Martes, 24 de diciembre de 2024

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San Pedro Poveda, sacerdote y mártir (y 3)

por Jorge López Teulón

Assumpta est Maria
La primera parte del artículo que a continuación ofrecemos está tomado del libro Spes Nostra (Madrid, 1953; pág.69ss) escrito por la Venerable Josefa Segovia Morón, primera Directora General y gran colaboradora de San Pedro Poveda.
En una asamblea de la Institución Teresiana se acordó, por aclamación, trabajar por todos los medios “para que pronto se declaren dogmas de fe los Misterios de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma al cielo y el de su Mediación Universal en la dispensación de todas las gracias”.
Uno de esos medios fue abrir en la Revista de la Institución Teresiana una sección titulada “Assumpta est Maria”, que se inició en 1941 -años después del fin de la Guerra Civil-. Con este primer artículo Josefa Segovia recuerda el voto de San Pedro de defender con su vida esos dos dogmas y el deseo de ser mártir por su promulgación, y cómo las teresianas repetían cada año el “juramento mariano”.
Como bien sabemos el dogma de fe que define que la Virgen María fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste fue promulgado el 1 de noviembre de 1950 por el Venerable Pío XII. Sin embargo, el dogma de la Mediación Universal no ha sido aún definido.
 
Escribe la Venerable Josefa Segovia
“Entre los pocos y ennegrecidos papeles del archivo teresiano que pudieron escapar de la destrucción, en los días amargos de nuestra pasada guerra, hay una estampa de extraordinario valor que providencialmente ha venido a nuestras manos.
Es una estampa de la Santísima Virgen, escrita por nuestro venerado Padre y Fundador en el año 1926, y en la que se lee: El día 2 de febrero del año 1926, después de hechos los juramentos de defender con mi vida los misterios de la Asunción en cuerpo y alma, y de la Mediación universal, pido a la Santísima Virgen la gracia de ser mártir por estos dogmas.—Pedro Poveda.
Con verdadera devoción y con el más profundo respeto recogimos tan preciada reliquia, avalorada hoy por el cumplimiento de aquel espiritual y sublime deseo.
Aquella preciosa vida fue ofrecida para el martirio. ¿Estará próximo el momento de la declaración del Dogma de la Asunción de Nuestra Señora?
Tal vez pese ante Dios omnipotente y misericordioso la ofrenda del mártir. Pero independientemente de esa consideración, que no nos compete hacer a nosotras, sí debe pesar mucho en el ánimo de sus hijas esta ofrenda para estimularnos y alentarnos a seguir su ejemplo con promesas, trabajos y oraciones.
Todo ello pobre y pequeño, pero impregnado de santa emulación hacia su Padre, de ansias de apostolado, de conformidad con el sentir de la Iglesia. Y, sobre todo y ante todo, inspirado y empujado por el amor y devoción a la Reina y Señora de todo lo criado, que son las alas con las que siempre quieren volar las hijas de Santa Teresa de Jesús.
Coincidiendo con la fecha de ese escrito de nuestro Padre, comenzó a practicarse en la Obra una devoción tierna y recia, al propio tiempo que piadosa y combativa, de oración y de acción conjuntamente. Era la práctica del juramento mariano.
En todas las capillas de nuestros Internados se reúnen Teresianas y alumnas de la Institución una vez cada año. coincidiendo con una festividad de la Santísima Virgen María. De antemano, ilustradas convenientemente en la doctrina del juramento.
Una a una desfilan ante el Sacerdote que recibe dichos juramentos, y con la mano extendida sobre los Santos Evangelios y en tierra las rodillas, van repitiendo con grande emoción: “Juro defender con mi vida los Misterios de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y ama a los cielos y el de su Mediación en la dispensación de todas las gracias”. A lo que el Sacerdote responde grave y solemne: «Si así lo cumples, que Dios te lo premie, y si no, que Él te lo demande.»
¡Qué fiestas más solemnes y sentidas se han ido repitiendo en nuestras capillas teresianas desde aquel 25 de marzo de 1926 inolvidable, con ocasión de estos juramentos marianos!
Unas veces era el propio señor Nuncio de Su Santidad el que recogía el juramento y, con palabra cálida y elocuente, nos recordaba las grandezas de España cuando en sus Universidades y Colegios se juraba también defender el Misterio de la Inmaculada Concepción, felizmente declarado dogma por el Pontífice Pío IX.
Otros años, el entonces Obispo de Málaga (el Beato Manuel González) nos enardecía con sus fervores y nos caldeaba en el amor a la Virgen, dejando siempre, como semilla de su presencia, alguna jaculatoria compuesta en el momento del fervor, que era como saeta que prendía en el corazón de aquella juventud femenina y mariana.
También la figura venerable y severa del Cardenal Ilundáin ponía a nuestros juramentos el colofón austero y grave, pero enjundioso y litúrgico, del Príncipe de la Iglesia, que acepta para la misma Iglesia esta ofrenda tan amorosa y sentida.
Durante los años de la pasada y gloriosa guerra española nos congregábamos en la histórica iglesia salmantina de la Purísima, y al pie de la inmortal creación de Ribera, con evocaciones de tiempos pasados, la memoria fresca de la sangre recién vertida de nuestro Padre y en aras de su ideal, repetíamos el juramento mariano con una emoción nueva y con una mayor devoción.
El venerable señor Obispo de la Diócesis salmantina era entonces el que recogía nuestras promesas y votos, y el que con su autoridad y valimiento ponía relieve y colorido en el cuadro.
Así, ni en la guerra, desde el año 1926, de santa memoria, hasta el año presente, se interrumpió en la Instituoi6n la tan edificante costumbre teresiana del juramento de la Asunción y de la Mediación Universal de María […].
 
Ser católico es ser mariano
El pasado 28 de mayo, Benedicto XVI ante una delegación de la congregación mariana de Ratisbona (Alemania) declaraba que el catolicismo implica una actitud mariana: “ser católicos quiere decir ser mariano”. San Pedro lo era, pero es cierto que resulta llamativo que su declaración martirial no fuera por “la educación cristiana de la juventud” o “por la caridad con los más necesitados” (ambas cosas para el que lea su biografía verá que fueron preocupación durante toda su vida) y, sin embargo, lo hiciera por la promulgación de los dos dogmas marianos aludidos. Pero bueno, Dios mediante, seguiremos tratando sobre la santidad y martirio del único sacerdote diocesano canonizado de nuestra persecución religiosa.
Espiritualmente nos postramos ante sus restos para pedirle por tantas intenciones de esta nuestra necesita España y por las de cada uno. Quién lo desee o pueda acercarse hasta el centro de espiritualidad Santa María de los Negrales, situado cerca de la Sierra de Guadarrama, a sólo 30 minutos de Madrid, podrá rezar físicamente en la capilla donde reposan las reliquias de San Pedro Poveda y de la Sierva de Dios Josefa Segovia. Que ellos rueguen por nosotros.
http://www.santamariadelosnegrales.org/
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