Colgados del manzano

En esta hora, hoy día, es –probablemente- cuando la gente corriente más se piensa que, gracias a la ciencia, comprendemos todos y cada uno de los fenómenos en nuestra propia vida y hasta en el mundo. Con ello, cada ser humano actual que piensa así, cree fácilmente sobre todas las cosas que él posee la verdad absoluta. Convierten su realidad, en la realidad, en religión. Este es el principal problema que tienen las religiones en la actualidad: ¿para qué las quiere la gente, si ya tienen su propia religión, hecha a medida como creen firmemente? Pero es que, además, es el principal problema que tienen todas las personas de este planeta que así creen, porque están creyendo una quimera colgados de un hilo del manzano (el Manzano Original). Por eso caen tantas manzanas (el Pecado Original), y por eso, con su peso, se rompen tantos hilos y tantas personas caen, van cayendo... del manzano sobre el estercolero.

“Necesitamos sistemas eficientes –y el pensamiento creativo lo es- para solventar problemas globales y dejar de perder el tiempo en debates que no nos están llevando a buen puerto”. Donna Pace, experta en técnicas de creatividad e innovación, representante de Edward de Bono en España.

Pensemos, entonces. Seamos creativos. ¿Para qué necesitan la religión, si ya tienen su manzana? Es la primera pregunta. Para responder, se me ocurre observar primero que el ser humano medio -en la civilización occidental, que cada vez tiene más de satánica- se lía él mismo y se mete en fregados que lo llevan a preocupaciones soberanamente evitables. Porque, si pretende dominar todo aquello que escapa de su control, no lo dominará jamás... a menos que primero consiga el sistema que le permita hacerlo, de acuerdo con la primera premisa de la experta citada. De momento, ná de ná: no hay sistema que valga. ¡Pero él va empeñado con su manzana! He ahí el orgullo del diablo, la soberbia del Primer Pecado. Su manzana es todo lo prohibido. Podríamos, pues, definir la civilización occidental como la nueva acometedora, ensalzadora de lo prohibido. El Mal, lo Feo: el malismo, el feísmo: el satanismo. Y, para obtenerlos, la subversión, el coger la manzana por el placer de cogerla, la rebelión. Ya tienen su manzana, su religión, ¿para qué quieren otra? Ahora viene la indigestión; y con ella, la segunda pregunta.

La segunda pregunta es: ¿para qué quieren su religión, si han caído en el estercolero y no les libra de él? Fácil: no es la auténtica religión. Para curarse la indigestión y salir del estercolero se necesita la verdadera religión. Pero primero deben reconocer que están enfermos, y es fácil advertir que no están por la labor. Dice Epicteto, estoico como el que más: “Primero, descubre lo que quieres ser; luego, haz lo que tengas que hacer”. ¡Pues manos a la obra, señores! Primero, a descubrirlo, y así reconocerlo cuando reciban la bofetada sonada; luego, abrazar la Verdad. ¿Dónde está la Verdad? En Dios, y sabemos que la custodia la Iglesia, a la que no deberían haber ignorado o dejado nunca. Por eso hay tantas conversiones de película en nuestros días. Son los que consiguen salir del estercolero.

Pero siempre hay un pero, y aquí también lo hay: no todos los indigestados quieren salir del estercolero, porque están tan trastocados que se encuentran bien revolcándose en la inmundicia. Son esos que empiezan felices enseñando el trasero por la calle y de farra en farra, y cuanto más farra y más orgiástica, mejor, y acaban tan borrachos de sí mismos que no reconocen la realidad. Y es que ya lo sabemos: el hombre es digno de sí mismo con Dios o digno del diablo sin Dios. Pues así vamos. Hasta que Dios diga basta. ¡Terror! ¡Qué basta-nte será!