Procesiones y profesiones
por José F. Vaquero
Hablar de Semana Santa en España es hablar de procesiones, esas variadas tradiciones religiosas de contemplar y acompañar las imágenes y representaciones de la Pasión de Cristo, de las últimas horas de su vida terrena, del dolor de su Madre Santísima, y de diversas representaciones del Cristo Resucitado y de la Virgen de la Alegría. Que también la Semana Santa procesional termina con la resurrección de Cristo. Hay Semanas Santas con fama internacional, como Valladolid o Sevilla; otras un poco menos conocidas (Madrid, Elche, Ferrol, Zamora, Cuenca y tantas otras) y muchas, casi tantas como pueblos españoles, conocidas en la provincia, en la región, en la zona.
Allá por el año 1411, ya hace más de seis siglos, el dominico valenciano San Vicente Ferrer tuvo una gran intuición: en sus andanzas misioneras por Castilla, estando en Medina del Campo, inició las procesiones de disciplina más antiguas de la península. Y desde el inicio este dominico pensó esas procesiones muy relacionadas con las profesiones, la Profesión de Fe (o Credo). El pueblo camina, peregrina, como peregrina toda la Iglesia, como peregrinan tantos cristianos y no cristianos hacia Santiago. Pero caminan sobre todo los cofrades y costaleros, los portadores de los pasos de Semana Santa.
Y a la vez, el pueblo profesa, expresa, explicita y manifiesta su fe, la muestra, la confiesa. No sólo “está” en la procesión, contemplando las bellas imágenes de tantos imagineros como Alonso Berruguete, Juan de Juani, Gregorio Fernández, Juan de Mesa o Antonio Castillo. En una sociedad de la prisa ya es mucho que el pueblo cristiano “esté”, se pare y contemple. Además de estar, confiesa públicamente su fe, esa fe que sale de las iglesias, como las imágenes, y recorre nuestras calles y plazas. En aquel lejano 1411, San Vicente Ferrer quería que se sacasen las imágenes, que saliesen de las iglesias, que catequizaran y y recorrieran también nuestra vida diaria.
Las procesiones-profesiones son un Credo cantado en forma de saeta, o rezado en el vibrante silencio de las procesiones castellanas. Cristo camina por nuestras calles y plazas, Cristo camina con nosotros. Cristo “callejea”, usando esa curiosa expresión de Francisco, llamativa para la gramática española pero a la vez tan gráfica y expresiva. Es esa evangelización que la Iglesia ha mantenido y vivido tantos siglos, llevando a Dios a lo cotidiano de nuestra vida diaria.
Las procesiones, usando otra frase de Francisco, son esa forma de “hacer lío”, con el canto sagrado o con la solemnidad austera de la oración, al ritmo de los tambores y cornetas. Uno y otro reflejan el sentir popular, un sentir emotivo pero también reflejo de ese sentimiento paulino, del que se nos habla en la Carta a los Filipenses: “Tened los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2, 5), su mismo corazón. Un sentimiento cordial, que aúna conocimiento, razón y voluntad, amor. Un sentimiento afectivo y efectivo, que el ser humano necesita ambas patas para caminar.
El sentimiento no es bueno por sí mismo, ni tampoco malo. Es una parte de nuestro ser personas, que debemos integrar con el resto de las partes, la razón y la voluntad. Y también hay sentimiento en la vida espiritual, emoción, compasión, que hay que integrar con la fe nacida del encuentro con una Persona. Que las procesiones-profesiones de esta Semana Santa formen parte de ese encuentro. Que cambia vidas.
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