Con los ojos puestos en España ante la crisis del coronavirus, los miles de misioneros que ahora están repartidos por el mundo están alerta para intentar evitar que en los países donde ejercen su labor viva una situación tan crítica, que además puede ser mucho más grave debido a la precariedad de los sistemas de salud de estos estados.
En Brasil se encuentra el sacerdote madrileño Antonio Pintado Marqués, que ejerce su labor en Ruy Barbosa, una diócesis brasileña en el Estado de Bahía. Asegura que en el país “la sociedad está, por primera vez, más empeñada en salvar vidas que en ganar dinero” siendo numerosos los gestos de solidaridad.
Tal y como explica a Obras Misionales Pontificias, en Brasil están viviendo esta situación “angustiados y en paz, dependiendo del momento. Aunque cerca de nuestra ciudad solo hay un caso declarado, sabemos que hay mucha gente sufriendo y muriendo y esto te deja profundamente entristecido”.
Este misionero español señala que “muchos nordestinos viven en el sur, donde el problema empieza a ser preocupante. Huyendo intentan llegar a sus ciudades de origen, donde nosotros vivimos, saltándose los controles de las carreteras. Notamos que aquí la población está aumentando. Nuestro sistema de salud es precario. No quiero ni pensar lo que sería si el coronavirus entrase indiscriminadamente en las favelas de Río y Sao Paolo, o en las prisiones, por ejemplo, donde la gente vive literalmente amontonada y sin ninguna medida de salud”.
Antonio Pintado explica también que “desde que empezó la pandemia las Iglesias están cerradas, sin celebraciones, sin catequesis, ni encuentros, ni grupos, nada de nada. Nunca imaginé que pudiese celebrar una Semana Santa sin gente en la iglesia, una iglesia de bancos vacíos. Nuestra comunidad, mucha gente, participó de las celebraciones a través de la radio comunitaria y del Facebook. Todos los días celebramos la misa con la iglesia vacía y es retransmitida por las redes sociales”.
“Como siempre en medio de esta realidad pesada hay aspectos positivos, muy bonitos: ¡cuántos gestos de solidaridad, a todos los niveles! Vivir para trabajar y ganar dinero, cuanto más mejor, parece que es un esquema que se resquebraja. La sociedad está, por primera vez, más empeñada en salvar vidas que en ganar dinero; la vida en primer lugar”, concluye.