El obispo del Vicariato de Puyo, el español Rafael Cob, explica lo que hace en sus visitas pastorales en la selva.
»Poco a poco, nuestro proyecto pastoral del Vicariato se va abriendo paso en la ciudad, en lo rural y hasta el interior de la selva. El espíritu misionero nos impulsa a visitar a nuestros hermanos, también a los más lejanos, para animar y fortalecer la fe tanto de los católicos que allá viven como de misioneros que les guían y acompañan.
»Por ello un año más, empezando la semana, volamos hasta Pakayacu en nuestras visitas pastorales. En esta ocasión acompañado del padre Jesús Castejón, sacerdote madrileño que ha llegado hace unos meses a nuestro vicariato, aterrizábamos en la pequeña pista de tierra de Pakayacu.
»Allí nos esperaban la hermana María Bartol, la misionera más veterana de nuestro Vicariato, pero con un gran espíritu misionero envidiable, acabando de cumplir 78 años de vida, con encomiable entrega generosa por los más pobres que viven en esta selva.
»Es como la madre que acoge, aconseja y mira por la comunidad en especial por los más débiles, los niños y ancianos, con su comedor para ancianos, su guardería de niños y buscando cómo dar una comida al día a los 400 alumnos de la escuela que llegan cada mañana sin nada en su estómago, o quizá un pilche de chicha si es que les dieron en casa.
»Aguantar toda la jornada escolar así, día tras día, en verdad que es difícil, y así tener que aprender o escuchar lo que los maestros les puedan enseñar.
»Visitamos también las últimas aulas que los padres de familia y maestros habían construido, porque por el número elevado de alumnos no tenían dónde dar la clase. Aulas cuyo piso es la tierra, las paredes de guadua o chonta (cañas) y el techo de paja o zinc.
»Verdaderamente la revolución ciudadana que el gobierno predica no ha llegado allá. Nos encontramos en una de estas aulas al amigo Sandro, antiguo alumno de nuestro seminario. Nos dio mucha alegría verle como maestro enseñando a su gente.
»Y nosotros seguimos con la revolución de Jesús fortaleciendo la fe y la esperanza de estos pueblos desde el espíritu que Dios pone en nuestro corazón. El primer día de visita tuvimos en la tarde las confesiones y los bautismos. 18 nuevos cristianos católicos recibieron la nueva vida en el espíritu. Después de la ceremonia visitamos algunas familias de los bautizados.
»También cabe destacar que el templo ha sido remodelado, con tejado nuevo, paredes y ventanas, por lo cual felicitamos a todos los que han colaborado para hacer realidad esta obra.
»El segundo día de nuestra visita, celebramos 44 primeras comuniones y 13 confirmaciones, gran fiesta por el gran número de familias cuyos hijos recibían sacramentos, así que los tambores y la música no pararon hasta las 4 de la mañana.
»Llegamos al tercer día de nuestra gira, en la que celebramos el sacramento del matrimonio de dos parejas, que pidieron la bendición de Dios, algo no tan usual en estas comunidades. Hilario Alfredo Aranda con Livia Jacqueline Varela Ushihua y Ulvio Fabricio Tapuy con Paulina Marcelina Yasacama.
»Es la ceremonia que más expectación tiene para la gente del lugar, pues toda la boda tiene también su minuciosa ceremonia, desde vestir a la novia en sus casas con sus vestimentas típicas para este acontecimiento hasta llegar a la Iglesia acompañados del novio y la comitiva que al ritmo de los tambores y los pífanos.
»Por el camino, dentro de la liturgia no faltarán los mullos (pulseras de cuentas) que se pondrán a los novios con los signos de la unidad, tampoco faltará la camachina, que harán los padrinos o compadres a los novios, dándoles dentro de la ceremonia, los consejos oportunos.
El obispo Cob con otro de los medios para llegar a las selvas, en este caso en la zona de Sarayacu: la canoa y el río
»Después regresaran a sus casas para el almuerzo y volverán a bajar de nuevo a la plaza, acompañados de los invitados y los tambores para iniciar el gran baile con el pueblo no sin antes entregar la ofrenda al sacerdote: la novia, una mocagua, llena de maní y huevos, y el novio, el mejor gallo del corral. Los invitados traen un palo de leña y amarrado a él un plátano verde.
»Comenzará el baile que es todo un espectáculo, las mujeres al ritmo del tambor con el movimiento de su cabellera, y la gran melena de su pelo se moverá junto con su cuerpo tratando de arrinconar al que toca el tambor.
»Terminado el baile entrarán a la capilla para rezar un avemaría a la Virgen y encender una vela, así de nuevo continuar la fiesta en sus casas al son de la música y la chichada hasta la madrugada”.