Kotryna habla de la fe de su familia y de Misión Siberia
Rescatando a los lituanos deportados en Siberia: alzan cruces por ellos donde rezar fue prohibido
Kotryna Vilkaite, lituana, nieta de uno de los héroes de la resistencia anti-sovietica, trabaja asiduamente para hacer emerger de nuevo la memoria del ex imperio rojo.
Actualmente comprometida en la Misión Siberia (http://2014.misijasibiras.lt), con un grupo de voluntarios viaja periódicamente a las más remotas regiones siberianas, a la búsqueda de los cementerios de los lituanos que eran deportados a ellas.
Ha vivido toda la primera parte de su existencia en la Unión Sovietica, en ese gigantesco experimento social que duró 70 años, cuyo objetivo era crear un hombre nuevo eliminando memorias, tradiciones, religión y cualquier sentido de pertenencia a la propia nacionalidad.
“Desgraciadamente, creo que la mayoría absoluta de los italianos no tiene ni idea de qué era el comunismo aplicado realmente y, sobre todo, el recuerdo que aquí [en Italia, ndt] se tiene de la Unión Soviética es muy distinto a la realidad que yo viví personalmente – nos explica Vilkaite – Se tiene aún la idea, por ejemplo, de que el comunismo al menos creaba igualdad. La única igualdad que he conocido era la del terror: todos estaban igualmente asustados, igualmente sometidos, igualmente privados del derecho a celebrar cualquier festividad religiosa”.
Las Navidades bajo el comunismo
En lo que respecta a la Navidad, nos recuerda Kotryna: “Cada vez que llegaba el 24 de diciembre, mi madre y yo trabajábamos hasta muy tarde porque el régimen siempre realizaba controles extras. O también nos cargaba con trabajos extraordinarios, asignados a propósito para que la gente no volviera a tiempo a casa para celebrar la Nochebuena”.
Antes de la independencia lituana, en 1991, “teníamos libertad para celebrarla, al menos cuando yo era niña en los años 80. Pero ese ya era un periodo de liberalización parcial. Antes era imposible, ilegal. Lo teníamos que celebrar por la noche muy tarde, en los sótanos”.
Por lo tanto, el sentimiento religioso, ¿no murió después de decenios de ateismo de Estado?
“Podría decir que se fortaleció. Prohibir la religión hizo que la gente común tuviera una fe aún más grande. La religión católica ha desarrollado siempre un papel muy importante en las familias”.
Cuando te castigan por casarte por la Iglesia
Sin embargo, la misa y los sacramentos estaban prohibidos. “Sí, mis padres, por ejemplo, eran estudiantes de medicina y para ellos era muy importante celebrar su matrimonio por la iglesia, aunque corrían con ello el riesgo de ser expulsados de la universidad. Recorrieron 140km. desde Kaunas, mi ciudad, para casarse en secreto en una pequeña aldea. Esto porque les importaba de verdad y no consideraban suficiente un rito civil en el ayuntamiento, como permitía la ley, sino que querían un matrimonio religioso, a pesar del riesgo. Porque era vivido como el único matrimonio verdadero, aunque no se conociera al sacerdote y entrar en una iglesia era, de por sí, un acto subversivo”.
Encontrar los lituanos deportados y muertos
Para recordar la memoria de los casi trescientos o cuatrocientos mil lituanos (el número preciso es desconocido aún) deportados en Siberia, sobre todo en los años de Stalin (Lituania fue ocupada por la URSS en 1940, después por la Alemania nazi de 1941 a 1944 y de nuevo por la URSS en 1944), Kotryna Vilkaite participa en las expediciones de Misión Siberia, de la que es la referente en Italia.
“Cuando volvemos a nuestra patria, vamos por los colegios contando nuestras experiencias; cuando es posible, lo hacemos también en el extranjero, en las embajadas. El impacto de nuestros relatos es muy fuerte, entre los estudiantes no se oye el vuelo de una mosca, ni siquiera en las escuelas donde normalmente la disciplina es muy baja. Ciertamente, atrae también el aspecto aventurero de estas expediciones, porque Siberia es aún una tierra que hay que explorar, sobre todo cuando uno se aleja de las grandes ciudades. En la provincia de Tyumen, por ejemplo, hemos encontrado aldeas que parecen haberse quedado detenidas en el tiempo, congeladas hace medio siglo, con casas destruidas y en algunos casos sin agua corriente: hay que ir a cogerla en el centro de la aldea”.
La memoria congelada
En este escenario “alien” la memoria de las deportaciones está, sin embargo, de todo menos muerta.
Pero en un sentido como en otro: “Encontramos, por ejemplo, a un lituano naturalizado ruso desde hace decenios que llora aún en cada aniversario de la muerte de Stalin. Los cerebros han sido lavados hasta el punto de que uno ama a sus propios perseguidores".
"Un funcionario de una administración local nos recordó, provocatoriamente, que entre los nazis y los soviéticos nosotros preferimos a los nazis. Le respondí claramente que no, no preferíamos a ninguno, ambos eran invasores”.
Los que arrancan la cruz de los muertos
Por lo tanto, nostalgia soviética en algunos, pero también respeto por las víctimas en otros: “No veo un gesto de desprecio religioso en esas cruces de los cementerios lituanos que son arrancadas y fundidas para reciclar el metal. Es la pobreza la que te hace hacer estas cosas: tal vez te haces el signo de la cruz antes de fundir una, pero pensando que así puedes dar de comer a tus hijos. El propietario de un terreno consagrado, precisamente donde surge un cementerio de lituanos deportados, quería abrir una obra para construir nuevos bloques de pisos. Pero fue la gente del lugar la que se opuso. Dijeron claramente que nunca irían a vivir en las nuevas casas, aunque quedaban poquísimas huellas de ese antiguo cementerio de deportados. Vallamos ese campo santo con unos 900 palitos de madera. No hace falta mucho para tirarlo abajo, pero estamos seguros de que permanecerá”.
De casi medio millón de deportados, sólo cincuenta mil han vuelto a casa. Los otros han muerto durante la deportación, o en las regiones a las que fueron trasladados, o se establecieron en Siberia.
“Se necesitaba también valor para volver a Lituania, después de treinta años o más de vida en Siberia, porque el régimen conseguía que nos enfrentáramos los unos a los otros. ‘Habrá un motivo por el que te han deportado’ era lo que se les solía decir cuando volvían a la patria. ‘Habrá un motivo por el que no te han deportado’ decían los anticomunistas. En el Mar de Laptev, expuesto a los vientos árticos, los porcentajes de supervivencia de los deportados eran mínimos. En la república de Komy, donde fue deportada mi abuela, se moría literalmente de hambre; mi familia sobrevivió de milagro”.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Vídeo de la Misión Siberia 2013 (en lituano, pero casi sin palabras y con imágenes muy expresivas)
Actualmente comprometida en la Misión Siberia (http://2014.misijasibiras.lt), con un grupo de voluntarios viaja periódicamente a las más remotas regiones siberianas, a la búsqueda de los cementerios de los lituanos que eran deportados a ellas.
Ha vivido toda la primera parte de su existencia en la Unión Sovietica, en ese gigantesco experimento social que duró 70 años, cuyo objetivo era crear un hombre nuevo eliminando memorias, tradiciones, religión y cualquier sentido de pertenencia a la propia nacionalidad.
“Desgraciadamente, creo que la mayoría absoluta de los italianos no tiene ni idea de qué era el comunismo aplicado realmente y, sobre todo, el recuerdo que aquí [en Italia, ndt] se tiene de la Unión Soviética es muy distinto a la realidad que yo viví personalmente – nos explica Vilkaite – Se tiene aún la idea, por ejemplo, de que el comunismo al menos creaba igualdad. La única igualdad que he conocido era la del terror: todos estaban igualmente asustados, igualmente sometidos, igualmente privados del derecho a celebrar cualquier festividad religiosa”.
Las Navidades bajo el comunismo
En lo que respecta a la Navidad, nos recuerda Kotryna: “Cada vez que llegaba el 24 de diciembre, mi madre y yo trabajábamos hasta muy tarde porque el régimen siempre realizaba controles extras. O también nos cargaba con trabajos extraordinarios, asignados a propósito para que la gente no volviera a tiempo a casa para celebrar la Nochebuena”.
Antes de la independencia lituana, en 1991, “teníamos libertad para celebrarla, al menos cuando yo era niña en los años 80. Pero ese ya era un periodo de liberalización parcial. Antes era imposible, ilegal. Lo teníamos que celebrar por la noche muy tarde, en los sótanos”.
Por lo tanto, el sentimiento religioso, ¿no murió después de decenios de ateismo de Estado?
“Podría decir que se fortaleció. Prohibir la religión hizo que la gente común tuviera una fe aún más grande. La religión católica ha desarrollado siempre un papel muy importante en las familias”.
Cuando te castigan por casarte por la Iglesia
Sin embargo, la misa y los sacramentos estaban prohibidos. “Sí, mis padres, por ejemplo, eran estudiantes de medicina y para ellos era muy importante celebrar su matrimonio por la iglesia, aunque corrían con ello el riesgo de ser expulsados de la universidad. Recorrieron 140km. desde Kaunas, mi ciudad, para casarse en secreto en una pequeña aldea. Esto porque les importaba de verdad y no consideraban suficiente un rito civil en el ayuntamiento, como permitía la ley, sino que querían un matrimonio religioso, a pesar del riesgo. Porque era vivido como el único matrimonio verdadero, aunque no se conociera al sacerdote y entrar en una iglesia era, de por sí, un acto subversivo”.
Encontrar los lituanos deportados y muertos
Para recordar la memoria de los casi trescientos o cuatrocientos mil lituanos (el número preciso es desconocido aún) deportados en Siberia, sobre todo en los años de Stalin (Lituania fue ocupada por la URSS en 1940, después por la Alemania nazi de 1941 a 1944 y de nuevo por la URSS en 1944), Kotryna Vilkaite participa en las expediciones de Misión Siberia, de la que es la referente en Italia.
“Cuando volvemos a nuestra patria, vamos por los colegios contando nuestras experiencias; cuando es posible, lo hacemos también en el extranjero, en las embajadas. El impacto de nuestros relatos es muy fuerte, entre los estudiantes no se oye el vuelo de una mosca, ni siquiera en las escuelas donde normalmente la disciplina es muy baja. Ciertamente, atrae también el aspecto aventurero de estas expediciones, porque Siberia es aún una tierra que hay que explorar, sobre todo cuando uno se aleja de las grandes ciudades. En la provincia de Tyumen, por ejemplo, hemos encontrado aldeas que parecen haberse quedado detenidas en el tiempo, congeladas hace medio siglo, con casas destruidas y en algunos casos sin agua corriente: hay que ir a cogerla en el centro de la aldea”.
La memoria congelada
En este escenario “alien” la memoria de las deportaciones está, sin embargo, de todo menos muerta.
Pero en un sentido como en otro: “Encontramos, por ejemplo, a un lituano naturalizado ruso desde hace decenios que llora aún en cada aniversario de la muerte de Stalin. Los cerebros han sido lavados hasta el punto de que uno ama a sus propios perseguidores".
"Un funcionario de una administración local nos recordó, provocatoriamente, que entre los nazis y los soviéticos nosotros preferimos a los nazis. Le respondí claramente que no, no preferíamos a ninguno, ambos eran invasores”.
Los que arrancan la cruz de los muertos
Por lo tanto, nostalgia soviética en algunos, pero también respeto por las víctimas en otros: “No veo un gesto de desprecio religioso en esas cruces de los cementerios lituanos que son arrancadas y fundidas para reciclar el metal. Es la pobreza la que te hace hacer estas cosas: tal vez te haces el signo de la cruz antes de fundir una, pero pensando que así puedes dar de comer a tus hijos. El propietario de un terreno consagrado, precisamente donde surge un cementerio de lituanos deportados, quería abrir una obra para construir nuevos bloques de pisos. Pero fue la gente del lugar la que se opuso. Dijeron claramente que nunca irían a vivir en las nuevas casas, aunque quedaban poquísimas huellas de ese antiguo cementerio de deportados. Vallamos ese campo santo con unos 900 palitos de madera. No hace falta mucho para tirarlo abajo, pero estamos seguros de que permanecerá”.
De casi medio millón de deportados, sólo cincuenta mil han vuelto a casa. Los otros han muerto durante la deportación, o en las regiones a las que fueron trasladados, o se establecieron en Siberia.
“Se necesitaba también valor para volver a Lituania, después de treinta años o más de vida en Siberia, porque el régimen conseguía que nos enfrentáramos los unos a los otros. ‘Habrá un motivo por el que te han deportado’ era lo que se les solía decir cuando volvían a la patria. ‘Habrá un motivo por el que no te han deportado’ decían los anticomunistas. En el Mar de Laptev, expuesto a los vientos árticos, los porcentajes de supervivencia de los deportados eran mínimos. En la república de Komy, donde fue deportada mi abuela, se moría literalmente de hambre; mi familia sobrevivió de milagro”.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Vídeo de la Misión Siberia 2013 (en lituano, pero casi sin palabras y con imágenes muy expresivas)
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