¿Verdaderamente es arte la provocación o una cosa es ser artista y otra muy distinta ser un broncas?

 
 
            Pues bien amigos, que el arte deba ser provocación a los semejantes es una afirmación discutible en sí misma. Uno escucha a Mozart, toca a Miguel Angel, admira a Tiziano, degusta a Cándido o inhala Roger et Gallet y no siente la provocación por ningún lado: simplemente se deleita, simplemente se explaya, simplemente se abandona y siente el terrible bienestar que producen la belleza, el buen gusto y el trabajo bien hecho... que los seres humanos somos así de raros…
 
            Que el arte tenga que ser provocación suena más bien a excusa de quien no es otra cosa que un provocador, un broncas, y como provocar está muy feo, y de las provocaciones lo único que surge es la ofensa y en el peor de los casos, la lucha y hasta la guerra, de quien esconde su incapacidad para hacer otra cosa bajo la fácil y rentable excusa de estar produciendo arte. Las cosas como son: bajo la vitola de “artista provocador” nunca se esconde un artista, y siempre un provocador, un simple broncas.
 
            Pero es que por si todo ello fuera poco, resulta que la provocación invocada no es tal, porque para que la provocación sea verdaderamente provocadora, -permítanme Vds. la anáfora-, a la ofensa que implica ha de acompañar un riesgo para quien la infiere, riesgo que nunca se ve en la obra de esos “artistas provocadores”, los cuales mucho se cuidan de provocar a quien saben que no va a responder nunca, y de no provocar, en cambio, a quien saben que es “pronto a la respuesta”. Se profanan iglesias, pero no se profanan mezquitas; se insulta a los ancianos, pero no a los jóvenes; se ofende a la gente de paz, pero nunca a la gente violenta; se agrede al que ya ha sido agredido, pero nunca al agresor…
 
            Todos sabemos que es así, y sin embargo, como una más de las manifestaciones de dos fenómenos de los que caracterizan a esta sociedad hipócrita que vivimos, la asimetría del discurso (pinche aquí para conocerla mejor) y la intolerancia disfrazada de tolerancia (pinche aquí para hacer lo propio), una de las cosas que tenemos que repetir todos hasta la saciedad para no incurrir en la ira de los que nos pueden castigar a la muerte civil, es la de aceptar que son provocadores actos que, sencillamente, no lo son, porque el supuesto provocador, que ha calculado de antemano el riesgo en el que incurre al realizar “su” provocación, no arriesga nada, sencillamente nada, y bien al contrario, no hace sino ganar… que no es poco ganar pasar por artista cuando sólo se es un broncas, ni es pequeña la retribución que, por lo general, acompaña a las tales “provocaciones”.
 
            Y sin más por hoy les dejo, amigos. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Y eso sí, recen Vds. mucho por ese pobre miserable pamplonés que se ha tomado la molestia de robar 284 hostias consagradas para realizar “una obra de arte provocadora”. Mucho me temo, la verdad, que el tipejo merezca poco más que la infinita conmiseración y compasión de sus semejantes: un pobre desgraciado, un cobarde, un aprovechado, un villano, un broncas… ahora bien, de artista, poco ¿eh? Las cosas como son.
 
 
            ^©L.A.
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