Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Una mujer de 47 años escribe un artículo que va más allá de la blasfemia del carnaval canario

Una madre de familia da una lección de sentido común ante las repetidas ofensas a los católicos

Una madre de familia da una lección de sentido común ante las repetidas ofensas a los católicos
El ganador del carnaval Drag realizó un espectáculo centrado en la ofensa a los católicos

ReL

La pasada semana los católicos españoles vivieron un episodio muy triste que mostró la doble vara de medir que existe con los fieles de esta religión en España. En el carnaval de Las Palmas, el ganador de la gala Drag protagonizó una grave ofensa tanto a la Virgen María como a Jesucristo, tras aparecer como la Madre de Dios para ir desnudándose para más tarde hacer de Jesús crucificado.

Mientras los católicos piden que se acaben este tipo de ofensas, los defensores de estos actos se amparan en la libertad de expresión, la misma que niegan a los creyentes. Por ello, una madre de familia y católica, Sofía Cagigal de Gregorio, ha puesto sentido común ante esta polémica con una carta que deberían leer todos aquellos que siguen pensando que ofender a la Iglesia siguen siendo transgresor:

El pasado 27 de febrero, Borja Casillas, caracterizado como Drag Sethlas, tuvo sus minutos de gloria; ganó la gala Drag del Carnaval de las Palmas de Gran Canaria 2017. Hasta aquí una noticia más si no fuera porque con su espectáculo, es posible que el 70% de los españoles, que se declara católico, se sintiera agredido, humillado, vejado y profundamente dolido.

¿Somos conscientes de que de un tiempo a esta parte los cristianos católicos estamos sufriendo en España una persecución silenciosa, por parte de un sector de la sociedad, amparada en la libertad de expresión, en lo políticamente correcto, el anticlericalismo, la intolerancia y la estupidez más absoluta?

El obispo de Canarias, Francisco Cases, escribió una carta en la que entre otras cosas decía que “hasta ahora el día más triste de su estancia en Canarias había sido el día del accidente en Barajas del avión que partía hacia Gran Canaria. A partir de hoy diré que estoy viviendo ahora el día más triste”. Sus palabras han causado un gran revuelo, casi más que el espectáculo de Drag Sethlas. Se le ha tachado de todo. La presidenta de la Asociación de Víctimas de Spanair AVJK5022, Pilar Vera, le ha recordado que en aquel siniestro de aviación murieron y se destruyeron no solo ciento cincuenta y cuatro personas, sino también sus familias y le ha pedido que, si ha olvidado a las víctimas, lo haga del todo y deje de citarles.

Puede que monseñor Cases se haya equivocado en su comparación y no haya estado afortunado, pero aún así es fácil criticar a un católico, y más si es sacerdote, y todavía más si es obispo. No hay nada más doloroso que la pérdida de vidas humanas sin un motivo natural. Pero si miramos más allá de las palabras del obispo, quizá podamos entender la comparación, ya que para un cristiano no hay nada más sagrado que la figura de Cristo y su mensaje, que trasciende la propia vida humana. De ahí su dolor profundo de corazón al ver el espectáculo. El ataque profundo y cada vez más habitual a la esencia de los católicos tiene el peligro de ir filtrándose poco a poco en la mente y el corazón de miles de personas que acaben viendo como normal el insulto a quienes sienten la religión católica como parte de su propia vida.

Precisamente esa fe de la que muchos se mofan, puede servir para sobrellevar la dureza y el desgarro de la pérdida de un ser querido en una accidente de avión. Y lo digo con conocimiento de causa y desde el máximo respeto por las víctimas de Spanair, ya que yo también soy víctima de un accidente aéreo; cuando tenía catorce años, mi padre murió en el primer accidente que hubo en el aeropuerto de Barajas, en el año 1983, cuando dos aviones chocaron en la niebla.

Si se respeta a todos, ¿por qué no a los católicos?
Soy católica, apostólica y romana por tradición y por fe; soy creyente, practicante, he tenido mis dudas de fe profundas y mis noches oscuras, soy heterosexual, casada desde hace 20 años con la misma persona, soy madre de dos hijas, soy blanca, de 47 años, me gusta que mis hijas reciban una educación cristiana porque creo que el mensaje de Cristo (el amor, la misericordia, el perdón y la caridad), es el que verdaderamente hace que este mundo pueda ser mejor. No soy retrógrada, carca, ultra ni rancia. Soy liberal y tradicional. Respeto a los agnósticos, a los ateos, a los judíos, musulmanes, budistas, sintoístas, y personas que profesen cualquier otra religión; respeto a los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, drag queens, heterosexuales; a los solteros, casados, viudos, separados, divorciados, parejas de hecho; a los ricos, pobres, negros, blancos, mulatos, mestizos, europeos, asiáticos, americanos, africanos y ciudadanos de Oceanía; a quienes votan al PP, al PSOE, a Ciudadanos, a Podemos y a otros partidos políticos.

Y si yo respeto de esta forma, ¿Por qué no puedo sentirme respetada por mis creencias religiosas? Los católicos no queremos ser más que nadie, pero tampoco menos.


Las pintadas en las parroquias son cada vez más comunes en España

¿No queremos todos que nuestros hijos aprendan a convivir en tolerancia y consigamos así un país y un mundo mejor? ¿No nos horrorizamos cuando asistimos a las muertes por violencia machista o a las agresiones y casos de abuso de unos adolescentes a otros? ¿No denunciamos las agresiones a distintos colectivos por cuestiones de identidad sexual? ¿No pedimos visibilidad y subvenciones para otras confesiones religiosas, minoritarias en España? ¿Y por qué entonces jaleamos y no nos escandalizamos cuando los católicos sufrimos continuas agresiones a nuestra identidad religiosa? ¿Por qué se utiliza distinto criterio para juzgar unos casos y otros?

Ni más que nadie, ni menos
No queremos ser más que nadie, pero tampoco menos; y por eso creo que los cristianos católicos debemos decir alto y fuerte que pedimos un respeto hacia nuestras creencias, nuestros valores, nuestras imágenes, nuestro culto, nuestros templos de oración, nuestros signos como la cruz, nuestras tradiciones como la Semana Santa o la Navidad, nuestras manifestaciones artísticas y culturales y nuestra historia. España es un país en el que el setenta por ciento de sus ciudadanos se declara católico: el setenta por ciento. No debemos callarnos más.

Borja Casillas ha dicho que no pretendía herir a nadie, que solo buscaba polémica; no me vale. Con ese criterio se podría justificar cualquier agresión física o verbal. Uno tiene que pensar antes de actual, tiene que ver al prójimo (próximo), tiene que ser empático y pensar cómo se sentiría si se burlaran de lo más sagrado para uno mismo, tiene que practicar la tolerancia en todas las direcciones, empezando por sí mismo. La libertad de expresión tiene que tener un límite, y sobre todo, un único criterio a la hora de aplicarse. Los católicos no queremos ser más que nadie, pero tampoco menos.
 
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