El Papa afirma que la reforma litúrgica es «irreversible» pero que hay prácticas que «la desfiguran»
En un discurso a los participantes en la 68ª Semana Litúrgica Nacional italiana, Francisco afirmó que la reforma litúrgica surgida del Concilio Vaticano II "es irreversible", aunque "todavía hay trabajo que hacer... para redescubrir los motivos de las decisiones tomadas respecto a la reforma litúrgica, superando lecturas infundadas y superficiales, recepciones parciales y prácticas que la desfiguran”.
“No se trata de repensar la reforma revisando sus decisiones, sino de conocer mejor las razones subyacentes, tanto por medio de la documentación histórica como de la interiorización de los principios que la inspiraron, y de observar la disciplina que la regula”, añadió.
Francisco recordó que el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica “son dos eventos estrechamente relacionados” y que la aplicación práctica de la reforma litúrgica aún está en proceso “porque no basta con reformar los libros litúrgicos para renovar la mentalidad”.
El Papa reflexionó sobre algunos aspectos relacionados con el tema de la Semana Litúrgica: Una Liturgia viva para una Iglesia viva.
“La liturgia –señaló Francisco– está viva por la presencia viva de Aquel que muriendo destruyó la muerte, y resucitando nos ha dado la vida. Sin la presencia real del misterio de Cristo no hay vitalidad litúrgica. Al igual que sin latido cardíaco no hay vida humana, sin el corazón latiente de Cristo no existe acción litúrgica”.
El Papa explicó que “lo que define la liturgia es la actuación, mediante los santos signos, de Jesucristo por medio del sacerdote, es decir, el ofrecimiento de su vida hasta extender los brazos en la cruz, con un sacerdocio constantemente presente por medio de los ritos y oraciones, principalmente en su Cuerpo y en su Sangre, pero también en la persona del mismo sacerdote, en la proclamación de la Palabra de Dios, en la asamblea reunida en su nombre”.
De entre los diferentes signos de la liturgia, el Santo Padre destacó la importancia del altar, “signo de Cristo, piedra viva descartada por los hombres, pero convertida en piedra angular del edificio espiritual en el cual se ofrece al Dios vivo el culto en espíritu y verdad”: “Por ello, el altar, lugar en el que en nuestras iglesias converge la atención, se realiza la ofrenda, se unge con el crisma, se inciensa, se besa y se venera. Hacia el altar se orienta la mirada de los orantes, del sacerdote y de los fieles, convocados para la santa asamblea a su alrededor. Sobre el altar se sitúa la ofrenda de la Iglesia que el Espíritu consagra sacramento del sacrificio de Cristo. Sobre el altar se ofrece el pan de la vida y el cáliz de la salvación”.
El Papa finalizó su discurso señalando que “no podemos olvidar que la riqueza de la Iglesia en oración, en cuanto que católica, va más allá del Rito Romano que, si bien es el más extendido, no es el único. La armonía de las tradiciones rituales de Oriente y de Occidente, por la inspiración del mismo Espíritu, da voz a la única Iglesia orante por Cristo, con Cristo y en Cristo, para gloria del Padre y para la salvación del mundo”.
“No se trata de repensar la reforma revisando sus decisiones, sino de conocer mejor las razones subyacentes, tanto por medio de la documentación histórica como de la interiorización de los principios que la inspiraron, y de observar la disciplina que la regula”, añadió.
Francisco recordó que el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica “son dos eventos estrechamente relacionados” y que la aplicación práctica de la reforma litúrgica aún está en proceso “porque no basta con reformar los libros litúrgicos para renovar la mentalidad”.
El Papa reflexionó sobre algunos aspectos relacionados con el tema de la Semana Litúrgica: Una Liturgia viva para una Iglesia viva.
“La liturgia –señaló Francisco– está viva por la presencia viva de Aquel que muriendo destruyó la muerte, y resucitando nos ha dado la vida. Sin la presencia real del misterio de Cristo no hay vitalidad litúrgica. Al igual que sin latido cardíaco no hay vida humana, sin el corazón latiente de Cristo no existe acción litúrgica”.
El Papa explicó que “lo que define la liturgia es la actuación, mediante los santos signos, de Jesucristo por medio del sacerdote, es decir, el ofrecimiento de su vida hasta extender los brazos en la cruz, con un sacerdocio constantemente presente por medio de los ritos y oraciones, principalmente en su Cuerpo y en su Sangre, pero también en la persona del mismo sacerdote, en la proclamación de la Palabra de Dios, en la asamblea reunida en su nombre”.
De entre los diferentes signos de la liturgia, el Santo Padre destacó la importancia del altar, “signo de Cristo, piedra viva descartada por los hombres, pero convertida en piedra angular del edificio espiritual en el cual se ofrece al Dios vivo el culto en espíritu y verdad”: “Por ello, el altar, lugar en el que en nuestras iglesias converge la atención, se realiza la ofrenda, se unge con el crisma, se inciensa, se besa y se venera. Hacia el altar se orienta la mirada de los orantes, del sacerdote y de los fieles, convocados para la santa asamblea a su alrededor. Sobre el altar se sitúa la ofrenda de la Iglesia que el Espíritu consagra sacramento del sacrificio de Cristo. Sobre el altar se ofrece el pan de la vida y el cáliz de la salvación”.
El Papa finalizó su discurso señalando que “no podemos olvidar que la riqueza de la Iglesia en oración, en cuanto que católica, va más allá del Rito Romano que, si bien es el más extendido, no es el único. La armonía de las tradiciones rituales de Oriente y de Occidente, por la inspiración del mismo Espíritu, da voz a la única Iglesia orante por Cristo, con Cristo y en Cristo, para gloria del Padre y para la salvación del mundo”.
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