Se calcula que en los últimos seis años los enfrentamientos y ajustes de cuentas entre bandas y cártles del narcotráfico en México se han cobrado la vida de unas ochenta mil personas.
 
La violencia que han instalado en el país no conoce límites ni respeta ámbitos o personas sagradas: una veintena de sacerdotes, religiosos y seminaristas han sido asesinados en dicho periodo, y varios templos se han visto afectados por la intrusión de los criminales.

La parroquia de Santa Teresa de Ávila situada en la Colonia Mirasol, al noroeste de Monterrey (Nuevo León), es un vivo ejemplo. Tanto, que su párroco ha decidido blindarla y convertirla, en la medida de lo posible, en un búnker que proteja la vida de sus feligreses mientras asisten a las celebraciones litúrgicas.

El padre Scott Miguel McDermontt Eichhorst decidió rodear el templo por un muro de cemento armado de cinco metros de altura. La pared, declaró a Noticieros Televisa, "está rellena de concreto y varilla, puede aguantar una granada o una camioneta y es a prueba de balas: por eso la hicimos, no es decorativa".

Además, nueve vigilantes en turnos inspeccionan su perímetro las veinticuatro horas del día con la finalidad de alertar al interior de lo que pueda estar pasando fuera. Dos semáforos en el interior del templo avisan a los fieles de cuál es la situación y su nivel de riesgo: el color rojo indica tiroteo, personas sin vida o movilización policial en los alrededores; el ámbar informa de la presencia en el exterior de vehículos sospechosos o gente armada; el verde supone que el entorno es seguro.

En los últimos dos años la zona ha sido testigo de más de un enfrentamiento, como el que recuerda el padre Scott Miguel: "Una balacera de unos cuarenta minutos... Emboscado el Ejército, pasaron ellos tirando balas. Hubo un caos. La gente no sabía qué estaba pasando". Eso sugirió la idea del semáforo.

Asimismo, en las ventanas frontales se han colocado bloques de cemento para evitar que alguna bala perdida penetre en el templo.

En la parroquia de Santa Teresa se ofician cada domingo quince misas, a las que acuden más de ocho mil personas. Por este operativo de seguridad los feligreses abonan unos 700 euros semanales... pero muy contentos por la protección y tranquilidad que ofrece.