Brasil sigue siendo el país con el más elevado número de católicos: 123 millones de creyentes. Pero si medio siglo atrás los católicos estaban casi próximos a coincidir con la totalidad de la población, en las décadas posteriores el decrecimiento porcentual ha sido más que nítido: del 92% de los brasileños en 1970 al 65% en el 2010. Es decir, en 40 años la Iglesia ha perdido al 27 por ciento de los fieles.
Por el contrario, han crecido sensiblemente, en el mismo lapso temporal, los protestantes, del 5 al 22%. En cifras absolutas, mientras los católicos están detenidos desde hace 20 años en un poco más de 120 millones de fieles, a pesar del aumento de la población, los protestantes están aumentando hasta ahora. De 26 millones que eran en el 2000 han subido a 42 millones en el 2010.
Por protestantes se entienden no tanto las Iglesias luteranas, calvinistas, metodistas, es decir, las del tronco “histórico”, que constituyen menos de un quinto del total, sino principalmente las pentecostales y evangélicas, algunas de las cuales – como la Iglesia universal del Reino de Dios y la Iglesia pentecostal Dios es Amor – nacieron en Brasil mismo.
En las últimas décadas han crecido también los seguidores de otras religiones, en particular las afro-brasileñas del Candomblé y de la Umbanda. De 6 millones que eran en el 2000 han llegado en 10 años a ser 10 millones.
Y han crecido también los no afiliados a ninguna religión, entre ellos los agnósticos y los ateos. En 1970 eran menos de un millón, en el 2010 llegaron a 15 millones.
El conjunto de estos cambios afecta en forma bastante similar tanto a hombres como a mujeres, tanto a los instruidos como a los menos instruidos. Está más marcado en las franjas de la población menores de 50 años. Pero sobre todo incide mucho más en las ciudades que en las zonas rurales.
Mientras que en las áreas rurales el catolicismo sigue siendo abrazado por el 78% de la población, sólo llega al 62% en las ciudades, donde más se cosechan conversiones pentecostales y evangélicas y aumentan los agnósticos y los ateos.
En Río de Janeiro, meta del viaje del papa Francisco, los católicos son ahora una minoría entre los ciudadanos, apenas el 46%.
No sorprende que el objetivo del Papa sea el de infundir en la Iglesia brasileña – y por reflejo en las Iglesias de América latina – la vitalidad misionera capaz de derribar esta tendencia declinante.