Conmoción por su muerte
La última entrevista de Oswaldo Payá: habla sobre Dios, la libertad en Cuba, la dictadura...
Dos meses antes de su muerte (el domingo, en un presumible accidente de tráfico cerca de La Habana) el disidente cubano repasó su vida para Intereconomía.
Oswaldo Payá no es un desencantado del castrismo porque lo rechazó desde niño; ahí reside su fuerza moral. Su primer acto de rebeldía consistió -mientras hacía la mili- en negarse a participar en un traslado de presos políticos. Inmediatamente se convirtió en uno de ellos, pasando una temporada privado de libertad en la isla de Pinos, un lugar que por entonces no era paradisíaco. Pero no solo estaba ahí por sus ideas. “También por mi fe. Recuerdo esa etapa como muy cruel”.
Precisamente, para intentar aliviar la crueldad, Oswaldo llevaba consigo un ejemplar del Nuevo Testamento y lo leía en cuanto podía, en medio de un cañaveral o sentado encima de una cantera de piedra, lo que le permitía sentir la experiencia de Dios porque “es una luz que atraviesa cualquier barrera”. Y también porque le daba razón a su sufrimiento y a su aislamiento, algo por lo que hoy da gracias a Dios.
Para hacer esto último, hay que tener mucha seguridad en sí mismo y una fe arraigada y no de circunstancias. Oswaldo tiene ambas cosas. Por lo que respecta a su catolicismo, le fue inculcado a él y a sus seis hermanos por sus padres. “Pero sin imposiciones”. Tampoco les obligaron -pero sí les estimularon- a tener gusto por la actividad intelectual. Con resultados positivos, porque Oswaldo es licenciado en Físicas e ingeniero de Telecomunicaciones.
Muro del silencio
Mucha fuerza de voluntad debía de tener para sacarse dos carreras en la Cuba comunista porque ir de cristiano significaba aceptar una situación incómoda. Y a veces humillante: su hermano Carlos Alberto -hoy exiliado en España- fue abucheado y repudiado por sus compañeros de campus, unos jóvenes manejados -no podía ser de otra forma- por agentes de la Seguridad del Estado. Era 1986.
Por esas fechas -no había caído el muro de Berlín y la cultura del miedo aplastaba a los cubanos más que ahora- Oswaldo ya había sentado las bases del Movimiento Cristiano de Liberación, que preside y desde el que lleva décadas intentando promover un espacio de libertad en la isla caribeña.
-¿No teme, al llamarlo cristiano, ahuyentar a opositores no creyentes?
- No, porque no tiene carácter confesional -caben los que creen y los que no creen- y porque encontramos en el Evangelio la fuerza primera de la libertad y de la superación del miedo.
-¿Cómo compagina la liberación evangélica con la política?
-Como una liberación que va más allá de la política: hay que liberarse de un régimen que se apropia no solo de los recursos, sino también de la persona.
De la de Oswaldo llevan apropiándose décadas. Sin ir más lejos, él y todo lo que le rodea -su domicilio, su familia, sus amigos, sus idas y venidas- siguen siendo objeto de una vigilancia estrecha. Pero, con su acción y su resistencia pacífica, Oswaldo ha perforado el muro del silencio y ha logrado el reconocimiento internacional: el Parlamento Europeo le dio el Premio Sajarov y su candidatura ha sido presentada varias veces para el Nobel de la Paz.
Sin embargo, el galardón del que se siente más orgulloso es el de no haber sido doblegado en 53 años de dictadura. Se lo debe en parte a Nuestra Señora del Cobre, patrona de su país, que le ha acompañado a lo largo de toda su vida y a la que acude a visitar a su santuario de Santiago de Cuba en cuanto puede. Y también gracias al ejemplo del padre Félix Varela, el inspirador de la conciencia nacional cubana en el siglo XIX. El principal objetivo de Oswaldo es recuperarla para el XXI.
Oswaldo Payá no es un desencantado del castrismo porque lo rechazó desde niño; ahí reside su fuerza moral. Su primer acto de rebeldía consistió -mientras hacía la mili- en negarse a participar en un traslado de presos políticos. Inmediatamente se convirtió en uno de ellos, pasando una temporada privado de libertad en la isla de Pinos, un lugar que por entonces no era paradisíaco. Pero no solo estaba ahí por sus ideas. “También por mi fe. Recuerdo esa etapa como muy cruel”.
Precisamente, para intentar aliviar la crueldad, Oswaldo llevaba consigo un ejemplar del Nuevo Testamento y lo leía en cuanto podía, en medio de un cañaveral o sentado encima de una cantera de piedra, lo que le permitía sentir la experiencia de Dios porque “es una luz que atraviesa cualquier barrera”. Y también porque le daba razón a su sufrimiento y a su aislamiento, algo por lo que hoy da gracias a Dios.
Para hacer esto último, hay que tener mucha seguridad en sí mismo y una fe arraigada y no de circunstancias. Oswaldo tiene ambas cosas. Por lo que respecta a su catolicismo, le fue inculcado a él y a sus seis hermanos por sus padres. “Pero sin imposiciones”. Tampoco les obligaron -pero sí les estimularon- a tener gusto por la actividad intelectual. Con resultados positivos, porque Oswaldo es licenciado en Físicas e ingeniero de Telecomunicaciones.
Muro del silencio
Mucha fuerza de voluntad debía de tener para sacarse dos carreras en la Cuba comunista porque ir de cristiano significaba aceptar una situación incómoda. Y a veces humillante: su hermano Carlos Alberto -hoy exiliado en España- fue abucheado y repudiado por sus compañeros de campus, unos jóvenes manejados -no podía ser de otra forma- por agentes de la Seguridad del Estado. Era 1986.
Por esas fechas -no había caído el muro de Berlín y la cultura del miedo aplastaba a los cubanos más que ahora- Oswaldo ya había sentado las bases del Movimiento Cristiano de Liberación, que preside y desde el que lleva décadas intentando promover un espacio de libertad en la isla caribeña.
-¿No teme, al llamarlo cristiano, ahuyentar a opositores no creyentes?
- No, porque no tiene carácter confesional -caben los que creen y los que no creen- y porque encontramos en el Evangelio la fuerza primera de la libertad y de la superación del miedo.
-¿Cómo compagina la liberación evangélica con la política?
-Como una liberación que va más allá de la política: hay que liberarse de un régimen que se apropia no solo de los recursos, sino también de la persona.
De la de Oswaldo llevan apropiándose décadas. Sin ir más lejos, él y todo lo que le rodea -su domicilio, su familia, sus amigos, sus idas y venidas- siguen siendo objeto de una vigilancia estrecha. Pero, con su acción y su resistencia pacífica, Oswaldo ha perforado el muro del silencio y ha logrado el reconocimiento internacional: el Parlamento Europeo le dio el Premio Sajarov y su candidatura ha sido presentada varias veces para el Nobel de la Paz.
Sin embargo, el galardón del que se siente más orgulloso es el de no haber sido doblegado en 53 años de dictadura. Se lo debe en parte a Nuestra Señora del Cobre, patrona de su país, que le ha acompañado a lo largo de toda su vida y a la que acude a visitar a su santuario de Santiago de Cuba en cuanto puede. Y también gracias al ejemplo del padre Félix Varela, el inspirador de la conciencia nacional cubana en el siglo XIX. El principal objetivo de Oswaldo es recuperarla para el XXI.
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