El hasta ahora obispo de Les Cayes y presidente de la Conferencia Episcopal Haitiana (CEH), sufrió al ver cómo miles de personas tras el terremoto salían de la capital y llegaban a las diócesis en busca de todo tipo de ayuda, incluso que les acogieran, sin estar preparadas para ello.
El nombramiento de Langlois se produce el mismo día en que se conmemoran cuatro años del terremoto que arrojó una cifra de unos 300.000 fallecidos y 1,5 millones de damnificados.
Es uno de los siete nuevos cardenales originarios de América en el primer Consistorio del papa Francisco y el primer haitiano que recibirá el birrete colorado en el Vaticano, fiesta de la Cátedra de San Pedro.
Langlois es la cabeza joven de la Iglesia haitiana y fue uno de los promotores del diálogo ante las frecuentes protestas de los últimos meses impulsadas por los detractores del presidente Michel Martelly, ejerciendo de mediador en la crisis haitiana y entre el máximo dirigente de Haití, la oposición y el Parlamento.
El nuevo cardenal nació el 29 de noviembre de 1958, en la Vallee de Jacmel, en el sureste de Haití.
En 1985, se incorporó al gran seminario de Notre Dame de Puerto Príncipe y fue ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1991.
El 8 de abril de 2004 cuando Juan Pablo II lo nombró obispo de Fort-Liberté, donde permaneció siete años.
Desde el 15 de agosto de 2011, ocupa el mismo lugar en Les Cayes por decisión del papa Benedicto XVI.
Con el título de obispo de Les Cayes se convirtió en presidente de la CEH, el 15 de diciembre de 2011, sucediendo al arzobispo metropolitano de Cabo-Haitiano, monseñor Louis Kébreau.
Una muestra del compromiso de Langlois viene reflejado en el mensaje de Navidad que el pasado 9 de diciembre difundió la Conferencia Episcopal de Haití.
En dicho mensaje, la CEH que preside el nuevo cardenal aseguraba que al igual que Jesús, muchas familias haitianas "siguen huyendo, afrontando el peligro de su vida y atravesando fronteras y enfrentándose a la humillación, el rechazo, la exclusión y la negación de sus derechos más elementales".
"En su expatriación, en búsqueda del bienestar, encuentran el maltrato, la xenofobia e, incluso, la muerte", según el texto difundido en navidad por la CEH.
A su vez, la CEH se preguntó "¿quién puede comprender el "drama de este pueblo crucificado en su historia?" y quién debe "realmente ayudarle a encontrar un futuro mejor?".
La autoridad religiosa haitiana respondió que deben ser los dirigentes, los responsables religiosos, los líderes de los partidos, intelectuales, los profesionales, empresarios, los agricultores y asalariados, entre otros.
En definitiva, "los hombres y mujeres del pueblo saben que el país necesita de ellos para comprometerse conjuntamente en el camino de la reconstrucción a través de la reconciliación".
A su vez, la CEH aseguraba que al día de hoy "seguimos generando entre nosotros situaciones de desconfianza y de exclusión que paralizan nuestro presente, amenazan nuestro futuro y alienan nuestras relaciones con Dios, con nosotros mismos, con el prójimo y con nuestro entorno".
Entre éstas situaciones citan las luchas por el poder, la falta de respeto hacia las normas y hacia las leyes, la degradación moral y la delincuencia, así como "una intolerancia creciente hasta el punto de despreciar al otro y la polarización política, corrupción y desorden administrativo".