Cuando fue elegido en 2008, encarnaba la esperanza de un país que quería volver a levantarse; hoy Fernando Lugo está prácticamente solo. La edición del sábado del periódico paraguayo “Abc” lo indica claramente: las responsabilidades políticas de todo lo que ha sucedido, como se lee en la editorial, son del presidente Lugo.
Es un presidente populista (en los carteles de las obras públicas nacionales nunca falta su rostro) que, en la era de los nuevos medios de comunicación, se ha convertido en un blanco fácil para los opositores. Los periódicos derrochan bromas sobre el presidente (obispo reducido al estado laico) un poco por sus aventuras sentimentales (con hijos ilegítimos y con una cuestión moral que está teniendo graves efectos sobre la Iglesia local) y otro tanto por la falta de una reforma agraria, punto crítico del territorio, con los campesinos que reivindican sus tierras.
Es cierto que heredó una situación difícil, pues aunque la dictadura se hubiera terminado en 1989 con un golpe, los secuaces de Stroessner siguieron gobernando hasta 2008.
El caso Lugo ha sacudido bastante a la Iglesia local. Ahora, casi nadie en la Iglesia le apoya; las mismas religiosas o los alumnos de los colegios religiosos que le habían dado su apoyo le han abandonado.
Cuando comenzó, había propuesto que la Conferencia episcopal se ocupara de un gran fondo social (10 millones de dólares) para los pobres, pero los obispos se negaron. En este país, la pastoral social tiene un peso muy importante. ¿Por qué fue elegido? Porque en 2008 la gente estaba cansada del partido Colorado (el partido de Stroessner, que gobernó desde 1954) y Lugo representaba un rostro nuevo, un hombre confiable que podía reunir todas las fuerzas políticas.
Logró incluso alcanzar un cierto progreso económico, a pesar de que no todo el Parlamento estaba de su parte. Logró aprobar un subsidio social (un depósito mensual) para los pobres y también logró garantizar la consulta gratuita en los Hospitales.
Hay un cierto número de personas de la clase más baja que obtuvo beneficios, pero el sistema, desde el punto de vista económico, no es sostenible si no se cambian las condiciones generales (los impuestos, por ejemplo, no se pagan y las personas siguen endeudándose con muchos préstamos). Ahora, en hay muchas cuestiones espinosas en juego: la reforma agraria con las protestas de los carperos, la cuestión de la seguridad en la capital y la reforma electoral.
La protestas están relacionadas con la cuestión de la reforma agraria, uno de los problemas que m’as preocupa a la opinión pública paraguaya, pero nadie esperaba que se desentadenara tal violencia. El viernes por la mañanam en la propiedad privada “Campos Morombi”, a 35 km. de Curuguaty (en el noreste del país, cerca de la frontera con Brasil), las protestas de los carperos (los campesinos que están ocupando las tierras de los latifundistas) acabó de forma muy violenta: los enfrentamientos entre la policía y los campesinos provocaron la muerte de 17 personas, seis policías y nueve carperos, además de muchos heridos.
Monseñor Claudio Giménez declaró ante la prensa local que el pueblo entero está desconcertado por tantas muertes entre hermanos y que lo ocurrido en Curuguaty fue «una verdadera matanza que no se compara ni con en el “marzo paraguayo” (en 1999)».
Además señaló que la muerte de casi 20 obliga a reflexionar muy profundamente: «Así no podemos seguir viviendo como país y menos todavía bajo una conducción que no es clara y que no convence al pueblo», enfatizó. «La gente se pregunta y con razón quiénes permitieron o vinieron facilitando este tipo de desenlace fatal que hoy enluta a tantas familias paraguayas. Estos últimos acontecimientos indignos desnudan la realidad del país».