La situación de la Venezuela dirigida por Nicolás Maduro ha provocado que en los últimos tres años más de dos millones de venezolanos hayan te tenido que abandonar el país, según datos de la ONU y otras organizaciones internacionales. El hambre, la pobreza extrema y la represión del régimen chavista han llevado a este país al límite.
La Iglesia Católica en Venezuela se ha convertido en uno de los grandes apoyos del pueblo venezolano, y es considerada por Maduro como enemiga. Sacerdotes y obispos sufren también los ataques y la falta de todo tipo de productos, al igual que el resto del país. Aun así está llevando una importante labor de ayuda y atención.
Monseñor Oswaldo Azuaje, obispo de Trujillo, conoce muy bien esta situación e incluso él mismo ha realizado el camino con miles de venezolanos para cruzar la frontera hacia Colombia. Así ha podido constatar de manera más evidente cómo están sufriendo sus compatriotas. Lo explica así en una entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), organización que ya presta ayuda en el país:
- La Diócesis de Trujillo, en Venezuela, es una de las zonas más pobres del país. ¿Cuál es la situación actual allí?
- Trujillo es una de las circunscripciones más pobres, económicamente hablando. Se encuentra en la región andina, es una zona de montaña, predominantemente rural. Pero no diría que es una región pobre, porque la riqueza humana y cultural es muy grande. Sufrimos, como en el resto del país, la carencia de alimentos y medicamentos, numerosas personas se han marchado a otros países y la economía está muy resentida. En los pueblos se nota más la falta de acceso a alimentos que en la capital o las ciudades importantes del país.
- ¿Cuál ha sido el mensaje del Papa Francisco a los obispos y al pueblo venezolano en la reciente visita Ad Limina en el Vaticano?
- El Papa ha sido muy cercano, tenemos la suerte de que él es de nuestro mismo continente y hablamos el mismo idioma. Francisco se sentó en medio de nosotros, hicimos un círculo a su alrededor y nos dijo: “contadme qué tal estáis”. Conocía muy bien la realidad de la Iglesia en Venezuela y las dificultades que está atravesando la sociedad. Nos insistió en estar cerca del: “Manténganse fuertes y cercanos, sé que lo hacen, pero les invito a seguir”. Y también nos invitó a poner en práctica una realidad: la resistencia. Nunca había oído así este concepto. No tiene que ver nada con un lenguaje político ni populista ni militar. Nos invitó a resistir firmes en la fe, en la esperanza y en la caridad.
- ¿Cómo está acompañando la Iglesia a las personas que se marchan del país?
- He tenido la oportunidad de visitar la frontera con Colombia, en el estado Táchira. Allí, desde la Diócesis de San Cristóbal, en el lado venezolano y la Diócesis de Cúcuta, en el lado colombiano, se está haciendo una ingente labor. Yo me metí entre la gente que cruza a Colombia y es impresionante, huyen por miles cada día. La Iglesia alimenta diariamente a entre 5.000 y 8.000 personas, esto no son cifras exactas, son solo los atendidos por la Iglesia. Hay que decir que también regresa gente, pero no tanta, son personas que van y vienen debido a la escasez en Venezuela, para encontrar productos que solo hay en Colombia.
- ¿Cuáles son las consecuencias de este éxodo?
- En las parroquias se aprecia la falta de jóvenes y persona de mediana edad. Cada vez es más común ver que vienen los ancianos con sus nietos pequeños, porque los padres se han marchado en busca de trabajo. Varios párrocos me han contado que se han quedado sin coro, porque los jóvenes se han ido del país y ahora tienen que encontrar a otros para cantar o tocar los instrumentos. El éxodo es forzoso porque hay una gran falta de alimentos y medicamentos, la gente necesita y no los encuentra en el país ni tiene cómo poder comprarlos por la gran devaluación de la moneda.
- ¿Cómo responde la Iglesia a las necesidades de los que se quedan?
- Las parroquias se están organizando para hacer lo que llamamos “ollas comunitarias”, donde se cocina diariamente para alimentar a los que lo necesitan. Hay desnutrición en niños y también en ancianos. Hace unos días me llamó mi hermana, que cuida de mi madre, para decirme que no encontraba pollo, ni huevos, ni carne, que no sabía dónde ir porque no encontraba ninguna tienda donde poder comprar. La gente emplea mucho tiempo en llenar la cesta, si es que lo consiguen. Viven en un viacrucis diario en busca de comida.
- ¿Cómo valora la ayuda de ACN a los sacerdotes de su diócesis?
- En primer lugar tengo que agradecer la ayuda del pueblo venezolano, aquellos que han compartido con nosotros y siguen compartiendo lo poco que tienen. Pero en esta situación actual tenemos que recurrir a la ayuda de fuera, porque si no sería imposible. Doy las gracias a la Iglesia en Europa, sobre todo en Alemania, Italia y España, que nos está sosteniendo para apoyar a nuestros sacerdotes. Con los estipendios de misa, ellos se pueden mantener de forma más o menos digna. Pero además, esta ayuda nos mantiene unidos a la oración, para no perder la esperanza. Pido al Señor santos sacerdotes, pero también que estos sacerdotes puedan tener un sustento digno para servir al pueblo de Dios y responder a su vocación con más fuerza.