Varapalo judicial a la llamada Iglesia Ecuménica Católica
Se visten de clero católico, piden dinero en una parroquia, el arzobispo protesta ¡y le denuncian!
Iban vestidos como clérigos católicos, decían ser católicos, decían ser sacerdotes y pedían dinero a feligreses en una parroquia…
Lo que no especificaban es que no eran católicos “de verdad”, de la Iglesia fundada por Cristo sobre Pedro en Tierra Santa hace dos mil años, sino “católicos” de la llamada “Iglesia Católica Ecuménica de Cristo y Exaltación de la Cruz”, un grupo fundado en 1998 por el excura austriaco Karl Raimund Rodig, nueve años después de dejar la Iglesia Católica (la de verdad) por estar en contra de las exigencias del celibato.
El arzobispo quiso proteger a sus feligreses
Cuando el arzobispo de San José de Costa Rica, Hugo Barrantes, vio en 2011 que unos señores vestidos de curas pedían dinero a sus feligreses en la parroquia católica de Cinco Esquinas de Tibás, publicó una carta con fecha del 18 de noviembre (que la prensa redifundió) advirtiendo que esos “clérigos” no eran católicos y que “falsos profetas buscan lucrarse aprovechando el nombre de la Iglesia”. Eso sí, la nota no mencionaba a ninguna persona concreta.
Los falsos curas, en vez de amedrentarse, denunciaron a la justicia civil al arzobispo por “calumnias y difamación”. Así, el principal pastor de la Iglesia de Costa Rica apareció en los titulares de prensa: “el arzobispo Barrientos, denunciado por calumnias y difamación”.
Para los denunciantes era una oportunidad para “vender” su mensaje en el debate público: que hay “muchos grupos católicos pero no romanos”, que quien quiera ser católico pero distinto puede sumarse a ellos… Es una forma de darse a conocer y ganar adeptos.
Pseudocatolicismo "light" busca compradores
Desde su origen en 1998 la autodenominada “Iglesia Católica Ecuménica de Cristo” es un grupo (más bien pequeño) que se ha ofrecido, y más aún en América Latina, a excatólicos, o mejor dicho, a católicos que se han enfadado con la Iglesia por su exigente disciplina (sobre todo en lo que se refiere a divorcio, ordenación de mujeres y celibato sacerdotal) y quieren ser “católicos” pero sin esas exigencias.
Repiten una y otra vez la etiqueta “católica”, usan vestiduras que imitan a las católicas (hábitos de estilo franciscano, por ejemplo), hablan de tener sacerdotes y curas, no “pastores” (y en países de Europa Oriental usan títulos bizantinos: eparcas, archimandritas, etc…) y han aprovechado la polémica para declarar en la prensa: “Somos sacerdotes dentro de nuestra iglesia a nivel mundial, con una sucesión válida. Lastimosamente, la Iglesia romana no respeta las sucesiones de otras iglesias”, según explica el “padre” Víctor, de esta ICEC.
Lo cierto es que Roma sí respeta las sucesiones válidas, por ejemplo, las de las Iglesias Ortodoxas. Por eso, en su web, el excura Karl Raimund Rodig (hoy “obispo presidente” de la ICEC, después de rechazar humildemente el título de "Prelado Ecuménico") asegura que su consagración episcopal es válida por provenir de dos líneas de origen católico, dos comunidades que se escindieron de la Iglesia Católica y la obediencia a Roma, la Iglesia Veterocatólica de Utrecht y la más moderna “Iglesia Católica de Brasil”. También reclama una línea sucesoria ortodoxa.
El caso es que la ICEC fundada en 1998 y con unos pocos miles, quizá apenas centenares, de fieles, no se ruboriza a la hora de dar instrucciones en su artesanal web de lo que debe cambiar la Iglesia Católica, fundada por Cristo hace veinte siglos, con 1.250 millones de fieles y un crecimiento de 15 o 20 millones cada año.
El párroco de Cinco Esquinas felicita al arzobispo emérito de San José de Costa Rica, Hugo Barrantes, por su triunfo en la defensa de los derechos de los católicos a no ser engañados por personajes disfrazados
El arzobispo de San José tenía razón
Después de 4 años de proceso judicial, los tribunales civiles han dado la razón al ya emérito arzobispo costarricense y por el contrario regañan con dureza a los demandantes de la ICEC, a los que piden pagar las costas del proceso.
Por un lado, el texto del arzobispo, aunque prevenía a los feligreses contra “falsos profetas que pedían dinero” no mencionaba el nombre de nadie en concreto, por lo que la denuncia por “calumnias y difamación” no puede prosperar.
Por otro lado, el juez Manuel Rojas considera probado que los querellantes, Víctor Mora Jiménez y Rándall Murillo Barrios (que se declaran “sacerdotes” de la ICEC) no fueron claros y transparentes en su trato con la parroquia y la diócesis, no explicaron quién eran ni qué hacían con los feligreses y que, de hecho, al vestir como clero católico y usar títulos católicos confundían realmente a la comunidad.
“Se estaban identificando por su vestimenta y por su discurso como pertenecientes a una iglesia católica que todo mundo identificaba en la comunidad como de la parroquia, sin que se hiciera alguna aclaración. Y, todavía más delicado, se estaba solicitando dinero”, declaró el juez Rojas.
Añadió: “El comunicado que dirige Barrantes Ureña es para alertar respecto de lo que podía estar sucediendo (...); no hay ningún elemento ni difamatorio ni calumnioso. La dimensión que quisieran darle los medios de prensa es un asunto totalmente aparte”.
El juez criticó la querella de los pseudocatólicos por contener elementos no probados y también calificó las declaraciones de los demandantes como “bastante vagas y evasivas”.
El arzobispo emérito, al salir del juzgado exonerado de todos los cargos, declaró: “Quiero aclarar que aquí no era la pelea de una persona, Hugo Barrantes, contra otras personas. Era el derecho de la Iglesia de anunciar la verdad (...). Como obispo, quise defender la verdad de la Iglesia”.
Pero el grupo pseudocatólico, que vive de darse a conocer entre excatólicos molestos con la Iglesia, ha anunciado que seguirá presentando acciones judiciales y recurrirá la sentencia.
“Este es el primer tiempo del partido y también faltan los penales, que sería el recurso ante Sala Tercera”, adelantó el abogado.
¿Un mismo Dios con doctrinas contradictorias?
Y su defendido, Víctor Mora, repitió el eslogan del grupo:
“Iglesias católicas hay muchas. ¿Por qué nosotros no podemos ser? Hay franciscanos, anglicanos, luteranos, hay monjas de otras denominaciones católicas fuera de Roma (...). ¿Qué tan falsos y estafadores podemos ser si seguimos al mismo Dios?”, alegó.
La respuesta es, por supuesto, que no siguen al mismo Dios los que tienen doctrinas contradictorias acerca de lo que pide Dios. ¿Siguen al mismo Dios los que dicen que Dios permite el divorcio y recasarse y los que dicen que no lo permite? ¿Siguen al mismo Dios los que se dejan apacentar por Pedro –“Pedro, apacienta mis corderos”, pedía Cristo- y los que dicen que no necesitan ministerio petrino?
Cuando el pastor pentecostal Ulf Ekman se hizo católico hace unos meses recordó que Cristo vino “a reunir a los hijos dispersos de Dios”. Evidentemente, cada nuevo cisma y división (como la creación de la ICEC en 1998 por el excura Rodig) en vez de “reunir a los hijos dispersos” aumenta la dispersión.
El tema de fondo de esta polémica, en cualquier caso, es que la palabra “católico” es prestigiosa. Muchos grupúsculos la reclaman. La diócesis de Albuquerque en EEUU, por ejemplo, tuvo que publicar en Internet toda una lista de falsas comunidades que decían ser católicas en su región.
ReL escribió sobre muchos de estos grupos, cada vez más exóticos y alejados de la doctrina evangélica, en este artículo.
De hecho, sólo con el grupo de Rodig ya se nota la tendencia. En realidad, cuando Rodig fundó su propia iglesia en 1998 la llamó “Iglesia Católica Romana y Apostólica Reformada”. En 2007 la pasaron a llamar Iglesia Católica Ecuménica de Cristo, en parte para distinguirse de la “Iglesia Católica Reformada de Venezuela”, que era un grupo bolivariano dócil al gobierno chavista venezolano, y en parte para abandonar los adjetivos “romana y apostólica”… pero aferrándose al de “católica”.
La realidad es que Cristo fundó sólo una Iglesia y entregó las Llaves del Reino (es decir, de la Iglesia) a Pedro… Sin la unión a Pedro y sus herederos, no hay catolicidad.
Lo que no especificaban es que no eran católicos “de verdad”, de la Iglesia fundada por Cristo sobre Pedro en Tierra Santa hace dos mil años, sino “católicos” de la llamada “Iglesia Católica Ecuménica de Cristo y Exaltación de la Cruz”, un grupo fundado en 1998 por el excura austriaco Karl Raimund Rodig, nueve años después de dejar la Iglesia Católica (la de verdad) por estar en contra de las exigencias del celibato.
El arzobispo quiso proteger a sus feligreses
Cuando el arzobispo de San José de Costa Rica, Hugo Barrantes, vio en 2011 que unos señores vestidos de curas pedían dinero a sus feligreses en la parroquia católica de Cinco Esquinas de Tibás, publicó una carta con fecha del 18 de noviembre (que la prensa redifundió) advirtiendo que esos “clérigos” no eran católicos y que “falsos profetas buscan lucrarse aprovechando el nombre de la Iglesia”. Eso sí, la nota no mencionaba a ninguna persona concreta.
Los falsos curas, en vez de amedrentarse, denunciaron a la justicia civil al arzobispo por “calumnias y difamación”. Así, el principal pastor de la Iglesia de Costa Rica apareció en los titulares de prensa: “el arzobispo Barrientos, denunciado por calumnias y difamación”.
Para los denunciantes era una oportunidad para “vender” su mensaje en el debate público: que hay “muchos grupos católicos pero no romanos”, que quien quiera ser católico pero distinto puede sumarse a ellos… Es una forma de darse a conocer y ganar adeptos.
Pseudocatolicismo "light" busca compradores
Desde su origen en 1998 la autodenominada “Iglesia Católica Ecuménica de Cristo” es un grupo (más bien pequeño) que se ha ofrecido, y más aún en América Latina, a excatólicos, o mejor dicho, a católicos que se han enfadado con la Iglesia por su exigente disciplina (sobre todo en lo que se refiere a divorcio, ordenación de mujeres y celibato sacerdotal) y quieren ser “católicos” pero sin esas exigencias.
Repiten una y otra vez la etiqueta “católica”, usan vestiduras que imitan a las católicas (hábitos de estilo franciscano, por ejemplo), hablan de tener sacerdotes y curas, no “pastores” (y en países de Europa Oriental usan títulos bizantinos: eparcas, archimandritas, etc…) y han aprovechado la polémica para declarar en la prensa: “Somos sacerdotes dentro de nuestra iglesia a nivel mundial, con una sucesión válida. Lastimosamente, la Iglesia romana no respeta las sucesiones de otras iglesias”, según explica el “padre” Víctor, de esta ICEC.
Lo cierto es que Roma sí respeta las sucesiones válidas, por ejemplo, las de las Iglesias Ortodoxas. Por eso, en su web, el excura Karl Raimund Rodig (hoy “obispo presidente” de la ICEC, después de rechazar humildemente el título de "Prelado Ecuménico") asegura que su consagración episcopal es válida por provenir de dos líneas de origen católico, dos comunidades que se escindieron de la Iglesia Católica y la obediencia a Roma, la Iglesia Veterocatólica de Utrecht y la más moderna “Iglesia Católica de Brasil”. También reclama una línea sucesoria ortodoxa.
El caso es que la ICEC fundada en 1998 y con unos pocos miles, quizá apenas centenares, de fieles, no se ruboriza a la hora de dar instrucciones en su artesanal web de lo que debe cambiar la Iglesia Católica, fundada por Cristo hace veinte siglos, con 1.250 millones de fieles y un crecimiento de 15 o 20 millones cada año.
El párroco de Cinco Esquinas felicita al arzobispo emérito de San José de Costa Rica, Hugo Barrantes, por su triunfo en la defensa de los derechos de los católicos a no ser engañados por personajes disfrazados
El arzobispo de San José tenía razón
Después de 4 años de proceso judicial, los tribunales civiles han dado la razón al ya emérito arzobispo costarricense y por el contrario regañan con dureza a los demandantes de la ICEC, a los que piden pagar las costas del proceso.
Por un lado, el texto del arzobispo, aunque prevenía a los feligreses contra “falsos profetas que pedían dinero” no mencionaba el nombre de nadie en concreto, por lo que la denuncia por “calumnias y difamación” no puede prosperar.
Por otro lado, el juez Manuel Rojas considera probado que los querellantes, Víctor Mora Jiménez y Rándall Murillo Barrios (que se declaran “sacerdotes” de la ICEC) no fueron claros y transparentes en su trato con la parroquia y la diócesis, no explicaron quién eran ni qué hacían con los feligreses y que, de hecho, al vestir como clero católico y usar títulos católicos confundían realmente a la comunidad.
“Se estaban identificando por su vestimenta y por su discurso como pertenecientes a una iglesia católica que todo mundo identificaba en la comunidad como de la parroquia, sin que se hiciera alguna aclaración. Y, todavía más delicado, se estaba solicitando dinero”, declaró el juez Rojas.
Añadió: “El comunicado que dirige Barrantes Ureña es para alertar respecto de lo que podía estar sucediendo (...); no hay ningún elemento ni difamatorio ni calumnioso. La dimensión que quisieran darle los medios de prensa es un asunto totalmente aparte”.
El juez criticó la querella de los pseudocatólicos por contener elementos no probados y también calificó las declaraciones de los demandantes como “bastante vagas y evasivas”.
El arzobispo emérito, al salir del juzgado exonerado de todos los cargos, declaró: “Quiero aclarar que aquí no era la pelea de una persona, Hugo Barrantes, contra otras personas. Era el derecho de la Iglesia de anunciar la verdad (...). Como obispo, quise defender la verdad de la Iglesia”.
Pero el grupo pseudocatólico, que vive de darse a conocer entre excatólicos molestos con la Iglesia, ha anunciado que seguirá presentando acciones judiciales y recurrirá la sentencia.
“Este es el primer tiempo del partido y también faltan los penales, que sería el recurso ante Sala Tercera”, adelantó el abogado.
¿Un mismo Dios con doctrinas contradictorias?
Y su defendido, Víctor Mora, repitió el eslogan del grupo:
“Iglesias católicas hay muchas. ¿Por qué nosotros no podemos ser? Hay franciscanos, anglicanos, luteranos, hay monjas de otras denominaciones católicas fuera de Roma (...). ¿Qué tan falsos y estafadores podemos ser si seguimos al mismo Dios?”, alegó.
La respuesta es, por supuesto, que no siguen al mismo Dios los que tienen doctrinas contradictorias acerca de lo que pide Dios. ¿Siguen al mismo Dios los que dicen que Dios permite el divorcio y recasarse y los que dicen que no lo permite? ¿Siguen al mismo Dios los que se dejan apacentar por Pedro –“Pedro, apacienta mis corderos”, pedía Cristo- y los que dicen que no necesitan ministerio petrino?
Cuando el pastor pentecostal Ulf Ekman se hizo católico hace unos meses recordó que Cristo vino “a reunir a los hijos dispersos de Dios”. Evidentemente, cada nuevo cisma y división (como la creación de la ICEC en 1998 por el excura Rodig) en vez de “reunir a los hijos dispersos” aumenta la dispersión.
El tema de fondo de esta polémica, en cualquier caso, es que la palabra “católico” es prestigiosa. Muchos grupúsculos la reclaman. La diócesis de Albuquerque en EEUU, por ejemplo, tuvo que publicar en Internet toda una lista de falsas comunidades que decían ser católicas en su región.
ReL escribió sobre muchos de estos grupos, cada vez más exóticos y alejados de la doctrina evangélica, en este artículo.
De hecho, sólo con el grupo de Rodig ya se nota la tendencia. En realidad, cuando Rodig fundó su propia iglesia en 1998 la llamó “Iglesia Católica Romana y Apostólica Reformada”. En 2007 la pasaron a llamar Iglesia Católica Ecuménica de Cristo, en parte para distinguirse de la “Iglesia Católica Reformada de Venezuela”, que era un grupo bolivariano dócil al gobierno chavista venezolano, y en parte para abandonar los adjetivos “romana y apostólica”… pero aferrándose al de “católica”.
La realidad es que Cristo fundó sólo una Iglesia y entregó las Llaves del Reino (es decir, de la Iglesia) a Pedro… Sin la unión a Pedro y sus herederos, no hay catolicidad.
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