Los fieles impidieron que llegasen al altar y contuvieron y expulsaron a algunos de ellos, junto con la seguridad del templo, y varios fueron detenidos fuera del templo por los carabineros. Destaca el carácter satánico de algunas de las pintadas con las que mancillaron los objetos y lugares sagrados.
El asalto se produjo tras una manifestación bajo el lema Yo aborto el 25 de julio, en la que participaron unas tres mil personas, y que no transcurrió sin que faltaran las provocaciones de mujeres semidesnudas o las pancartas con siluetas de fetos sobre un fondo de sangre, caricaturizando al no nacido como un skinhead.
Al entrar en el templo, cuenta HazteOir, los asaltantes arremetieron contra el mobiliario del templo sacando los bancos a la calle con la intención de quemarlos, destruyendo un confesionario, y realizando diversas pintadas por el interior del lugar de culto, entre otros daños, como arrojando basura por el templo o rayando los muros del templo para llenarlos con consignas en favor del aborto libre, blasfemias contra Dios y la Virgen y consigas ofensivas y de odio contra los católicos o llenando de espray el altar del Arcángel San Miguel.