Octubre de 1934
Josep Gassiot Magret en su obra “Apuntes para el estudio de la persecución religiosa en España” continúa explicando lo que sucede en el llamado “Segundo período republicano”.
El 24 del mismo mes, don José Antonio Primo de Rivera escribió una extensa carta al general don Francisco Franco, que estaba en Mallorca, y le informó de los preparativos realizados por los revolucionarios. Dicho general se trasladó a León para presenciar unas maniobras militares, invitado por el Ministerio de la Guerra, y afortunadamente pudo después intervenir personalmente, como asesor del Gobierno, en la representación del movimiento revolucionario que se produjo a los pocos días.
A pretexto de no estar conformes con la solución dada a la crisis y formar parte del Gobierno elementos de la derecha, los partidarios de la izquierda declararon romper toda solidaridad con los órganos del régimen y los socialistas decretaron la huelga general. En su consecuencia se producen disturbios en toda España y en Madrid es atacad el Ministerio de la Gobernación, librándose una verdadera batalla; fueron también atacadas otras dependencias del Gobierno, que naturalmente, declaró el estado de guerra. Al mismo tiempo, en la noche del 6 de octubre de 1934, Companys proclamó la Estado Catalán; pero tuvo que rendirse a las fuerzas del Ejército, que en pocas horas dominaron la situación en Barcelona. El acto realizado por el Presidente de la Generalitat, produjo una reacción patriótica en Madrid, favorable para el Gobierno. Pero, no obstante, resultó difícil de dominar la revolución en Asturias, donde los extremistas, provistos de buen armamento y con elementos valientes y prácticos en el empleo de la dinamita y explosivos, habían conseguido imponerse.
En estas luchas, del 5 al 20 de octubre de 1934, hubo 1.376 muertos y unos tres mil heridos; quedaron destruidos 935 edificios y entre estos 58 iglesias.
33 sacerdotes y religiosos asesinados en Mieres, Turón y Oviedo. Los mártires de Turón, 9 de octubre de 1934, fueron los primeros en ser canonizados de la cruel persecución que la Iglesia católica padeció de 1931 a 1939.
Tuvieron que actuar los Consejos de Guerra, pero Lerroux, por sus compromisos con la masonería, hubo de mostrarse suave en la depuración de las responsabilidades y no dejó bien parado el prestigio del Gobierno. El Ejército pudo apreciar sus deficiencias de organización y utillaje en las pasadas luchas y, por tanto, hubo empeño en poner al frente del Ministerio de Guerra personal de su confianza.
Las izquierdas persistieron en mostrarse revolucionarias, y una vez más habría podido afirmar Castelar que en España fracasaba la República por falta de verdaderos republicanos.
Fue disuelto nuevamente el Parlamento y convocadas nuevas elecciones, que se celebraron el día 16 de febrero de 1936, y en las cuales predominó el Frente Popular, amalgama de partidos preparada por la masonería.
En efecto, ya a 6 de septiembre de 1934, la Asociación masónica internacional, en Luxemburgo, acordó impulsar la alianza de todas las fuerzas revolucionarias bajo el signo antifascista en Francia y España. La Gran Logia Española, el 2 de mayo de 1935, hizo llegar a todas las juntas masónicas una circular para formar con el mayor empeño agrupaciones antifascistas. El 9 del mismo mes se reunieron en el gran oriente Martínez Barrios los representantes de distintas fracciones republicanas; el día 15 se reunió la minoría socialista presidida por Negrín y el 26 se celebra en Mestalla una concentración de izquierdas. El 23 de julio, se celebra en Moscú el VII Congreso de la Tercera Internacional, y se acuerda que los comunistas se dediquen a concertar las alianzas que se denominarán Frente Popular. En este Congreso Pieck acusó a los ministros socialistas españoles, porque durante su gobierno no despojaron totalmente a la Iglesia de sus bienes. El 16 de noviembre de 1935 la Komintern ordenaba a sus delegados de España llegar a la unidad sindical con las organizaciones socialistas y sindicalistas; vencer todos los escrúpulos de los aliados para lograr una inteligencia electoral con los republicanos de izquierdas; extremar las violencias contra la Iglesia Católica. El periódico “Adelante”, de Valencia, publicaba una carta de Dimitroff en la que recomendaba la unión de todos los proletarios en la lucha electoral. Y el “Mundo Obrero” la comentaba diciendo: “El timonel de la Tercera Internacional de Lenin y Stalin marca a los trabajadores de España la ruta de la victoria”.
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