Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El obispo auxiliar de Valencia elige como lema las últimas palabras de su abuelo, mártir en 1936

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Monseñor Arturo Ros fue consagrado obispo este sábado por el cardenal Cañizares como consagrante principal. Foto: Alberto Sáiz.
Monseñor Arturo Ros fue consagrado obispo este sábado por el cardenal Cañizares como consagrante principal. Foto: Alberto Sáiz.

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ordenó a monseñor Arturo Ros como nuevo obispo auxiliar de Valencia, durante una misa concelebrada este sábado en la catedral de Valencia por 22 arzobispos y obispos de toda España y cerca de cuatrocientos sacerdotes valencianos.

El nuevo obispo ha elegido como lema episcopal Properate ad veniam offere [Apresuraos a ofrecer perdón], expresión latina que traduce las últimas palabras que pronunció en valenciano su abuelo mártir, el Beato Arturo Ros Montalt (Vinalesa, 1901-Moncada, 1936), que murió asesinado a los 34 años de edad durante la persecución religiosa desatada en España por el Frente Popular durante la Guerra Civil (19361939).


El Beato Arturo Ros Montalt tenía 34 años, estaba casado y tenía seis hijos cuando fue asesinado al inicio de la Guerra Civil española.

“´Afanyeu-se a perdonar` dijo el beato Arturo Ros a su mujer María y a sus seis hijos poco antes de dar la vida por nuestro Señor y es expresión de un alma pura y grande que desea vivir íntegramente el Evangelio hasta las últimas consecuencias”, ha señalado hoy el prelado al término de la misa, dirigiéndose a los fieles que abarrotaban la catedral. “Estas palabras, pronunciadas tantas veces por mi abuela, sus hijos y mi padre, resuenan siempre en mi memoria”, ha añadido visiblemente emocionado, según recoge AVAN.

El nuevo obispo auxiliar ha dado las gracias a Dios, a su familia, a los pueblos de Vinalesa, Requena y Torrent y, de forma especial a todos los arzobispos y obispos de Valencia concluyendo con el cardenal Cañizares, del que ha destacado “su cercanía, comprensión, bondad y generosidad”, le ha agradecido su confianza y ha recordado la conversación que mantuvieron en agosto de 2014, un día después de hacerse público su nombramiento como arzobispo de Valencia, cuando le dijo “mi querido vicario, cuento contigo, me vas a ayudar mucho” a lo que monseñor Ros respondió “estoy a su disposición y estaré a su lado mientras usted quiera”.

El perdón hay que vivirlo
“La vivencia del perdón, de la misericordia, de la bondad divina sostienen mi vida y llenan de luz mi futuro, por eso os pido perdón e imploro vuestra comprensión, mi saco de imperfecciones es muy voluminoso”, ha subrayado.

También ha recordado las palabras del Papa Francisco, “la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón” y ha expresado su deseo de que “los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios”.

Asimismo, ha destacado que “el obispo debe manifestar con su vida y su ministerio episcopal la paternidad de Dios, la bondad, la solicitud, la misericordia, la dulzura y la autoridad moral de Cristo” y ha pedido “la intercesión y protección de la Madre de Dios, bajo las advocaciones que forman parte de mi historia”.

“La Iglesia siempre fue mi familia, por eso la amo tanto”
En su discurso, monseñor Ros ha precisado que “hoy es día de dar gracias a Dios” y ha mostrado su agradecimiento a todos los presentes, “a las autoridades, a los sacerdotes que han sido referencia necesaria en mi existencia, a mis paisanos de Vinalesa y a todos los requenenses, a los que llevo en el alma y en la sangre”, en referencia a sus once años como párroco en Requena, momento que ha tenido que interrumpir unos instantes sus palabras por la emoción, mientras era fuertemente ovacionado.

Monseñor Ros ha dado las gracias a su familia y ha dedicado unas sentidas palabras a su padre Arturo “ya en el cielo”, a quien ha dado las gracias “por enseñarme a ser obediente, exigirme siempre que fuera un buen capellán y por rezar por mí”.

Igualmente, ha indicado que “la Iglesia siempre fue mi familia, por eso la amo profundamente” y ha recordado los años de seminario, a sus formadores y compañeros seminaristas así como a todos los sacerdotes presentes en su vida y a los “pastores que he conocido y de los que tanto he recibido”. 

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