Yosep Guzmán es un joven diácono peruano, estudiante del Colegio Internacional Bidasoa, en Pamplona. Después de cinco años en este colegio con seminaristas de todo el mundo, que mantiene el Centro Académico Romano Fundación, ligado al Opus Dei, Yosep volvió a su pueblo natal, Castrovirreina, en la andina diócesis de Huancavélica.
"El impacto fue grande, claro", explicó el pasado lunes en la presentación de un número especial de la Revista Palabra sobre América Latina. "En Bidasoa yo lo tenía todo hecho, plato en la mesa, sólo tenía que concentrarme en mis estudios. Y en Huancavélica faltaba casi todo. Incluso las distancias son muy distintas. De Lima a mi diócesis hay 11 horas de autobús. Y en mi propia parroquia tenemos 70 pueblos que atender, algunos a 7 horas de autobús de montaña desde la casa parroquial. El párroco tiene una moto, pero ir en moto por ciertos caminos es suicida, no se puede hacer".
Yosep explica que estos pueblos se esfuerzan mucho por conseguir, al menos, una misa mensual, y en las fiestas patronales. Pero la diócesis tiene sólo 35 sacerdotes activos para 450.000 habitantes y está preparando 35 jóvenes con vocación en un seminario creado por misioneros españoles. De hecho, el obispo, desde 2005, es el misionero burgalés Isidro Barrios. "Yo estudié en el seminario menor, luego en el mayor y después el obispo Barrios me envió al Colegio Bidasoa en Pamplona", explica Yosep.
Yosep cuenta que en toda la zona se nota la mano de Cáritas después del terremoto de Perú de hace unos años: hay casas construidas por Cáritas, tres comedores para más de mil niños y otros servicios recientes. Huancavélica cuenta con población agrícola a 3.000 metros de altura, y mineros a 4.500 metros. La familia de Yosep, minera, huyó de Castrovirreina siendo él niño, a causa de los ataques terroristas de aquella época.
El joven diácono, cuando sea ordenado, servirá como sacerdote a su comunidad, pero por sus estudios teológicos y filosóficos de alto nivel, la mayoría de alumnos del Colegio Internacional Bidasoa, o los que estudian en Roma financiados por el Centro Académico Romano, suelen dar clases en los seminarios de sus países, y los formadores de seminario a menudo se convierten en vicarios episcopales y obispos. Un caso reciente: Guido Iván Minda fue nombrado en noviembre obispo auxiliar en Guayaquil, Ecuador, el primer afroecuatoriano con mitra. En Pamplona, por lo tanto, se forman los futuros dirigentes o profesores de muchas diócesis con iglesias jóvenes y de recursos escasos. Pero también de España: el nuevo obispo de Teruel, Carlos Manuel Escribano, estudió allí de 1991 a 1994.
Alejandro Fariña, presidente del Centro Académico Romano Fundación, dio algunas cifras: la entidad tiene un presupuesto anual de 9 millones de euros, y cada año de formación de un seminarista cuesta unos 12.000 euros (8.000 en alojamiento, 2.000 en matrícula/enseñanza, 2.000 en seguro médico, libros y dinero de bolsillo). Se mantiene con 8.000 donantes de cuota fija (de los que 6.000, especifica Fariña, pagan poco) además de herencias, legados y donativos. En estos años de crisis, las herencias y legados han cubierto los huecos. En 21 años de vida, el Colegio Bidasoa ha formado a 460 seminaristas que se ordenaron sacerdotes. A él llegan alumnos prometedores por petición del obispo que los envía tras consultar con un sacerdote del Opus Dei.
Fariña recordó la importancia de formar sacerdotes, y Yosep ofreció un cálculo: en Huancavélica hay 12.000 católicos por cada sacerdote disponible.
En cierto sentido, a nivel mundial, las estadísticas del Anuario Pontificio muestran que la Iglesia tiene un problema de éxito: llegan curas nuevos (casi 4.000 más en los 8 primeros años del siglo XXI) pero también llegan muchísimos fieles: 29.000 feligreses nuevos por cada cura nuevo en este siglo, que se suman a los fieles que heredará de su antecesor. Jesucristo hablaba de «un pastor que tenía cien ovejas» y les dedicaba una atención tan personalizada que dejaba a 99 para buscar a la que tenía problemas.
En la diócesis de Jaca, un ejemplo de diócesis europea pequeña, hay un cura por cada 700 católicos (aunque muchos de ellos ya jubilados). En cambio, a nivel mundial hay un sacerdote por cada 2.850 fieles y cada vez serán más los fieles. Con sólo un cura nuevo por cada 29.000 nuevos católicos, la Iglesia afronta el reto pastoral de un gran crecimiento.