Cuando faltan menos de tres meses para las elecciones presidenciales del 7 de noviembre en Nicaragua, el comunista Daniel Ortega está compensando el fuerte rechazo social a su gobierno con una persecución sistemática a la oposición política y a los medios no adictos.
El 10 de agosto, la Comisión de Justicia y Paz de la archidiócesis de Managua denunció que “no existen condiciones para unas elecciones democráticas”. En efecto, Ortega, que está denunciado ante organismos internacionales por la muerte de más de trescientos compatriotas víctimas de la represión, ha disuelto tres partidos rivales del Frente Sandinista de Liberación Nacional y mantiene detenidos a 32 opositores, siete de los cuales son candidatos presidenciales. Entre ellos Cristina Chamorro, hija de la ex presidenta Violeta Chamorro, y ha dejado sin papel al diario La Prensa, que se resiste a seguir las consignas del régimen.
Son "momentos bastante difíciles, ya sea a nivel político, a nivel social, a nivel económico, a nivel de las familia, a nivel internacional", sentenció el domingo, en la homilía de la festividad de la Asunción, el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua y baluarte de una Iglesia nicaragüense duramente castigada por el régimen por encabezar la resistencia social durante la represión de 2018, cuando impidieron con el Santísimo una matanza gubernamental.
El cardenal Brenes renovó también el domingo 8 de agosto la consagración de Nicaragua al Inmaculado Corazón de María con una oración en la que pidió que la nación “sea capaz de encontrar caminos de tolerancia y de comunión, de fraternidad y de paz”: “A ti, Purísima Señora, consagramos nuestra patria, Nicaragua, en estos momentos de incertidumbre. Toma a Nicaragua entre tus manos y acógenos en tu corazón. Ayúdanos a saber dialogar entre nosotros, a luchar por la dignidad de todos los seres humanos, a no dejar de tener hambre y sed de justicia, a ser hombres y mujeres tolerantes y constructores de paz”.
Esta consagración se realizó dos días después de que Ortega declarase que “algunos curas son hijos del demonio”, por su mediación durante las protestas de hace tres años.