«Ningún niño sin escuela» busca oportunidades para los niños limpiabotas sin educación ni comida
Las Hermanas Franciscanas Misioneras de María de Nicaragua, en Bluefields, de la Comunidad de Santa Clara, llevan adelante, entre muchos otros trabajos, el proyecto “Ningún niño sin escuela”. Vea aquí una presentación de este proyecto.
Se trata de un proyecto en Bluefields, capital administrativa de la Región Autónoma del Atlántico Sur-(RAAS), en la que hay un alto crecimiento de la población por el éxodo rural, con una pobreza extrema del 63.1%. Es una ciudad que fue destruida totalmente en 1988 por el fuerte huracán Juana, cuyos efectos todavía hoy se notan.
Blufields antes de los cambios
“Antes de los grandes cambios que trajo la revolución Sandinista, el huracán Juana y el mundo electrónico moderno, tenía los primeros periódicos de Nicaragua y desde los años 30 las primeras calles pavimentadas”, cuentan las hermanas.
“Lo que distinguía a esta ciudad era su cultura fraternal y comunitaria. Era una gran familia. Las empresas bananeras, de pesca y de madera daban una estabilidad y economía suficiente. La juventud vivía distrayéndose en deportes sanos, como el Beisbol y el Básquet que son famosos en Bluefields.
»Los barrios eran nítidos con sus casas típicas de madera bien pintadas y con sus patios llenos de flores. Cada casa tenía su corredor con baranda por delante y mientras los hombres se congregaban en las calles, las mujeres se juntaban en la sombre de sus barandas para compartir sus asuntos… ¿Qué pasó con esta hermosa cultura fraterna de la Bahía de Bluefields?”. Hoy tristemente esta imagen ha cambiado.
La llegada de las misioneras franciscanas
La presencia de las Franciscanas Misioneras de María se remonta a los años 80, cuando llegaron desde México. Dejaron esta misión en el 2003 y cinco años más tarde por petición de Monseñor Pablo (actual obispo) volvieron de nuevo a Bluefields.
Las hermanas trabajaron mucho y bien en la formación del laicado especialmente en la Iglesia, con el proyecto pastoral del vicariato que ponía el acento en la formación de laicos. Enseñaban también en el seminario menor de Bluefields.
Abrieron diversos centros
Se pusieron también en marcha diversos centros de costura, peluquería, salud, medicina alternativa, educación… En este momento hay dos comunidades en el vicariato, una en Wapi, y otra en la ciudad de Bluefields. Esta última cuenta con cuatro hermanas, una mexicana, una paraguaya, una de la Guayana francesa y una española.
Los destinatarios del proyecto “Ningún niño sin escuela” son niños y adolescentes lustradores de calzados en Bluefields. En esta ciudad, existen numerosas familias que viven entre la pobreza extrema y la pobreza, por lo cual los padres de familia se ven obligados a enviar a sus hijos desde muy temprana edad a realizar trabajos duros para poder llevar algo de comer a sus casas.
No van a la escuela y apenas comen
Entre esas grandes masas de pobres y de niños por las calles de la ciudad, se encuentran los “lustradores de calzado”, limpiabotas. Son niños y adolescentes entre 816 años de edad, que, por falta de recursos económicos y por la necesidad de sufragar sus gastos, no van a la escuela y apenas comen, pasando el día deambulando la ciudad y buscando clientes que necesiten la limpieza de sus zapatos.
A través de este proyecto “pretendemos ofrecer a los niños y adolescentes, trabajadores, espacios de convivencia sana, combatir su situación de desnutrición y ayudarlos a salir del analfabetismo. Pero tal vez lo más importante y la mayor pretensión sea que puedan experimentar respeto, acogida, confianza y cariño. Son niños rechazados en la sociedad y alguno de ellos en sus propias familias”, señalan las Hermanas.
Un grupo de siete chavales
Quienes comenzaron este programa, un 4 de agosto de 2011, fueron el padre Isidoro, Párroco de la catedral, y dos voluntarios, César y Gabriela. Trataban de responder a esta triste realidad y empezaron con un grupo de siete chavales: Elvis, Marcos, Silvio, Juan Pablo, Juan Carlos, Pinino y Patricio. El día 15 se inscribieron otros cinco… hoy participan ya más de treinta niños.
El objetivo: lograr que estos niños lustradores de calzado que deambulan las calles de Bluefieds puedan al menos aprender a leer y a escribir.
Necesitan dignidad, cariño y amor
“Intentamos aliviar así la situación de niños más desprotegidos de Bluefields que cargan ya en sus cajas de lustrar la responsabilidad de ayudar a sus familias a conseguir el pan de cada día. La situación les ha obligado desde su infancia a cambiar el cuaderno y el lapicero por la incómoda caja de limpiar zapatos. Ellos necesitan muchas cosas pero sobre todo necesitan reconocimiento de su dignidad, cariño y amor”, señalan.
Se trata de echarles una mano pero sin que dejen sus trabajos para permitir ayudar a sus familias; darles una hora y media de clase, adaptada a su realidad concreta personal (necesitarían un profesor cada uno); proporcionarles una comida, que consiste en un vaso de bebida a base de cereales, cuando llegan, y, después de la clase , la comida normal.
»También permitirles y proporcionarles una hora de deporte donde puedan desarrollar sus energías de manera sana; y darles acogida, respeto, confianza, amor… de manera que puedan experimentar algo diferente de lo que reciben desde su contexto social y a veces familiar”.
Se trata de un proyecto en Bluefields, capital administrativa de la Región Autónoma del Atlántico Sur-(RAAS), en la que hay un alto crecimiento de la población por el éxodo rural, con una pobreza extrema del 63.1%. Es una ciudad que fue destruida totalmente en 1988 por el fuerte huracán Juana, cuyos efectos todavía hoy se notan.
Blufields antes de los cambios
“Antes de los grandes cambios que trajo la revolución Sandinista, el huracán Juana y el mundo electrónico moderno, tenía los primeros periódicos de Nicaragua y desde los años 30 las primeras calles pavimentadas”, cuentan las hermanas.
“Lo que distinguía a esta ciudad era su cultura fraternal y comunitaria. Era una gran familia. Las empresas bananeras, de pesca y de madera daban una estabilidad y economía suficiente. La juventud vivía distrayéndose en deportes sanos, como el Beisbol y el Básquet que son famosos en Bluefields.
»Los barrios eran nítidos con sus casas típicas de madera bien pintadas y con sus patios llenos de flores. Cada casa tenía su corredor con baranda por delante y mientras los hombres se congregaban en las calles, las mujeres se juntaban en la sombre de sus barandas para compartir sus asuntos… ¿Qué pasó con esta hermosa cultura fraterna de la Bahía de Bluefields?”. Hoy tristemente esta imagen ha cambiado.
La llegada de las misioneras franciscanas
La presencia de las Franciscanas Misioneras de María se remonta a los años 80, cuando llegaron desde México. Dejaron esta misión en el 2003 y cinco años más tarde por petición de Monseñor Pablo (actual obispo) volvieron de nuevo a Bluefields.
Las hermanas trabajaron mucho y bien en la formación del laicado especialmente en la Iglesia, con el proyecto pastoral del vicariato que ponía el acento en la formación de laicos. Enseñaban también en el seminario menor de Bluefields.
Abrieron diversos centros
Se pusieron también en marcha diversos centros de costura, peluquería, salud, medicina alternativa, educación… En este momento hay dos comunidades en el vicariato, una en Wapi, y otra en la ciudad de Bluefields. Esta última cuenta con cuatro hermanas, una mexicana, una paraguaya, una de la Guayana francesa y una española.
Los destinatarios del proyecto “Ningún niño sin escuela” son niños y adolescentes lustradores de calzados en Bluefields. En esta ciudad, existen numerosas familias que viven entre la pobreza extrema y la pobreza, por lo cual los padres de familia se ven obligados a enviar a sus hijos desde muy temprana edad a realizar trabajos duros para poder llevar algo de comer a sus casas.
No van a la escuela y apenas comen
Entre esas grandes masas de pobres y de niños por las calles de la ciudad, se encuentran los “lustradores de calzado”, limpiabotas. Son niños y adolescentes entre 816 años de edad, que, por falta de recursos económicos y por la necesidad de sufragar sus gastos, no van a la escuela y apenas comen, pasando el día deambulando la ciudad y buscando clientes que necesiten la limpieza de sus zapatos.
A través de este proyecto “pretendemos ofrecer a los niños y adolescentes, trabajadores, espacios de convivencia sana, combatir su situación de desnutrición y ayudarlos a salir del analfabetismo. Pero tal vez lo más importante y la mayor pretensión sea que puedan experimentar respeto, acogida, confianza y cariño. Son niños rechazados en la sociedad y alguno de ellos en sus propias familias”, señalan las Hermanas.
Un grupo de siete chavales
Quienes comenzaron este programa, un 4 de agosto de 2011, fueron el padre Isidoro, Párroco de la catedral, y dos voluntarios, César y Gabriela. Trataban de responder a esta triste realidad y empezaron con un grupo de siete chavales: Elvis, Marcos, Silvio, Juan Pablo, Juan Carlos, Pinino y Patricio. El día 15 se inscribieron otros cinco… hoy participan ya más de treinta niños.
El objetivo: lograr que estos niños lustradores de calzado que deambulan las calles de Bluefieds puedan al menos aprender a leer y a escribir.
Necesitan dignidad, cariño y amor
“Intentamos aliviar así la situación de niños más desprotegidos de Bluefields que cargan ya en sus cajas de lustrar la responsabilidad de ayudar a sus familias a conseguir el pan de cada día. La situación les ha obligado desde su infancia a cambiar el cuaderno y el lapicero por la incómoda caja de limpiar zapatos. Ellos necesitan muchas cosas pero sobre todo necesitan reconocimiento de su dignidad, cariño y amor”, señalan.
Se trata de echarles una mano pero sin que dejen sus trabajos para permitir ayudar a sus familias; darles una hora y media de clase, adaptada a su realidad concreta personal (necesitarían un profesor cada uno); proporcionarles una comida, que consiste en un vaso de bebida a base de cereales, cuando llegan, y, después de la clase , la comida normal.
»También permitirles y proporcionarles una hora de deporte donde puedan desarrollar sus energías de manera sana; y darles acogida, respeto, confianza, amor… de manera que puedan experimentar algo diferente de lo que reciben desde su contexto social y a veces familiar”.
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