosco despertó. Primero lo veía todo rojo, y no reconocía a nadie ni podía hablar. Poco a poco comenzó a reconocer a las personas, pero con dificultades. El 19 de febrero de 2015 dejó el Hospital de Ambato, gravemente afectado: estaba paralizado, no podía levantarse, no podía apenas moverse y no podía hablar.
Su esposa Natalina y su hermana, Leticia, constataron que los médicos ya no podían hacer nada más. Alquilaron un apartamento en Macas, y con la ayuda de otras personas se volcaron en cuidarlo. Sólo se apoyaban ya en la fe, la esperanza y el cuidado basado en conocimientos sencillos de medicina. Juwa estuvo 8 meses en Macas.
En ese tiempo le visitaron amigos, parientes, el párroco, las religiosas... y todos decidieron confiar su causa a la intercesión celestial de la beata María Troncatti. Ella había sido enfermera y misionera, había vivido 40 años con los shuar y los había cuidado. En 2002, su intercesión había curado a una mujer ecuatoriana a las puertas de la muerte, así lo constató la Iglesia y así fue beatificada en 2012. Muchos amigos de Juwa habían estado en su beatificación 3 años antes.
Desde que supieron del accidente en Tutinensa (Tuutin Entza), lugar de origen de Juwa Bosco, las religiosas (profesoras allí) y su cuñada, Cecilia Ushap, habían orado a la beata María Troncatti.
Había gente que les decía que no tenía sentido rezar por el herido, que podía pasar el resto de su vida inválido o en estado vegetativo. Otros comentaban que los cuidados eran caros. Alguno sugería que era mejor morir. Solo recibió cuidados básicos, ninguna intervención de rehabilitación.
En Macas, Leticia puso en la puerta del dormitorio un gran cuadro de la beata misionera, de forma que el herido pudiera verlo.
En sueños, la beata misionera le habló y tocó
En esos días, en la noche entre finales de marzo y principios de abril de 2015, Juwa soñó con la hermana Maria Troncatti. Y describió su sueño con lujo de detalles.
En su sueño, dijo, la religiosa, vestida de blanco, le aseguró que se recuperaría. De hecho, ella le prometió que a la mañana siguiente hablaría y caminaría.
Después, ella le preguntó dónde le dolía. En el sueño, la monja, que había recorrido la selva con todo tipo de soluciones, le puso un ungüento en el cuello y en la pierna izquierda. Luego le preguntó: "¿Por qué no habla?" Y le dio un golpecito en la boca, asegurándole otra vez que al día siguiente hablaría y caminaría.
Después, como buscando una solución técnica, ¡preguntó al enfermo si tenía un caparazón de tortuga! En la selva sirven para muchas cosas, pero ella lo quería para tapar el agujero en el lado derecho del cráneo, donde faltaba el hueso craneal, una zona de 12 cm de diámetro y 5 cm de profundidad. Juwa le respondió que no tenía caparazón de tortuga.
Después, la religiosa le preguntó por un cuadro con la imagen de ella, que el herido tenía en su casa, pero doblado y colocado en un cartón. Le invitó a colocarlo delante de su cama. Tras darle estas instrucciones, la religiosa del sueño se despidió.
María Troncatti, con gafas, sostiene la cabeza de una paciente en una operación odontológica en los años 60.
A la mañana siguiente
La recuperación fue instantánea: esa mañana, al despertar, Juwa inmediatamente sintió que estaba curado. Ya no le dolía la pierna. Pidió a su esposa, con señas, que lo ayudara a caminar, primero con muletas, muy pronto sin ellas. También empezó a hablar, a decir palabras, ese mismo día.
Cuatro días después, el 5 de abril de 2015, con la ayuda de su cuñado, fue a la Catedral de la Purísima en Macas. Volvió el 6 de julio de 2015, él solo, para participar en la Eucaristía.
El médico que lo operó, cuando vio su recuperación, se mostró completamente desconcertado. "Tengo a un muerto resucitado frente a mí", dijo. Lo volvió a ver en 2017, estaba perfectamente curado. Caminaba, hablaba, movía bien el brazo y trabajaba.
"Lo hemos visto y podemos decir que de verdad Dios es grande y se toma cuidado de los pequeños que confían en Él", escribían doña Fanny Tones y sor Gladys Ruiz en su testimonio de 2017, publicado en 2018 en “Il Cielo risponde” (n. 42).
De enfermera en la Guerra Mundial a misionera en la selva
La canonización de María Troncatti ha llenado de alegría a los católicos de todo Ecuador, a la Familia Salesiana, al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, a la diócesis italiana de Brescia (donde nació la misionera) y al Vicariato Apostólico de Méndez (Ecuador), donde vivió las misiones.
Troncatti entró en las Hijas de María Auxiliadora en 1908 y durante la Primera Guerra Mundial trabajó como enfermera de la Cruz Roja en hospitales militares. Sobrevivió a unas inundaciones en las que pensó que podía morir y prometió irse a misiones: llegó a Ecuador con unos 40 años, ya en 1922.
Como misionera enfermera fundó dispensarios y hospitales en la selva, entrenó a más enfermeras y parteras y defendió la dignidad de las mujeres fundando familias cristianas, en una cultura indígena donde la mujer era vista como una propiedad. También educó en la cultura cristiana de la paz y el perdón a los shuar, que tradicionalmente eran violentos y muy vengativos.
María Troncatti, hacia los años 30, en la misión shuar con una muchacha indígena.
Murió en accidente aéreo en 1969, en un bimotor que despegaba de Sucúa hacia Cuenca (Ecuador). Hubo un fallo en el motor y el piloto intentó un aterrizaje forzoso, pero la avioneta se partió en dos. Sólo murió la misionera, pero hubo otros cinco heridos. Tenía 86 años al morir, y llevaba 45 en el Amazonas.
Pierluigi Cameroni, postulador general de su causa, señala que "la canonización de María Troncatti es un signo de esperanza por su fuerte testimonio de transmisión de vida y fe a las nuevas generaciones y a los pueblos indígenas de la selva amazónica, que se convirtió en su patria del corazón. Fue una mujer de reconciliación y de paz con el don de una maternidad que tocaba los corazones".