Domingo, 10 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Constata el daño, no sólo sanitario, del Covid en la Iglesia: los templos se vacían

El cura que ha salido a confesar a la calle: «Viene gente que se fue a sectas satánicas, mafiosos…»

Michele Madonna confesando en la calle
Al menos dos veces por semana el sacerdote Michele Madonna sale de la iglesia y va a la calle a confesar. Muchas personas se acercan a él así / Facebook Parroquia de Santa María di Montesanto

Javier Lozano / ReL

Dos largos años de pandemia, con restricciones y el hegemónico ruido mediático que rodea al Covid, unido a la ya de por sí rápida secularización que se estaba produciendo en Occidente, ha provocado que a muchas iglesias acuda ahora menos gente. Existen personas con miedo, especialmente entre los ancianos, que han dejado de ir. Pero también, como advertía el cardenal Hollerich, personas que iban a la iglesia por hábito podrían ya no volver una vez que se acabaron las restricciones en los templos.

Si las personas no van a la iglesia, la Iglesia saldrá a la calle a buscarlas. Esto lo ha llevado al extremo el sacerdote Michele Madonna, párroco en Nápoles de Santa María di Montesanto, un lugar que mezcla la evangelización callejera y la “Iglesia en salida” con la Adoración Perpetua y otras muchas iniciativas en el interior del templo.

Sin embargo, este sacerdote, muy conocido en su barrio, ha dado un paso más al percatarse de cómo menos personas estaban acudiendo a la parroquia a recibir los sacramentos. Y para ello ha decidido sacar literalmente el confesionario a la calle y confesar allí. Pero no sólo administra este sacramento sino que sirve además como desahogo para muchas personas que se acercan a hablar con él, y no necesariamente católicas.

La pobreza más grande, "no tener a Dios"

¿Por qué ha decidido este párroco protagonizar esta acción tan peculiar? “Lo hago por dos motivos: en el Evangelio Jesús pide evangelizar, ir al pueblo, y también porque el Papa Francisco habla de un ‘hospital de campaña’. Como salen las ambulancias a llevar a los enfermos, yo también quiero salir al encuentro de la gente porque pienso que hoy la pobreza más grande es no tener a Dios”, explicaba este sacerdote a Napoli Today.

Michele Madonna confesando en la calle

Michele Madonna afirma que cuando confiesa en la calle no descansa ni un minuto. / Facebook de la Parroquia de Santa María di Montesanto.

Este párroco, cuya iniciativa ha llamado la atención en toda la ciudad, afirma convencido que ha notado que las personas con las que se encuentra a diario “llevan mucho dolor por dentro. Sienten el dolor de estos años porque esta emergencia sanitaria ha provocado divisiones, angustias y soledades. Y Dios es una respuesta”.

El padre Michele no comparte el eslogan de instituciones públicas y gobiernos como el “Salimos más fuertes” de España, por ejemplo. “No ha habido una mejora, esto es algo que se puede ver. Se debe a que la soledad ha aumentado, al igual que la división. Noto un gran cierre. Nápoles es una ciudad preciosa, los napolitanos son fantásticos y uno de los carismas de los habitantes de esta ciudad es su hospitalidad. Todos en Nápoles están contentos porque son acogidos y ahora no veo esto: hay un miedo muy grande”.

Con respecto a la iniciativa pastoral que le ha llevado a salir en los medios, el párroco napolitano cuenta al diario Avennire que las sucesivas olas en la pandemia “están alejando a la gente de los sacramentos. Cada vez menos personas van a la iglesia para asistir a misa y acercarse al sacramento de la penitencia”.

Pero al salir a la calle a confesar ha visto la urgencia que hay por mostrar a Dios. “Cuando bajo a la calle a confesar noto la necesidad de Dios en la gente, nunca tengo un minuto libre cuando estoy allí: muchos sienten al verme la necesidad de acercarse al Sacramento. Ha venido gente que se había unido a sectas satánicas, miembros de la Camorra… He visto a gente perdonando de corazón a los asesinos de sus padres…”, relata el padre Michele Madonna.

Tal y como recoge Il Mattino, la presencia del sacerdote en la calle ataviado con las vestiduras litúrgicas va más allá de la administración de los sacramentos. Está suponiendo una “presencia tranquilizadora” en un momento de gran tensión. Las personas se paran, le saludan e incluso hablan con él varios minutos para comentarle sus inquietudes.

"Los fieles nos necesitan"

“Sentado en esa silla, esperando para confesar a mis feligreses, noté que la gente se me acercaba y me hablaba como si me conocieran de siempre. Me sonreían como lo hubieran hecho con un amigo, estaban tranquilos, a pesar del Covid, al menos durante unos minutos, parecía ser un miedo menos inminente de lo habitual”, señala.  

El padre Michele insiste en que “los fieles nos necesitan (a los sacerdotes), deben sentirse tranquilizados por nuestra presencia: no podemos abandonarlos cuando deberíamos ser indispensables”.

Reconoce que es una situación muy compleja y que la pandemia puede ser “un fuerte golpe a la fe”.

En la parroquia hay Adoración Perpetua y un nutrido grupo de jóvenes

En la parroquia hay Adoración Perpetua y un nutrido grupo de jóvenes

“Si seguimos así, me temo que en los próximos meses la fuga de las parroquias estará destinada a aumentar: los sacerdotes debemos hacer todo lo que podamos, en la medida de lo posible, para que esto no suceda”, afirma.

De este convencimiento le surgió esta peculiar idea de confesar en la calle. Este párroco napolitano afirma que en ningún momento ha parado las actividades, aunque no ha vulnerado las normas. En su opinión, “hay que seguir adelante, con cautela y cumpliendo las reglas, pero sin parar y sin miedo. Cuando me di cuenta de que confesar fuera de la iglesia sería más seguro para todos, no dudé en hacerlo”.

Pero en la parroquia no sólo él ha salido a la calle. Las redes sociales han sido potenciadas, aunque advierte que nunca podrán sustituir a la presencialidad en la parroquia. Pero además, el numeroso grupo de jóvenes sale a las calles a evangelizar y protagoniza pequeños teatros en las plazas donde relatan distintos episodios bíblicos. Mientras tanto, todo se sostiene con una potente adoración perpetua, donde los parroquianos rezan 24 horas, 7 días a la semana, 365 días al año, ante el Santísimo Sacramento.

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