Finalmente, y a petición del cardenal Jaime Ortega ante la negativa de los disidentes a abandonar la iglesia de la Caridad de La Habana, la policía castrista entró en el templo y les desalojó.
Pacíficamente, según las autoridades comunistas. Brutalmente, según los opositores: "Nos arrastraron, nos empujaron, nos dimos golpes contra los bancos", afirma Fred Calderón, de 32 años. Tras la detención y toma de huellas dactilares, fotografías y muestras de orina, fueron liberados durante la noche los 13 ocupantes.
Mientras los partidarios del régimen hablan de un complot "contra la Revolución y la Iglesia católica", los resistentes se consideran engañados por los responsables diocesanos, que les habrían anunciado que un representante del Gobierno dialogaría con ellos, en vez de desalojarles.
Vladimir Calderón, presidente del Partido Republicano y otro de los disidentes, ha negado que el objetivo del encierro fuese boicotear la visita del Papa, sino "decir que hay oposición en Cuba aunque el Gobierno lo niegue".