Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Mark de Vries es un popular bloguero católico

De origen protestante, ateo en realidad, curioseó una misa por interés histórico: algo «le provocó»

Mark de Vries con Kitty, su mujer.
Mark de Vries con Kitty, su mujer.

ReL

A sus 38 años, Mark de Vries es un bloguero católico de Groningen (Países Bajos) cuyas publicaciones se han difundido en grandes medios de comunicación católicos como National Catholic Register, EWTN, The Remnant o Rorate Coeli.

Miembro de la Latin Liturgy Society, le apasiona la historia, la fotografía y la actualidad de la Iglesia, pero cuenta en su blog, In Caelo et in Terra, que no siempre fue así. Tras años de un profundo agnosticismo, encontró la fe movido por la curiosidad y una compañera de la universidad.

Una vida religiosa estancada y sin fe durante la juventud

El primer contacto de Mark con la religión tuvo lugar durante su infancia y educación en una escuela protestante. “Aunque eso me dio un conocimiento práctico de la Biblia y los fundamentos del cristianismo, no resultó en una fe viva en mi vida”.

Me consideraba ateo cuando empecé la secundaria, aunque eso no me impidió interesarme por algunos elementos de las clases de educación religiosa”, escribe Mark.

Frecuentemente participaba en las celebraciones escolares de Pascua y Navidad y asistía a los servicios protestantes, pero explica que todo aquello “no condujo a ninguna forma de conversión, y me dejaron con una imagen seca del cristianismo”.

“¡Que diferente sería aquello de mis primeras impresiones del catolicismo!”, exclama Mark, que siempre estuvo abierto e interesado a la idea de saber más sobre el cristianismo.

La curiosidad y la amistad motivaron su acercamiento a la fe

“Aunque probablemente se remontase lejanamente a este periodo, mi conversión propiamente dicha comenzó en Adviento de 2005, cuando le pregunté a una amiga católica si podía acompañarla a misa de lunes a viernes”.

Inicialmente, todo comenzó como un juego para satisfacer su propia curiosidad, ya que siempre tuvo un profundo interés por la historia y las iglesias antiguas fueron durante años uno de sus destinos turísticos preferidos.

Sin embargo, todo lo que para Mark comenzó con la curiosidad continuó como algo personal. “En alguna parte, algo me provocó. Es difícil precisar exactamente lo que fue, pero me llevó a ir con más frecuencia”. Cuenta que entonces seguía en la universidad, y que en lugar de ir a la cafetería durante los descansos buscaba el modo de ir a misa.

El mensaje de los fieles y la Iglesia derribaron sus prejuicios

“¿Por qué seguí yendo?”, se pregunta. “Un aspecto importante fue que, de una manera muy normal, me sentí bienvenido por las decenas de fieles que iban a misa a diario, también por el párroco y cada vez por más católicos al margen de la parroquia”.

Sin embargo, Mark seguía apegado a un cierto ateísmo que le generaba algunas preguntas. “¿Quién soy yo para decir que todas estas personas, inteligentes y educadas, están equivocadas? ¿Qué hay del párroco, historiador del arte que transmite la Palabra de Dios y lleva 25 años administrando los sacramentos?” se preguntaba.

No tardó en mirar atrás y plantearse los pasos que ya había dado. “¿Fue solo una diversión, curiosidad o para conocer gente nueva?”, se preguntaba.

Sin embargo, pensaba que todo lo que veía durante las misas y en conversaciones con otros católicos encajaba muy bien con su forma de ver la vida.

“La importancia del amor, la responsabilidad de las propias acciones o como debería ser la relación entre Dios y las personas. En todo eso estaba de acuerdo. La sociedad fría y dura en la que vivimos no ofrecía una vida satisfactoria y supe que coincidía también con la Iglesia en eso”.

Mark de Vries y su esposa

Mark de Vries y su esposa Kitty.

"¿Por qué católico?"

Intrigado y motivado con cómo se desarrollaban los acontecimientos, Mark siguió involucrándose en su parroquia y profundizó en el pensamiento católico. “Un año después de mi primera experiencia en la misa, a finales de 2006, le dije al párroco que quería comenzar el camino hacia el bautismo”.

Mark preguntó a su amiga católica de la universidad si quería ser su madrina de bautismo y accedió. “El 7 de abril de 2007 –con 24 años– me bauticé, me confirmé y recibí la primera comunión en la catedral de San José en Groningen, en una ceremonia realizada por el obispo –ahora cardenal– Wim Eijk. Desde el 24 de marzo de 2017, Mark está felizmente casado con la que fue su novia y prometida durante cuatro años, Kitty. 

Años después se pregunta los motivos por los que se convirtió a la fe católica y no a cualquiera de las muchas confesiones presentes en los Países Bajos. “La fe católica no se presenta solo como una cuestión de palabras y pensamiento, sino que se refiere a toda la persona, cuerpo, alma, cabeza y corazón”; escribe.

“Me encontré un lugar –la Iglesia– en el que me sentía cada vez mejor a medida que aprendía más sobre ella. Ese estudio de la fe no solo significaba adquirir un mayor conocimiento, sino una relación creciente con la fuente de esa fe: Dios”, escribe Mark.

Contra los tópicos anticristianos

Años después de su conversión, destaca la necesidad de vivir la fe como un compromiso en lugar de un sentimiento.

“Cuando me siento en la Iglesia y no parezca que sucede mucho, no es razón para rendirme. El bautismo es de por vida, también los votos que hice entonces y la fe que expresé en el Credo. El mensaje de Cristo es una promesa, incluso en los días más oscuros y puede parecer que está ausente. Él está ahí para mí, pero yo también tengo que estar ahí para Él”.

Recapitulando los motivos por los que mantiene día a día su fe, son toda una negación de los grandes tópicos contra los creyentes.

No creo en Dios por miedo: la cosmovisión secular no funciona, y no temo al mundo en que vivimos, pero creo que son mejores con Dios en ellos”.

¿Tener la fe te hace la vida más fácil? Al contrario, opina, “no tener fe es más fácil, la mayoría de las personas admiten que no tienen fe y se les anima a mantenerla en privado si la tienen”.

Lejos de creerse una mejor persona por tener fe, admite que gracias a ella sabe que hay una forma de mejorar. “Tener fe no me convierte en buena persona. La fe sin buenas obras es inútil”, concluye.

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