En la noche del 6 al 7 de julio, el presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en su residencia por un comando armado. También fue herida su esposa, Martine Moïse. Las autoridades posteriormente aseguran haber detenido a los autores del magnicicido, mercenarios. Han matado a cuatro y detenido a dos.
Ahora hay un vacío de poder en el país, y los jefes de bandas armadas se reparten sus zonas de influencia.
“Todos se quedaron atónitos tras el asesinato de Moïse. La gente está alterada y encerrada en casa”, ha declarado a Obras Misionales Pontificias la misionera italiana Maddalena Boschetti, laica de la diócesis de Génova que lleva 18 años en el país.
“Las autoridades hacen llamados para volver a la normalidad, pero ¿quién garantiza esa normalidad? ¿Quién tiene autoridad en este momento en Haití?”, pregunta la misionera. “Aquí la gente no solo tiene que luchar para encontrar comida, sino también para sobrevivir a una extrema violencia: es un país peligroso, especialmente en la capital, Puerto Príncipe”, dice.
Trabajando con discapacitados pobres
Maddalena vive en una zona rural "relativamente tranquila". Allí el reto, dice, es encontrar comida para la gente cada día. Ella atiende a niños discapacitados, colaborando con los misioneros camilianos. Ahora intentan construir un local para atender a estos niños.
Antonio Menengon, misionero camilo y responsable de la ONG italiana Madian Orizzonti, explica a Agencia Fides que “desde hace más de dos años, la isla de Haití está en manos de bandas de delincuentes que desestabilizan el país con una ferocidad sin precedentes, bloqueando las carreteras, matando a la gente y, sobre todo, organizando la próspera industria del secuestro, sin mirar a nadie a la cara y sin ninguna piedad”.
Los camilos son una congregación fundada en el siglo XVI por San Camilo de Lellis para atender enfermos y discapacitados. En Haití hacen que funcione el hospital Foyer Saint Camille, el centro de discapacitados Foyer Saint Camille, una escuela, una red de ayudas para construir viviendas y una campaña de alimentos que ayudan a miles de familias.
En el vídeo, el centro de discapacitados de los Camilos en Haití en 2020
Miseria espantosa, más allá de la pobreza
Si la pobreza siempre fue un reto, la violencia de las bandas lo empeora todo. “Queremos estar cerca de esta población agotada por la violencia y el hambre, tan trágicamente presente que la pandemia de COVID-19 queda eclipsada", afirma Menengon.
“Ya no se puede hablar de pobreza, sino de una miseria espantosa. Desde hace varios años, hemos incrementado la ayuda alimentaria a miles de familias que han experimentado y siguen experimentando no sólo la virulencia de Covid-19, sino también la multiplicación excesiva del virus del hambre".
"Muchos no pueden ni siquiera permitirse una choza de chapa, cartón y barro; se ven obligados a alquilar un colchón para dormir por la noche y tener una choza se ha convertido en un mero espejismo. Para responder a esta nueva emergencia hemos reanudado la construcción de pequeñas casas para ayudar al menos a las familias numerosas y darles cobijo. Sólo en los últimos tres meses ya hemos construido 21 y seguiremos haciéndolo porque dar un techo y estabilidad a padres con 5 o 6 hijos es aportar seguridad, higiene y salud y sobre todo prevenir la inadaptación social y las enfermedades”, detalla Menengon.
En la escuela San Camilo, reparten bolsas de comida a los niños para que lleven a sus familias
"Dejad las armas", piden los obispos
Tras el magnicidio, los obispos emitieron un comunicado deplorando y condenando el "inadmisible y repugnante asesinato". Conscientes de que las bandas controlan sus territorios con la violencia, los obispos proclaman: “¡Abandonad las armas! ¡Optad por la vida! ¡Elegid finalmente la convivencia fraternal en interés de todos y en el interés de Haití!”.
Los obispos denuncian “la elección deliberada de la violencia hecha, durante algún tiempo, por muchos sectores de la población como método de supervivencia y resolución de conflictos”. La violencia, insisten, "sólo puede engendrar violencia, y conduce al odio”, "nunca ayudará a nuestro país a salir de este impasse político que sólo puede resolverse mediante el diálogo, el consenso, el espíritu de compromiso para el interés superior de la nación, por el bien común del país”.
El Papa Francisco, desde su convalecencia y a través del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, envió sus condolencias “al pueblo haitiano y a su esposa gravemente herida cuya vida encomienda a Dios”. El Papa expresa su tristeza y condena “toda forma de violencia como medio de solución de las crisis y de los conflictos”.
Haití es el país más pobre de América y el segundo en independizarse de las potencias europeas, después de EEUU. Tiene unos 11 millones de habitantes, de los que más del 80% son católicos.