Viaje papal a la isla caribeña
El papel decisivo del Papa Francisco en el deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba
En su visita a Cuba y luego a Estados Unidos, el Papa Francisco recibirá las gracias de los presidentes de esos países, Raúl Castro y Barack Obama, respectivamente, por su importante papel en el restablecimientos de relaciones diplomáticas entre la isla caribeña y su coloso vecino. Así como el Papa nacido tras el Telón de Acero, Juan Pablo II, contribuyó al fin de la Guerra Fría en su continente, Europa, el primer Papa latinoamericano ha sido decisivo para la superación del último vestigio de aquel conflicto en el suyo, América.
La decisión de restablecer las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba partió de sus respectivos gobiernos, y la mayor parte de las conversaciones directas mantenidas entre delegaciones de ambas partes se llevaron a cabo en Canadá. No obstante, como han reconocido estadounidenses y cubanos, la mediación de la Santa Sede resultó imprescindible.
«A la hora de estimar la importancia de este Papa te quedas corto. Viniendo de donde viene tiene una gran resonancia entre los líderes de la región», afirmaron funcionarios de la Casa Blanca cuando el 17 de diciembre del año pasado Obama y Castro anunciaron desde sus respectivas capitales que habían decidido normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos países. Habían quedado rotas en 1961, dos años después del triunfo de la revolución cubana.
El histórico acuerdo, que ha llevado a la reapertura de las dos embajadas este verano, fue fruto de unas conversaciones secretas que Washington y La Habana abrieron año y medio atrás. La Administración Obama centró su interés negociador en la liberación del estadounidense Alan Gross, detenido en Cuba en diciembre de 2009, acusado de introducir material de telecomunicaciones. Eso hizo converger la estrategia diplomática de la Casa Blanca con los esfuerzos humanitarios que estaba llevando a cabo la Santa Sede para la puesta en libertad de Gross. Por ejemplo, en marzo de 2012 hubo un encuentro de legisladores estadounidenses en la Nunciatura de Washington. En marzo de 2014 Obama vistió al Papa Francisco en el Vaticano. En una conversación mantenida a solas, el presidente estadounidense, que obviamente conocía la mediación que estaban operando otros cargos de la Curia, pidió la intervención directa de Su Santidad.
Eso completaba la negociación directa entre EE.UU. y Cuba, abierta en junio de 2013 con una primera reunión en Canadá, donde al menos hubo nueve encuentros, en las ciudades de Toronto y Ottawa, sin que el Gobierno canadiense participara en ellos.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, también trenzó sus gestiones con su homólogo vaticano, el cardenal Pietro Parolin, con quien se reunió en junio de 2014 en la Santa Sede.
Eso propició que las delegaciones negociadoras mantuvieron una de sus decisivas reuniones en el mismo Vaticano, en el mes de octubre, en un ambiente propicio definitivamente creado por el Papa en sendas cartas a Obama y Castro. Según Parolin, «el papel del Papa fue decisivo, precisamente porque él tomó la iniciativa de escribir a los dos presidentes para invitarles a encontrar un punto de acuerdo».
Desde Roma también se señala el papel jugado por los anteriores Papas. En su visita a la isla, Juan Pablo II propuso en 1998 «que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba», Benedicto XVI pidió en La Habana en 2012 el levantamiento del embargo estadounidense.
La decisión de restablecer las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba partió de sus respectivos gobiernos, y la mayor parte de las conversaciones directas mantenidas entre delegaciones de ambas partes se llevaron a cabo en Canadá. No obstante, como han reconocido estadounidenses y cubanos, la mediación de la Santa Sede resultó imprescindible.
«A la hora de estimar la importancia de este Papa te quedas corto. Viniendo de donde viene tiene una gran resonancia entre los líderes de la región», afirmaron funcionarios de la Casa Blanca cuando el 17 de diciembre del año pasado Obama y Castro anunciaron desde sus respectivas capitales que habían decidido normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos países. Habían quedado rotas en 1961, dos años después del triunfo de la revolución cubana.
El histórico acuerdo, que ha llevado a la reapertura de las dos embajadas este verano, fue fruto de unas conversaciones secretas que Washington y La Habana abrieron año y medio atrás. La Administración Obama centró su interés negociador en la liberación del estadounidense Alan Gross, detenido en Cuba en diciembre de 2009, acusado de introducir material de telecomunicaciones. Eso hizo converger la estrategia diplomática de la Casa Blanca con los esfuerzos humanitarios que estaba llevando a cabo la Santa Sede para la puesta en libertad de Gross. Por ejemplo, en marzo de 2012 hubo un encuentro de legisladores estadounidenses en la Nunciatura de Washington. En marzo de 2014 Obama vistió al Papa Francisco en el Vaticano. En una conversación mantenida a solas, el presidente estadounidense, que obviamente conocía la mediación que estaban operando otros cargos de la Curia, pidió la intervención directa de Su Santidad.
Eso completaba la negociación directa entre EE.UU. y Cuba, abierta en junio de 2013 con una primera reunión en Canadá, donde al menos hubo nueve encuentros, en las ciudades de Toronto y Ottawa, sin que el Gobierno canadiense participara en ellos.
Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, también trenzó sus gestiones con su homólogo vaticano, el cardenal Pietro Parolin, con quien se reunió en junio de 2014 en la Santa Sede.
Eso propició que las delegaciones negociadoras mantuvieron una de sus decisivas reuniones en el mismo Vaticano, en el mes de octubre, en un ambiente propicio definitivamente creado por el Papa en sendas cartas a Obama y Castro. Según Parolin, «el papel del Papa fue decisivo, precisamente porque él tomó la iniciativa de escribir a los dos presidentes para invitarles a encontrar un punto de acuerdo».
Desde Roma también se señala el papel jugado por los anteriores Papas. En su visita a la isla, Juan Pablo II propuso en 1998 «que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba», Benedicto XVI pidió en La Habana en 2012 el levantamiento del embargo estadounidense.
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