El obispo de Jinataga, Carlos Enrique Herrera Gutiérrez, se ha convertido en el cuarto expulsado de Nicaragua por el régimen comunista de Daniel Ortega. El miércoles 13 de noviembre fue desterrado a Guatemala, noticia que se dio a conocer este jueves. 

El obispo ha sido acogido por los franciscanos guatemaltecos, pues él pertenece también a esa orden. Monseñor Herrera es además presidente de la conferencia episcopal nicaragüense.

Descabezamiento sistemático de la Iglesia

Se suma así al obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, quien tuvo que exiliarse en Estados Unidos tras ser amenazado de muerte; al obispo de Matagalpa, Rolando José Álvarez, quien tras ser detenido y estar durante meses en paradero desconocido fue expulsado y vive actualmente en Roma; y al obispo de Siuna, Isidoro del Carmen Mora, desterrado junto a Álvarez por pedir oraciones por él.

En Nicaragua hay solo una decena de diócesis, lo que acerca al 40% la 'limpieza' de obispos que están haciendo Ortega y su esposa y vicepresidente, Rosario Murillo, para descabezar a la Iglesia católica, convertida en el principal baluarte de resistencia en defensa de la libertad de los nicaragüeses.

El sacrilegio de Centeno, matón reconocido

El motivo aducido por el régimen sandinista para expulsar a Guatemala a monseñor Herrera son las protestas del prelado por el acto, que calificó de "sacrílego", llevado a cabo por las autoridades locales el pasado domingo 10 de noviembre. Ese día boicotearon la misa que se celebraba en la catedral de San Juan Bautista de Jinotega poniendo música a todo volumen para imposibilitar el desarrollo normal de la eucaristía, y promoviendo actividades ruidosas en los alrededores.

Momento en el que el obispo Herrera denuncia el "sacrilegio" que supone violar el normal desenvolvimiento del culto a Dios.

"Es un sacrilegio lo que están haciendo el alcalde y todas las autoridades municipales”, advirtió el obispo durante la homilía: "Estamos rezándole a Dios, pidamos perdón a Dios por ellos y por nosotros, por aquellos que no respetan el culto".

No era la primera vez que las autoridades, con el alcalde sandinista Leónidas Centeno al mando, 'contraprogramaban' la misa para perturbar la liturgia dominical en el templo. De hecho, es una práctica habitual de la dictadura estorbar y estropear el ejercicio de los actos religiosos, como forma de coacción y también de señalamiento público de los fieles, y a modo de provocación para suscitar reacciones que le sirvan de excusa para incrementar la represión.

De hecho, Centeno ha sido denunciado por organismos internacionales como responsable de crímenes de lesa humanidad por coordinar grupos de sicarios y matones en moto para la represión de las protestas de 2018.

Prohibición de la unción de enfermos

Desde esa fecha, doscientos religiosos y religiosas han sido expulsados, además de medio centenar de sacerdotes y los obispos citados. En este periodo la Iglesia católica ha sido objeto de 879 ataques por parte del gobierno nicaragüense, quien ha prohibido además 9.688 eventos, entre ellos miles de procesiones religiosas.

Como último ejemplo del odio a la fe que inspira al régimen de Ortega, recientemente se ha ordenado que se impida a los sacerdotes dar la extremaunción a los enfermos en los centros sanitarios.