Una biblioteca bella, católica y poco sentimental

Últimamente están muy de moda las listas de los diez mejores libros, de las diez mejores películas, o de las veinte o de las cincuenta, y también hay listas de las películas y de los libros católicos -del año o del siglo- que más vale la pena ver o leer. Respecto a los últimos, los de signo católico, ¿quién negará que esas listas, en general, se caracterizan por una cierta frivolidad, por una falta de hondura y sentido crítico, y sobre todo, por lo muy limitado de su horizonte (limitado, quiero decir, a las obras que más suenan, que están más en boga)?

Sin duda sería imposible hacer un canon de aquellas obras literarias que, tanto por su ortodoxia como por su calidad, ningún católico culto debería dejar de leer. Pero si hay algo que se parezca a eso -sin pretenderlo- es el libro Una biblioteca en el oasis, en el que don Pablo Cervera Barranco ha recopilado los artículos que el escritor Juan Manuel de Prada fue publicando en la revista Magníficat, entre enero de 2016 y diciembre de 2020, todos ellos reseñas de grandes obras de la literatura de los tiempos modernos (desde Calderón de la Barca a Pablo D'Ors), en su mayoría del género narrativo, aunque abunda también el ensayo. Y obras, naturalmente, que hablan siempre de Dios "y de la alianza que Dios ha entablado con el hombre, que abraza todo su ser espiritual y corporal y alcanza una de sus expresiones más gloriosas a través de la literatura".

Pero este libro de libros es mucho más que una orientación para el lector que quiera informarse, de la mano de un gran experto como Juan Manuel de Prada, sobre cuáles son las novelas y los ensayos de referencia de autores católicos; mucho más que un catálogo de buenos libros para que el lector católico vaya completando una biblioteca de calidad. Una biblioteca en el oasis es un muestrario excepcional de penetración en el fondo de muchos autores que nos gustan, que nos atraen por su fe y su valor literario, pero que nunca o rara vez hemos sabido leer con la debida profundidad.

No son nada frecuentes los escritores -ni dentro del catolicismo ni fuera de él- que, además de inventiva y fabulación para elaborar mundos propios, posean la capacidad de interpretar con rigor los mundos literarios ajenos. Prada constituye una excepción rarísima en el panorama español, y acaso más allá. Es un novelista brillante y fecundo, a la par que un crítico agudo, meticuloso y certero; entusiasta y emocionado cuando es preciso, y detergente y demoledor cuando el caso lo exige, más a menudo lo primero que lo segundo (en este libro).

La lista de autores reseñados es variadísima. Merced a la prodigiosa capacidad de síntesis de Prada, uno puede enriquecer, de un modo impagablemente rápido, su conocimiento de autores como Chesterton, Bloy, Lewis, Benson, Joseph Roth, Evelyn Waugh, Belloc, Newman, Flannery O'Connor, Shusaku Endo o Castellani) y además tomar nota de otros autores que ignoraba, como Rolfe, Charles Williams o Betty Smith y alguno más raro, todos ellos atractivos; sin que deban dejarse de lado las reseñas de otros clásicos que uno no relaciona con la literatura católica, no porque no lo sea sino por pertenecer a ámbitos o épocas en que ello no sería propiamente una seña de identidad, caso de Tirso de Molina, Calderón o Cervantes, respecto al cual se incluye, por cierto, el único artículo que no es recensión de libro alguno sino tan sólo un apunte precioso sobre la verdadera entraña católica del autor del Quijote.

Por supuesto no figuran en este libro todos los autores modernos importantes cuya obra merezca estar en una selecta biblioteca católica, pero me atrevo a señalar que son muy pocos los que uno echaría en falta (tal vez Julien Green, tal vez Manzoni, tal vez Sigrid Undset, tal vez Jiménez Lozano, tal vez Eugenio Corti). Claro que no estaba en su ánimo ni mucho menos la exhaustividad, sino la demostración de que hay una literatura grande, varia y profunda edificada desde la fe católica: más aún, la demostración de que sólo desde ella, con todos los sesgos que se quiera (incluso abriendo al concepto al cristianismo en general), es posible una literatura en verdad profunda, como sabemos desde Dostojevski, porque sólo la literatura que directa o indirectamente trata del dogma central cristiano -la redención del mal obrada a través de la cruz- merece ese calificativo.

El gran sabio colombiano Nicolás Gómez Dávila escribió que "Toda filosofía que eluda el problema del mal es un cuento de hadas para niños bobos". Hay que agradecerle a Juan Manuel de Prada este libro de libros que nos muestra la existencia de una literatura católica que nada tiene ver precisamente con los cuentos de hadas para niños bobos.