La sintonía entre la Iglesia y el Gobierno

Cuando leí el comunicado conjunto del Gobierno y la Conferencia Episcopal sobre el encuentro entre el cardenal Juan José Omella y la vicepresidenta primera Carmen Calvo recodé una frase de Albert Camus: «No llamar a las cosas por su nombre añade mal al mundo». Me daba vueltas a la cabeza una pregunta que se hizo Romano Guardini en un escrito póstumo, después de haber vivido tiempos nada fáciles: ¿voluntad de verdad o voluntad de poder?

Es obvio que la voluntad del Gobierno es preferentemente la voluntad de poder. Y entiendo que el presidente de la Conferencia Episcopal Española representa la voluntad de verdad. No se trata, ni mucho menos, de que la Iglesia se convierta en opositora política al Gobierno, ni que se empeñe en una campaña contra Sánchez. El encuentro y el diálogo son necesarios, pero ¿suficientes? Ni al Gobierno, ni a la Iglesia les interesan la crispación, por razones distintas. Para Pedro Sánchez las maniobras de distracción son su segunda naturaleza. Y la cúpula episcopal está en la dinámica de un nuevo tiempo, de una especie de «adanismo».

Al presidente de la Conferencia Episcopal no le ha recibido públicamente, que sepamos, el presidente del Gobierno. Una anomalía. La vicepresidenta dice que recibe al cardenal Omella porque está en ronda con los líderes de todas las confesiones religiosas. Como si la Iglesia católica no tuviera suficiente entidad. Un comunicado conjunto en el que cada parte añade algo. ¿Acaso los textos conjuntos no son una práctica más propia del final de las negociaciones que del principio? De los temas, lo mismo se cita el régimen fiscal, las inmatriculaciones, la protección de la infancia que la Ley de Educación. Respecto al IBI, el régimen de la Iglesia es el mismo que el de Greenpeace. Sobre las inmatriculaciones, se entiende que si alguien tiene algo que decir, los competentes son los tribunales. Lo más grave, que es la Ley de Educación, un torpedo en la línea de equilibrio de la educación católica, se diluye. Y eso sí que importa y urge. Pues eso, a nombrar comisiones para ratificar voluntades. Pero, ¿qué voluntad?

Publicado en ABC.