Gonzalo Altozano entrevistó este domingo a José Javier Esparza: dos conductores de dos programas de Intereconomía TV haciendo verdad, con otro enfoque, eso de que no es bueno que Dios esté solo.
No está solo, desde luego, en el domicilio de los Esparza, donde un recoleto rincón del jardín acoge una imagen de la Virgen. El "rincón mariano" de la casa acoge en ocasiones a su mujer y sus cinco hijos, entre ellos Arturo, el pequeño: "Supimos que tenía síndrome de Down cuando ya había nacido, porque no se vio durante el embarazo. Si sirve de algo a quienes vayan a estar en una situación parecida, diré que con estos niños recibes mucho más de lo que das. No es como tener un hijo convencional, pero es una bendición", explica José Javier.
Sus hijos estuvieron hasta el año pasado haciendo homeschooling (educación en casa, mediante una escolarización en una institución norteamericana para estar dentro de la legalidad). "La experiencia fue muy buena para ellos", sostiene Esparza, quien defiende ese método de la acusación de socializar poco a los niños: "Si lo haces bien, tienen experiencias socializadoras que en un colegio no se tienen". Hoy han vuelto al colegio por razones familiares, pero el director de Con otro enfoque espera que alguna vez las leyes reconozcan que educar a sus hijos es un derecho de sus padres, no del Estado.
Hubo espacio en la entrevista para más cuestiones personales. Casi al final, mientras sonaba la Cantata 140 de Juan Sebastián Bach, una de sus composiciones favoritas, Esparza contó, a preguntas de Altozano, por qué lleva parche. Un tumor contra el que estuvo luchando cinco años obligó a quitarle el ojo, pero el tratamiento dejó la órbita muy dañada y hubo que vaciarla también. Cubrirla es, simplemente, lo más cómodo.
"¿El estado natural del católico es la persecución?", le preguntó Altozano cuando entraron en materia. "No", responde, "el estado natural del católico es la fe, y la persecución tiene que ver con otras circunstancias". Eso sí, Esparza confiesa que le gusta "vivir en combate" y que de joven quería ser un héroe, "como todos los jóvenes".
Mucho de ese espíritu de milicia, herencia también de su etapa como soldado voluntario, se ha trasladado a su visión de la religión. Tras recordar que Sócrates y Platón establecían la sociedad sobre la tríada razón-pasión-producción, o cabeza-pecho-vientre, y que el guerrero (pasión y pecho) "es una forma natural de la condición humana", José Javier reivindica a su santo favorito, Santiago Apóstol ("el santo militar por experiencia") y a San Jorge, que "encarna la voluntad de Europa de vencer a todos los dragones para salvar su identidad cristiana".
"Estamos acostumbrados a una visión blandorra de la fe, excesivamente apacible, y eso con muchos temperamentos no va", resume antes de evocar el pasaje evangélico en el que Jesucristo coge un látigo y expulsa a los mercaderes del templo.
Y también el de otro soldado, el del centurión que da por salvado a su hijo sobre la sola palabra del Divino Maestro. Esparza defiende la fe del carbonero: "Es la expresión natural de la necesidad de Dios. Uno no puede ir por la vida exigiendo a los demás algo que no tiene derecho a exigir", como sería una elaborada reflexión intelectual sobre al fe. Durante siglos, generaciones de cristianos "han vivido, sufrido y gozado esa fe", unos con la fe del carbonero, otros con la fe de Santo Tomás de Aquino: "Y eso es una riqueza".
En sentido contrario, "la mayor parte de los ataques a la Iglesia son manifestaciones invertidas de la necesidad de Dios, y los ataques a la fe, expresión de la incapacidad de acercarse a ella". El agnosticismo, sin embargo, es "pura comodidad intelectual". El mismo Esparza se consideraba agnóstico en su juventud, y en su caso sí hubo una "experiencia intelectual" que le hizo cambiar. Entre otras cosas, el hecho de que "Dios sirve para entender por qué existe el bien y por qué existe el mal, y qué es el bien y qué es el mal".
"Lo peor de todo es la tibieza", sentencia. Y ése fue un mal de su generación, que pasó "de una España fundamentalmente católica desde un punto de vista oficial, a una España fundamentalmente atea desde un punto de vista oficioso".
Pero España "es por definición un país católico, sin que eso signifique que todos los españoles van a misa. Pero, como construcción cultural en la historia, España sólo tiene sentido como nación católica".