El Valle de los Caídos y la Residencia de Estudiantes
Se aviva de nuevo el debate sobre si Valle de los Caídos-sí/ Valle de los Caídos-no, pero en esta ocasión asistiendo sólo a la primera entrega del paquete: exhumación de los restos de Franco. Se trata de replantear lo mismo que en otras ocasiones, pero dando un rodeo. El argumentario vuelve a ser hacer creer a la opinión pública que el monumento fue creado como mausoleo de Franco previa fundación de un campo de exterminio para presos, pero lo cierto es que la historia real no da para tanto, y para muestra dos botones: el libro de Juan Blanco Valle de los Caídos: ni presos políticos ni trabajos forzados (2009) o el más reciente de Alberto Bárcena Los presos del Valle de los Caídos (2015). Estos textos y otros dan cuando menos para coger con pinzas lo que nos cuentan los líderes y lideresas de la progresía española. Claro que el machaconeo con escasa base científica, insistente y consentido desde la Transición por aquello de que no se soliviante al personal, ha calado al respecto más que la ciencia, y ahora es más complicado hacer ver a la gente la verdad de las cosas.
El caso es que algo parecido ha ocurrido en más ocasiones. Una de ellas, casi inédita, es cómo sucedió que la Residencia de Estudiantes interrumpiese su actividad cultural. Nos han hecho creer que en su momento fue poco menos que un feudo del Frente Popular y que acabaron con ella las hordas nacionalcatólicas. Esto tampoco se ajusta exactamente a la realidad. Veamos.
La Residencia de Estudiantes de Madrid fue fundada en 1910 por Alfonso XIII, en plena monarquía parlamentaria y católica, en la que, por ejemplo, el Rey consagró España al Sagrado Corazón de Jesús. En la Residencia departieron solícitamente, invitados por sus responsables, personalidades del mundo de la cultura tales como Bergson o Chesterton, Manuel de Falla, Unamuno, Cajal… cuyos discursos no eran precisamente asimilables a los del Frente Popular, encontrándose más bien a tiro de piedra de la Iglesia.
El director fundador de la Residencia de Estudiantes, Alberto Jiménez Fraud, que, como el rey Alfonso XIII, no era precisamente el guardián de la ortodoxia católica, dejó escritas cosas como las siguientes: "La Residencia quiere ser el hogar espiritual donde se fragüe y depure, en corazones jóvenes, el sentimiento de profundo amor a la España que se está haciendo… La Iglesia cristiana había adoptado esa concepción clásica de la libertad, bajo el postulado de que la Providencia y el alma humana se mueven en idéntica esfera y de que la historia del hombre es como el adecuado desarrollo educativo de la historia de la salvación. Y en esta espléndida síntesis clásico cristiana parecía asegurado el progreso no ininterrumpido de la humanidad… Bien sabemos que todos los movimientos revolucionarios que fueron adquiriendo poder en Europa (Italia, Alemania, Rusia, etc.) repudiaban con violento furor de poseídos las ideas y las prácticas del liberalismo…”.
Todo este texto y más se encuentra en papel en el libro Alberto Jiménez Fraud (1883-1964) y la Residencia de Estudiantes (1910-1936).
Pues bien, en el verano del 36, con la Residencia repleta de estudiantes, su director, Alberto Jiménez Fraud, por temor a sufrir un ataque por miembros del Frente Popular (de hecho, un grupo de ellos entraron en la casa de Adolfo Posada, entonces al frente de la Institución Libre de Enseñanza, a la que también pertenecía Alberto Jiménez Fraud, y saquearon y quemaron su archivo, no pudiendo por suerte detenerle por haber huido), solicitó para ella la inmunidad diplomática de las embajadas inglesa y norteamericana, que colgaron sus banderas inmediatamente, y las mantuvieron hasta que los estudiantes extranjeros pudieron volver a sus países (Álvaro Ribagorda, “Un triste epílogo bajo las balas: la Residencia durante la guerra”, en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, IIª Época, diciembre 2010, nº 78-79-80, págs. 363-379). Además, abrió en la Residencia un colegio de niños huérfanos y heridos de guerra a modo de escudos humanos, para evitar ataques.
Esta situación de amenaza inminente, y no precisamente por miembros que apoyaran la rebelión militar, llevó a Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, Ramón Prieto Bances, Patricio de Azcárate o Dámaso Alonso, con sus familias, a solicitar a Fraud asilo político en la Residencia de Estudiantes, temiendo ser asesinados por miembros del Frente Popular. El entonces secretario de la Junta de Ampliación de Estudios y ministro de Instrucción Pública con Lerroux, Prieto Bances, estaba amenazado de muerte por el Frente Popular, y miembros de esta formación se personaron en la Residencia de Estudiantes a detenerle, algo que evitó Natalia Cossío, distrayéndoles mientras Prieto Bances se tiraba por una ventana y huía.
Alberto Jiménez Fraud (como él mismo dejaría escrito en su obra Ocaso y restauración) solicitó a su amigo y colaborador el Marqués de Silvela (fundador del Comité Hispano-Inglés junto con Fraud y otros y que fuera presidente de la Comisión Directiva de la Residencia de Estudiantes) que se trasladase con su familia a la Residencia de Estudiantes, algo que demoró en demasía y acabó costándole la vida.
En octubre de 1936 el Frente Popular ya había pactado con el genocida socialista Stalin la ayuda a su ejército, violando el pacto de no intervención suscrito por ese mismo individuo. Fue el ejército del Frente Popular en noviembre del 36 quien desalojó a los últimos intelectuales de la Edad de Plata española de la Residencia de Estudiantes e incautó el edificio, instalando una división motorizada, tal vez financiada por Stalin directamente. La Residencia de Estudiantes sería devuelta a la vida cultural tras la puesta en marcha del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por los católicos José Ibáñez-Martín y José María Albareda.
Alguna cosa más he escrito sobre el tema tratado y se puede encontrar en la revista Arbil, en "Católicos, científicos y exiliados", en "JAE-CSIC, Centenario de la Residencia de Estudiantes 1910-2010 y PSOE-PP" y en "Socialismo y ciencia: el caso Lysenko".
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