Los retiros de Emaús son una realidad de la Iglesia que se extienden por muchas capas de la sociedad. En México, han llegado ahora hasta las cárceles de mujeres. Desde sus prisiones de máxima seguridad, las peligrosas reclusas escuchan que "Cristo ha cargado con sus culpas y que están perdonadas si se arrepienten". Una propuesta potentísima para ellas y para toda la sociedad.

La madre María Elena Martínez forma parte de la asociación privada de fieles María Madre del Amor, con sede en México, una comunidad mixta de laicos y consagrados cuyo carisma es vivir las cuatro obras de misericordia del pasaje del encuentro de Jesús con los discípulos camino a Emaús que son: dar consuelo, instruir, acoger y compartir y llevar a la gente a la Eucaristía. El portal OSV News acaba de relatar su apostolado, en un artículo de Marietha Góngora V

El Señor toca sus corazones

"Lo hacemos a través de retiros espirituales de Emaús en las parroquias, en centros penitenciarios y también tenemos un retiro de jóvenes que se llama 'Sicar', que está basado en el pasaje de la samaritana en el pozo de Sicar", explica la madre Elena, quien fundó la comunidad en el 2015, con aprobación por parte de la archidiócesis de México.

"El primer retiro lo hicimos en 2016 en la cárcel de Santa Martha, en Ciudad de México. Después empezamos a ir a la cárcel de Morelos Femenil Federal", conocida como Cefereso 16, la única prisión federal para mujeres de todo el país, comenta la madre Elena.

Según la página web de Emaús de México, este retiro católico se basa en el pasaje bíblico del Evangelio de San Lucas donde Jesús resucitado acompaña a dos discípulos de camino a Emaús, donde los consuela, les explica las Escrituras y los discípulos lo reconocen al partir el pan. El retiro muestra a personas la cercanía de Jesús y permite "a los caminantes la oportunidad de reconciliarse con Dios".

Las personas que imparten el retiro son personas que también lo experimentaron y a los oradores del retiro se les conoce como "servidores". Susy Servalli, representante de Emaús de la archidiócesis de México y miembro de la asociación María Madre del Amor, explicó las complejidades de realizar el retiro en las cárceles ya que las reclusas no pueden ser servidoras.

"Tú sabes que el retiro de Emaús solo se vive una vez y si quieres continuar tienes que hacerlo como servidora, ellas no pueden hacerlo como servidoras, entonces por eso tenemos que ir siempre", afirmó la madre Elena, quien junto a Servalli coordina estos retiros. A pesar de lo difícil que puede ser el ingreso -pasar seis filtros de seguridad- todo ese esfuerzo vale la pena totalmente para estas voluntarias.

"Es un equipo de mujeres, con unos corazones muy generosos, llenos del amor de Dios, que quieren traspasar aquello que un día Dios hizo en ellas", añade Servalli, refiriéndose a las servidoras que colaboran. "Hay que suprimir algunas cosas, tienes menos tiempo y aún así ves cómo el Señor toca los corazones de ellas", comenta la Madre Elena, sobre reclusas que deben cumplir condenas de 40 y 50 años.

El retiro -que es mundialmente conocido- muestra a personas la cercanía de Jesús y permite a los caminantes la oportunidad de reconciliarse con Dios.

"Si fuera tú ves a Cristo vivo caminar entre las mujeres, ahí -en las prisiones- lo ves completamente, porque, tú dices, en dos días y medio es imposible que un grupo de mujeres hagan nada para que esos corazones se restauren, sanen, renuncien a la santa muerte, que quieran bautizarse, confesarse, dejar la homosexualidad, pero es impresionante poder verlo con tus ojos", afirma Servalli, a quien estos retiros la han llevado a lugares como Perú, España, México, Panamá, Londres, Chile, Paraguay y Roma, entre otros.

Uno de los factores que hacen todavía más impresionante esta labor evangelizadora es la presencia de bandas criminales y cárteles del narcotráfico en algunos centros penitenciarios. Sin embargo, estas mujeres laicas y consagradas se encomiendan a Dios y llevan su mensaje de misericordia "porque los frutos y las transformaciones de las que han sido testigos, gracias a los retiros, son incontables".

"Las reclusas se encuentran con el Señor, se reconocen como Sus hijas merecedoras de Su misericordia". La madre Elena y Servalli explican que las internas están divididas por módulos según su peligrosidad y su comportamiento. Entre los testimonios que más recuerdan está el de una mujer condenada por ser una sicaria de un cartel de narcotráfico mexicano. Ella, como las demás del módulo de máxima seguridad, ve la luz del sol solo una hora al día.

"En una dinámica se levantó y dijo 'ustedes saben quién soy yo y lo que he hecho, pero ya no soy la misma de antes. En tres ocasiones tuve la oportunidad de vivir este retiro y no quise y le doy gracias a mi amiga porque me insistió', recuerda la madre Elena. Sorprendió también el gesto con una de las reclusas que quería arrodillarse, pero le dolían las rodillas. La mujer, que cometió crímenes atroces, se quitó el abrigo y lo puso en el suelo para que su compañera apoyara sus rodillas.

Testimonios que no se suelen escuchar

Servalli explica que durante los retiros se escuchan y comparten testimonios sobrecogedores. "Son testimonios de secuestros, de santa muerte, de trata de blancas, de drogas, testimonios fuertes, esos no son los testimonios que tú vas a escuchar en una parroquia fuera". Madre Elena dice que durante el retiro el punto de inflexión, aunque no puede dar detalles, es una dinámica seguida de la confesión.

"A partir de allí, ellas se quiebran y ya son otras. El último día es un sentimiento de paz, de alegría, de liberación y gozo, de sentirse sanadas, amadas y sobre todo de saberse, que el Señor las puede perdonar, si es que ellas realmente se arrepienten". "Gracias, yo pensaba que estábamos olvidadas por la sociedad. Tanto tiempo le pedí a Dios un sacerdote para poder confesarme. No somos personas malas, somos personas que hemos cometido errores", dijo una vez una interna a la madre Elena.

Servalli y la madre Elena destacan la labor de Héctor Peña, obispo auxiliar de la archidiócesis de México, quien celebra la Eucaristía de cierre de la mayoría de retiros. "Los sacerdotes mueren por ir, lloran con ellas en las confesiones y se conmueven porque esas confesiones no las han oído en su vida afuera". "Yo invitaría a que la gente piense un poco en esa gente", dice la madre Elena, agregando que muchas tienen heridas profundas, y se sienten tan desesperanzadas que han contemplado el suicidio.

Tanto Servalli como la madre Elena coinciden en que "el Señor te dota de una ternura que tú no te imaginas de dónde viene" al ser parte de este apostolado en las cárceles. "Claro, nosotros sabemos que viene de Cristo porque si no, no nos meteríamos allá y es que a Él lo llevamos con nosotros porque entra el Santísimo Sacramento y es expuesto todo el tiempo”, dice Servalli. "Cuando te vas es el dolor de decir 'Dios mío, se quedan contigo que has obrado en cada una de ellas y derramado tu amor'".