Juan García Rodríguez, nuevo arzobispo de La Habana: destacan su perfil pastoral, de pocas palabras
El nuevo arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García Rodríguez, llega de la diócesis rural de Camagüey al centro del poder político cubano, heredando el espacio simbólico que durante 35 años presidió el cardenal Jaime Ortega, que se retira por razones de edad.
Ortega ha navegado por las aguas de un régimen laicista y falto de libertades, apoyado por las visitas a la isla de tres pontífices (Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) y ha podido ver en sus últimos años el acercamiento diplomático entre la Iglesia y el régimen y el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Ahora, muchos mirarán al nuevo arzobispo, Juan García, como un actor importante que pueda ayudar a ampliar los espacios de libertad en la isla. Pero la prensa destaca que su perfil siempre ha sido más pastoral y misionero, sin la carga "política" que se atribuía al cardenal Ortega.
“Es el que necesita la Iglesia en este momento, especialmente la Iglesia habanera”, declara en El Nuevo Herald, de Miami, el director de la revista cubana “Convivencia”, el laico católico Dagoberto Valdés. “El trabajo misionero de monseñor Juan ha marcado a la Iglesia en Camagüey, de donde era arzobispo desde julio de 2002. Estoy seguro de que esa identidad va a ser muy bien recibida en La Habana”.
En este sentido, el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, ha señalado al mismo periódico que se trata de “un hombre de pocas palabras”, que “ha trabajado muy duro por su diócesis” y es “muy cercano a su clero”.
Juan García Rodríguez ha asegurado tras su nombramiento que su labor en La Habana será “la continuación” de lo que ha podido hacer hasta este momento como sacerdote, obispo auxiliar y arzobispo de Camagüey. El nombramiento le “ha asustado”, confiesa. “La Habana es La Habana, la capital es una puerta al mundo, pero bueno… Si el Espíritu Santo quiso y si el Papa me eligió, y no en medio de la locura dije que sí, haremos frente a ese reto”, ha señalado.
La Habana es también un reto evangelizador, al ser una diócesis pobladísima: casi cuatro millones de habitantes, donde un 70% son católicos, pero con poca práctica religiosa y gran desconocimiento de la fe tras décadas de adoctrinamiento comunista.
Nacido en Camagüey el 11 de julio de 1948, Juan de la Caridad García Rodríguez fue ordenado sacerdote en 1972, tras cursar estudios de Filosofía y Teología en el seminario de San Basilio de El Cobre, así como en el seminario mayor San Carlos y Ambrosio de La Habana, siendo su primer destino fue la parroquia de Morón y de Ciego de Ávila. Además de párroco en otros lugares de la isla, ha sido vicario de Ciego-Morón, fundador y director de la escuela para misioneros de Camagüey, obispo titular de Gummi di Proconsolare y auxiliar de Camagüey.
Su nombramiento por el Papa ha sorprendido a muchos, que barajaban otros nombres como los de Emilio Aranguren, obispo de Holguín, y Dionisio García, de Santiago de Cuba, o el jesuita Juan de Dios Hernández, obispo auxiliar de La Habana.
Ortega ha navegado por las aguas de un régimen laicista y falto de libertades, apoyado por las visitas a la isla de tres pontífices (Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) y ha podido ver en sus últimos años el acercamiento diplomático entre la Iglesia y el régimen y el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Ahora, muchos mirarán al nuevo arzobispo, Juan García, como un actor importante que pueda ayudar a ampliar los espacios de libertad en la isla. Pero la prensa destaca que su perfil siempre ha sido más pastoral y misionero, sin la carga "política" que se atribuía al cardenal Ortega.
“Es el que necesita la Iglesia en este momento, especialmente la Iglesia habanera”, declara en El Nuevo Herald, de Miami, el director de la revista cubana “Convivencia”, el laico católico Dagoberto Valdés. “El trabajo misionero de monseñor Juan ha marcado a la Iglesia en Camagüey, de donde era arzobispo desde julio de 2002. Estoy seguro de que esa identidad va a ser muy bien recibida en La Habana”.
En este sentido, el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, ha señalado al mismo periódico que se trata de “un hombre de pocas palabras”, que “ha trabajado muy duro por su diócesis” y es “muy cercano a su clero”.
Juan García Rodríguez ha asegurado tras su nombramiento que su labor en La Habana será “la continuación” de lo que ha podido hacer hasta este momento como sacerdote, obispo auxiliar y arzobispo de Camagüey. El nombramiento le “ha asustado”, confiesa. “La Habana es La Habana, la capital es una puerta al mundo, pero bueno… Si el Espíritu Santo quiso y si el Papa me eligió, y no en medio de la locura dije que sí, haremos frente a ese reto”, ha señalado.
La Habana es también un reto evangelizador, al ser una diócesis pobladísima: casi cuatro millones de habitantes, donde un 70% son católicos, pero con poca práctica religiosa y gran desconocimiento de la fe tras décadas de adoctrinamiento comunista.
Nacido en Camagüey el 11 de julio de 1948, Juan de la Caridad García Rodríguez fue ordenado sacerdote en 1972, tras cursar estudios de Filosofía y Teología en el seminario de San Basilio de El Cobre, así como en el seminario mayor San Carlos y Ambrosio de La Habana, siendo su primer destino fue la parroquia de Morón y de Ciego de Ávila. Además de párroco en otros lugares de la isla, ha sido vicario de Ciego-Morón, fundador y director de la escuela para misioneros de Camagüey, obispo titular de Gummi di Proconsolare y auxiliar de Camagüey.
Su nombramiento por el Papa ha sorprendido a muchos, que barajaban otros nombres como los de Emilio Aranguren, obispo de Holguín, y Dionisio García, de Santiago de Cuba, o el jesuita Juan de Dios Hernández, obispo auxiliar de La Habana.
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