También Occidente contribuye a la masacre de cristianos
El escándalo ante lo que hace Estado Islámico resulta un poco fariseo si no se apoya el diálogo cultural y social entre cristianos y musulmanes y no se pone un freno a la escalada de las armas en Oriente Medio.
Después del Domingo de Ramos ensangrentado en Egipto, diversos comentarios insisten en el cliché de moda: existe un conflicto abierto entre civilizaciones, está en curso una guerra religiosa entre musulmanes y cristianos.
Estas lecturas tienen algo de verdadero. No pasa un día sin que algunas comunidades islámicas resistan, incluso con la fuerza, a la modernización que trae el mundo occidental en el modo de vestir, de administrar el tiempo, de educar. Y no pasa un día (y en Egipto es así desde hace años) sin que tengan lugar asesinatos de cristianos a manos de fundamentalistas islámicos que acusan a estos fieles de “no creyentes” y por tanto dignos solo de convertirse o de ser eliminados. Echando gasolina al fuego, Estado Islámico decretó hace tiempo la erradicación de los cristianos de Oriente Medio por su capacidad para “contaminar” la cultura árabe.
Pero partir de aquí para exigir con urgencia una nueva cruzada, es un paso en falso, ante todo porque en los atentados contra los cristianos se encuentran también a menudo musulmanes. Y son también musulmanas muchas de las personas que desde el día siguiente donaron sangre para salvar la vida a los heridos en los atentados contra las iglesias de Tanta y Alejandría. Sobre todo, no se tiene en cuenta que el objetivo de Estado Islámico no son simplemente los cristianos, sino su inclinación a mejorar la convivencia con los musulmanes.
Hace tiempo que el presidente Abdelfatah Al-Sisi presiona sobre la sociedad para que los musulmanes y los cristianos tengan los mismos derechos y los mismos deberes. Entre ellos, que los trámites para construir iglesias y mezquitas sean los mismos; o que las posibilidades de hacer carrera en la sociedad y en el ejército sean iguales para los fieles de las dos religiones. Un éxito de Al-Sisi en este campo sería una revolución en el mundo árabe, dada la importancia de Egipto desde el punto numérico y cultural.
La influencia de Al-Sisi es tal que incluso la universidad de Al-Azhar, muchas veces dividida entre la modernidad y su dependencia de la financiación saudita, se está moviendo para condenar la interpretación literal del Corán, que es la base de Estado Islámico y de todo el wahabismo saudita.
Los clichés antes citados, aunque tienen algo de verdadero, no tienen en cuenta tantas semillas positivas en el mundo islámico y en Oriente Medio. Pero, sobre todo, esconden un hecho: las responsabilidades del mundo occidental. Condenar al Estado Islámico, condenar al islam fundamentalista no es ni siquiera toda la verdad. En el Angelus del Domingo de Ramos, el Papa, al recibir la noticia del atentado en la iglesia de Tanta, expresó su “profunda condolencia” a su "Querido hermano, Su Santidad Teodoro II, a la Iglesia copta y a toda la nación egipcia”, y agregó: “Que el Señor convierta el corazón de las personas que siembran terror, violencia y muerte y también los de aquellos que les venden las armas”. Si no queremos manipular las palabras del Papa, debemos recordar que el mundo occidental está buscando sanear su economía en problemas justamente a través de la venta de armas a países que de un modo u otro son responsables de las masacres de cristianos.
Según datos del Stockholm International Peace Research Institute para 2016, actualmente los mayores exportadores de armas son Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Alemania. Representan el 74% del volumen total de exportaciones en el mundo. Al menos la mitad de sus productos bélicos fueron destinados a los países de Oriente Medio. En 2015, Arabia Saudita registró un incremento del 275% en las importaciones de armas respecto al periodo 2006-2010; en Qatar, un incremento del 279%. Estos dos países, junto a otros, son conocidos por su apoyo a la “rebelión” contra Bashar Al-Assad y por lo tanto a Al-Qaeda y a Estado Islámico.
Por tanto, también hay una responsabilidad por parte de Occidente en las muertes de cristianos y el escándalo ante lo que hace Estado Islámico resulta un poco fariseo si no se apoya el diálogo cultural y social entre cristianos y musulmanes y no se pone un freno a la escalada de las armas en Oriente Medio.
Muchos interlocutores continúan citando el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, cuando el Pontífice sugirió al mundo islámico un ajuste cuentas con la razón y la violencia. Pero olvidan que la mayor parte de aquel discurso estaba dirigido hacia el Occidente que, despreciando la razón religiosa, se encerró en un modelo materialista, donde cuentan sólo los números y el dinero. Incluidos los de las armas.
Publicado en Asia News.
Estas lecturas tienen algo de verdadero. No pasa un día sin que algunas comunidades islámicas resistan, incluso con la fuerza, a la modernización que trae el mundo occidental en el modo de vestir, de administrar el tiempo, de educar. Y no pasa un día (y en Egipto es así desde hace años) sin que tengan lugar asesinatos de cristianos a manos de fundamentalistas islámicos que acusan a estos fieles de “no creyentes” y por tanto dignos solo de convertirse o de ser eliminados. Echando gasolina al fuego, Estado Islámico decretó hace tiempo la erradicación de los cristianos de Oriente Medio por su capacidad para “contaminar” la cultura árabe.
Pero partir de aquí para exigir con urgencia una nueva cruzada, es un paso en falso, ante todo porque en los atentados contra los cristianos se encuentran también a menudo musulmanes. Y son también musulmanas muchas de las personas que desde el día siguiente donaron sangre para salvar la vida a los heridos en los atentados contra las iglesias de Tanta y Alejandría. Sobre todo, no se tiene en cuenta que el objetivo de Estado Islámico no son simplemente los cristianos, sino su inclinación a mejorar la convivencia con los musulmanes.
Hace tiempo que el presidente Abdelfatah Al-Sisi presiona sobre la sociedad para que los musulmanes y los cristianos tengan los mismos derechos y los mismos deberes. Entre ellos, que los trámites para construir iglesias y mezquitas sean los mismos; o que las posibilidades de hacer carrera en la sociedad y en el ejército sean iguales para los fieles de las dos religiones. Un éxito de Al-Sisi en este campo sería una revolución en el mundo árabe, dada la importancia de Egipto desde el punto numérico y cultural.
La influencia de Al-Sisi es tal que incluso la universidad de Al-Azhar, muchas veces dividida entre la modernidad y su dependencia de la financiación saudita, se está moviendo para condenar la interpretación literal del Corán, que es la base de Estado Islámico y de todo el wahabismo saudita.
Los clichés antes citados, aunque tienen algo de verdadero, no tienen en cuenta tantas semillas positivas en el mundo islámico y en Oriente Medio. Pero, sobre todo, esconden un hecho: las responsabilidades del mundo occidental. Condenar al Estado Islámico, condenar al islam fundamentalista no es ni siquiera toda la verdad. En el Angelus del Domingo de Ramos, el Papa, al recibir la noticia del atentado en la iglesia de Tanta, expresó su “profunda condolencia” a su "Querido hermano, Su Santidad Teodoro II, a la Iglesia copta y a toda la nación egipcia”, y agregó: “Que el Señor convierta el corazón de las personas que siembran terror, violencia y muerte y también los de aquellos que les venden las armas”. Si no queremos manipular las palabras del Papa, debemos recordar que el mundo occidental está buscando sanear su economía en problemas justamente a través de la venta de armas a países que de un modo u otro son responsables de las masacres de cristianos.
Según datos del Stockholm International Peace Research Institute para 2016, actualmente los mayores exportadores de armas son Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Alemania. Representan el 74% del volumen total de exportaciones en el mundo. Al menos la mitad de sus productos bélicos fueron destinados a los países de Oriente Medio. En 2015, Arabia Saudita registró un incremento del 275% en las importaciones de armas respecto al periodo 2006-2010; en Qatar, un incremento del 279%. Estos dos países, junto a otros, son conocidos por su apoyo a la “rebelión” contra Bashar Al-Assad y por lo tanto a Al-Qaeda y a Estado Islámico.
Por tanto, también hay una responsabilidad por parte de Occidente en las muertes de cristianos y el escándalo ante lo que hace Estado Islámico resulta un poco fariseo si no se apoya el diálogo cultural y social entre cristianos y musulmanes y no se pone un freno a la escalada de las armas en Oriente Medio.
Muchos interlocutores continúan citando el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, cuando el Pontífice sugirió al mundo islámico un ajuste cuentas con la razón y la violencia. Pero olvidan que la mayor parte de aquel discurso estaba dirigido hacia el Occidente que, despreciando la razón religiosa, se encerró en un modelo materialista, donde cuentan sólo los números y el dinero. Incluidos los de las armas.
Publicado en Asia News.
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