Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

San José, en el centro de la Historia


La san­ta de Ávila dio un gran im­pul­so a la de­vo­ción al san­to car­pin­te­ro de Na­za­ret y des­pués otros au­to­res han ayu­da­do a ha­cer que la de­vo­ción a San José se ex­ten­die­ra a toda la Igle­sia.

por Monseñor Jaume Pujol

Opinión

San­ta Te­re­sa de Je­sús te­nía 27 años, se en­con­tra­ba pos­tra­da en la cama, no po­día an­dar, a ve­ces se arras­tra­ba por el sue­lo. Lle­ga a tal ex­tre­mo de gra­ve­dad que se la da por muer­ta. En es­tas cir­cuns­tan­cias re­cu­rre a San José y su vida va vol­vien­do a la nor­ma­li­dad poco a poco. Des­de este mo­men­to la de­vo­ción al san­to y su fa­mi­lia­ri­dad con él va a mar­car su vida. Par­tien­do de esta reali­dad es­cri­be: «Tomé por abo­ga­do a San José…; y él hizo, como quien es, que pu­die­se le­van­tar­me y an­dar y no es­tar tu­lli­da» (Li­bro de la Vida, 6).

Par­tien­do de esta ex­pe­rien­cia tan de­ci­si­va en su vida, re­co­men­dó la de­vo­ción a San José y su po­de­ro­sa in­ter­ce­sión: «No me acuer­do has­ta aho­ra ha­ber­le su­pli­ca­do cosa que la haya de­ja­do de ha­cer». En sus fun­da­cio­nes a to­das pone su nom­bre: Mo­nas­te­rio de San José de Ávila, Mo­nas­te­rio de San José de Me­di­na del Cam­po, y así los de Ma­la­gón, To­le­do, Se­vi­lla, Sa­la­man­ca, Se­go­via, que inau­gu­ró el mis­mo día de San José, el año 1574, etc.

La san­ta de Ávila dio un gran im­pul­so a la de­vo­ción al san­to car­pin­te­ro de Na­za­ret y des­pués otros au­to­res han ayu­da­do a ha­cer que la de­vo­ción a San José se ex­ten­die­ra a toda la Igle­sia.

Ber­nard Mar­te­let, au­tor de José de Na­za­ret, el hom­bre de con­fian­za, ex­pli­ca, uti­li­zan­do con­cep­tos de hoy: «Su do­cu­men­to de iden­ti­dad no con­tie­ne nin­gún dato in­tere­san­te. No se sabe ni el lu­gar ni la fe­cha de su na­ci­mien­to. No ha de­ja­do nin­gún es­cri­to ni nin­gu­na obra de arte. No se cita nin­gu­na pa­la­bra suya. Los au­to­res clá­si­cos y es­cri­to­res con­tem­po­rá­neos su­yos no ha­cen nin­gu­na alu­sión a su per­so­na. Todo lo que se sabe de él está con­te­ni­do en al­gu­nos ver­sícu­los de los Evan­ge­lios, a lo más una do­ce­na.»

Sin em­bar­go, su nom­bre está en el cen­tro de la his­to­ria. Ca­sa­do con la Vir­gen Ma­ría, fue el pa­dre de Je­sús, el ca­be­za de la Sa­gra­da Fa­mi­lia, y los po­cos ras­gos que co­no­ce­mos de su vida son lec­cio­nes im­pa­ga­bles. Su amor a Je­sús y a la Vir­gen, su hu­mil­dad, su vida de tra­ba­jo, su obe­dien­cia pron­ta, su re­so­lu­ción para mar­char a Egip­to, su acep­ta­ción del mis­te­rio cuan­do no com­pren­de al­gu­nas co­sas y sin duda debe me­di­tar­las en su co­ra­zón, como ha­cía Ma­ría.

Este año su fies­ta cae en do­min­go, la fies­ta del Se­ñor. Que el san­to nos lle­ve a Je­sús en nues­tra vida de cada día.
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