Nyzelle Juliana Dondé dirige en Honduras la Pastoral de Movilidad Humana, la delegación de atención de migrantes de la Conferencia Episcopal del país. De origen brasileño, Nyzelle posee una larga trayectoria en la atención y cuidado de los migrantes en amplias zonas de Centroamérica, desde México hasta Panamá y Honduras.
Durante 2020, este servicio atendió a más de 40.000 migrantes. Los recientes huracanes que han asolado Honduras, la crisis del Covid y la inseguridad en el país hacen pensar a la misionera que serán más en el 2021.
Luchando contra "la bestia"
Nyzelle, religiosa escalabriniana, sirvió antes en México a los migrantes heridos por "la Bestia", también conocida como “el devorainmigrantes”. Es un tren de mercancías que recorre México hasta la frontera con Estados Unidos. Lo usan miles de migrantes ilegales que tienen sus esperanzas puestas en llegar a la frontera con el país Norteamericano.
“Al intentar subir o bajar del tren en marcha, incluso al quedarse dormidos durante el trayecto, es frecuente que los migrantes concluyan su viaje con alguna discapacidad o amputación” explica Nyzelle.
“Una vez en el tren, no son pocos los casos de robos, agresiones o ataques violentos de grupos criminales infiltrados, quienes los tiran del tren si se niegan a pagar `la cuota´”, se lamenta. Según CONAMIREDIS (La Comisión Nacional de Apoyo a Migrantes Retornados con Discapacidad), centenares de migrantes Hondureños regresan frecuentemente a Honduras con discapacidad o miembros amputados debido a “La Bestia”.
"Soy Su instrumento para ayudar"
Desde 2020 sirve en Honduras. Su misión es “acompañar a nuestros migrantes, apoyarlos, ofrecerles palabras de consuelo y fe y la seguridad de que Dios está con ellos”, afirma en Global Sisters Report: “A pesar de las dificultades que enfrentamos personalmente o como sociedad, son una confirmación de que Dios me quiere en este lugar, y de que soy Su instrumento para ayudar a estas personas”.
“Al comienzo del coronavirus, el ministerio lanzó una campaña, Manos en solidaridad, y recibimos muchas donaciones de alimentos y ropa para los migrantes deportados”, explica Nyzelle. “Esto creó una cadena de solidaridad increíblemente fuerte”. Los confinamientos, al paralizar los viajes, permitieron reorganizarse a la Pastoral de Movilidad Humana.
Dos huracanes devastadores
Pero la tranquilidad no duró. “La pandemia ni siquiera había terminado antes de que nos azotara el huracán Eta”, y después, el Iota. “Los huracanes han devastado a gran parte de nuestro personal, así que estamos pidiendo donaciones en efectivo para apoyar a quienes lo han perdido prácticamente todo” explica.
Actualmente, la migración es de nuevo una amenaza: “Es probable que quienes se quedaron sin nada después de los huracanes prueben suerte en la ruta migratoria”, lamenta.
Algunos regresan forzosamente a un país en el que no les queda nada. “No solo experimentan traumas horribles, sino que además necesitan restablecerse, descubrir sus medios de vida y cómo ayudarán a sus familias”, explica.
En Honduras, entre 3.000 y 4.000 personas mueren por violencia cada año. Por ello, la Hermana Nyzelle dedica especial atención a los desplazados internos, mayoritariamente “los que han sido amenazados o atacados y están en peligro o necesitan ser reubicados fuera del país o en una región más segura”.
Algunos miembros de su equipo la inspiran: "Hermana, no se preocupe por el sueldo de mi mes; póngalo en manos de quienes lo necesitan", le dicen. "Este tipo de gesto me conmueve profundamente, porque hay mucha empatía y compasión en cada persona, y eso ayuda mucho a los migrantes”, explica la misionera. “Veo el rostro de Dios en todos aquellos motivados a ayudar al prójimo”.
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