Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Un obispo culpa a «nuestra» religión del odio que inspira actos así

La masacre de Orlando, también utilizada para atacar a la Iglesia y promover en ella la agenda gay

Sobre Omar Mateen persisten muchas dudas, salvo una: era musulmán. Pero es a los cristianos a quienes muchos quieren endosar la masacre del club Pulse.
Sobre Omar Mateen persisten muchas dudas, salvo una: era musulmán. Pero es a los cristianos a quienes muchos quieren endosar la masacre del club Pulse.

ReL

Cuando ni siquiera están totalmente claras las motivaciones de Omar Mateen, autor de la matanza de Orlando que, según parece, visitaba regularmente el club Pulse y frecuentaba entornos homosexuales, lo único claro es que era musulmán y que se fue radicalizando como yihadista a través de internet. Sin embargo, desde distintos ámbitos, que sorprendentemente incluyen al obispo de una diócesis cercana, se intenta responsabilizar del hecho a los cristianos. Riccardo Cascioli ha dedicado un interesante análisis a esta cuestión en La Nuova Bussola Quotidiana:

“Por desgracia es la religión, incluida la nuestra, la que pone en el punto de mira -al menos verbalmente- y a menudo también alimenta el desprecio hacia los gays, las lesbianas y los transgénero. Los ataques contra los hombres y mujeres LGBT plantan hoy a menudo la semilla del desprecio, que se transforma en odio y finalmente puede conducir a la violencia”.


El primero en responsabilizar al catolicismo de sembrar un desprecio que puede traducirse en matanzas como la perpetrada por Omar Mateen fue el obispo Lynch, ya dimisionario tras cumplir los 75 años.

Estas palabras de Robert Lynch, obispo de Tampa (San Petersburgo), en Florida, comentando la matanza de Orlando, habrían sido en otro tiempo sorprendentes e intolerables, pero hoy parecen haberse convertido en absolutamente normales también en la Iglesia. Y están en perfecta sintonía con lo que proclama con voz cada vez más alta el mundo laicista.

La culpa es de los cristianos 
Bastaron tres días para superar el choque que cortocircuitó lo políticamente correcto (no se puede hablar mal ni de los gays ni de los musulmanes, pero ¿qué decir cuando uno mata al otro?) y ya se encontró la vía de escape: la culpa es de la religión en general, y de los cristianos en particular. En los Estados Unidos quienes han apuntado explícitamente el índice contra los cristianos han sido los representantes de la American Civil Liberties Union [Unión Americana para las Libertades Civiles], que acusan a los cristianos contrarios al matrimonio gay de haber creado un clima de odio hacia los LGBT: “La derecha cristiana ha propuesto 200 leyes anti-LGBT en los últimos seis meses, ¿y vamos a emprenderla con los musulmanes? Por supuesto que no”, dijo el abogado Chase Strangio, quien acusó a los cristianos de provocar también esta islamofobia.


La lógica laicista del odio a la Iglesia: si un musulmán asesina a 49 gays, la culpa es de los cristianos que no consideran matrimonio la unión entre personas del mismo sexo.

Parecen haber vuelto los tiempos de Nerón: cualquier cosa que ocurra es culpa de los cristianos, a quienes, en consecuencia, se persigue. O, en el mejor de los casos, se los mete en el mismo caldero con todas las religiones, y con los monoteísmos en particular, culpables de ser fuentes de discriminación contra los homosexuales.

También Repubblica TV insiste sobre este punto y pide a la filósofa Michela Marzano que responda a la pregunta: “¿Por qué las religiones odian a los homosexuales?”. Esta filósofa, aparte de parlamentaria electa en las listas del PD [Partido Democrático, formación de izquierdas a la que pertenece el actual primer ministro, Matteo Renzi], nos explica que el problema no está en la fe en general sino en los integrismos religiosos, cuya cerrazón contra los gay se transforma fácilmente en odio.


Michela Marzano es una de las impulsoras de la ideología de género en Italia.

De hecho, el integrista –explica la Marzano- es “fanático y fundamentalista”, odia al diferente y quiere “imponer a los demás los dogmas de su fe”. Pero atención al argumento: el integrista ve en el homosexual “una perturbación del orden natural”. De aquí a la intolerancia, y luego a la violencia, el paso es corto, sigue diciéndonos la Marzano. Afortunadamente está el Papa Francisco, concluye con un hilo de esperanza la filósofa, que nos explica la verdadera fe y a quien -falseando sus palabras- convierte sin más en paladín de los derechos gay.

Una Iglesia a gusto de los laicistas
Mientras quienes propugnen estas tesis sean los referentes laicistas, aunque sea preocupante no es sin embargo sorprendente. Pero estas mismas tesis encuentran hoy un amplio eco entre los referentes católicos. No sólo el lejano obispo de la Florida; el mismo diario de los obispos italianos, Avvenire, repite de otra forma las mismas ideas que Marzano. En una surrealista entrevista (página 6 en la edición del 14 de junio) a Francesco Spano, director de la UNAR (sí, justo ese Ufficio Nazionale Anti-discriminazioni Razziali {Oficina Nacional Contra la Discriminación Racial} que tanto se esfuerza en imponer la ideología de género en las escuelas italianas), encontramos casi la misma lectura: la fe auténtica, que acepta todo y a todos, no supone un problema, son los extremistas de todas las religiones la base de la homofobia. No solo eso: son también responsables del aumento de la hostilidad contra judíos, musulmanes y cristianos, porque la contraposición que crean con quienes está fuera de la religión provocan su reacción.
 

Francesco Spano, promotor de la ideología de género en las escuelas italianas, convertido en juez de la pastoral de la Iglesia.

Pero también aquí por fortuna, está el Papa Francisco. Fijémonos en la pregunta del entrevistador, que pide un juicio sobre la Iglesia al director de la UNAR: “En cualquier caso, los monoteísmos deben siempre y en todas partes hacer un examen de conciencia por las no pocas actitudes de condena a las que me refería, sobre todo en el pasado, hacia las personas homosexuales, pero ¿no cree que ahora el giro que el Papa Francisco pide a la Iglesia católica marca una clara inversión de la tendencia?”. ¡Un islamista hace la matanza, pero es la Iglesia quien debe cambiar!

Es obvia la respuesta entusiasta del representante del laicismo: “Los gestos y las palabras del Papa Francisco están guiando a la Iglesia hacia horizontes capaces de restituir la esperanza a muchas personas”, esperanza –se sobreentiende- que Juan Pablo II y Benedicto XVI, por no citar más que a los últimos, negaban. Y aún más: “Creo que una reflexión auténtica sobre el respeto de la dignidad de los creyentes homosexuales en la Iglesia es muy importante, sobre todo para que no se sientan excluidas todas aquellas personas de fe que son homosexuales”. Asunto resuelto: ahora, para definir la pastoral, debemos preguntarle al director de la UNAR.

Cobardes y mentirosos
En todas estas posturas destacan dos aspectos de fondo: la cobardía y la mentira, una ligada a la otra. La cobardía es evidente: se teme al islam, así que ¡cuidado con no decir que es “una religión de paz”! Un musulmán dispara, un comendo islamista hace un atentado en nombre del ISIS o de Al Qaeda, pero ¡cuidado con decir que el islam tiene algo que ver!: si hay terrorismo, en un modo u otro es siempre culpa de Occidente, en todo caso son los católicos quienes tienen que hacer examen de conciencia. Ya están todos dispuestos a someterse: cuando el califato llegue a Europa ni siquiera tendrá necesidad de combatir.

Pero como los cobardes quieren pasar por fines intelectuales y hombres religiosamente correctos, también distribuyen a manos llenas la mentira. Todas las religiones son iguales, dicen al unísono: son buenas, pero por desgracia todas tienen sus extremistas.

Pues bien, no: el cristianismo y el islam no son lo mismo, ni siquiera en relación a los homosexuales. La afirmación del Catecismo, que, en continuidad con la tradición judía, declara la homosexualidad “contra natura”, no es la condena de los homosexuales que encontramos en los países islámicos. El cristianismo introdujo en la historia el valor único y absoluto de la vida humana, de la dignidad de todas las personas. Pero justo por eso puede reconocer y dar nombre a las diferencias y es capaz de ofrecer un juicio sobre el bien y el mal, sobre lo que es justo y lo que es perverso. Decir que un acto es “contra natura” no es fuente de violencia alguna, es solo el reconocimiento de la realidad.
 
Es más bien la afirmación de que todo es igual, de que todo es indiferente, la que genera violencia. Y a este respecto, quien tanto habla del Papa Francisco para justificar sus propios proyectos debería al menos recordar cuando en la catequesis del 15 de abril de 2015, al referirse a la ideología de género que pretende superar la distinción entre hombre y mujer proponiendo que se reconozca la misma dignidad a cualquier orientación sexual, dijo: “Yo me pregunto si la así llamada teoría del gender no sea también expresión de una frustración y de una resignación, orientada a cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma. Sí, corremos el riesgo de dar un paso hacia atrás. La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema, no la solución”.


El Papa Francisco rechaza reiteradamente la ideología de género en Amoris Laetitita. Pincha aquí para leer los pasajes al respecto en la reciente exhortación apostólica postsinodal.

En el islam la situación es muy distinta, no existe la misma dignidad para todas las personas: no solo las personas homosexuales, también hay una clara división entre los fieles y los infieles, el valor de la persona depende de la adhesión al islam. Bastaría echar una ojeada a la situación en los países islámicos para darse cuenta de la diferencia. O también repasar los atentados realizados en estos años: el ataque al local gay es solo el último de los objetivos alcanzados, donde no falta ninguno.

Por lo que respecta a la Iglesia católica, es una pura falsedad afirmar o dar a entender que antes del Papa Francisco la Iglesia condenaba a las personas homosexuales. La Iglesia –véase el Catecismo- condena firmemente los actos homosexuales, no las personas en cuanto tales. Al revés: esa condena va acompañada de una atención especial a las personas que tienen esta tendencia. No hay nada en el Catecismo de la Iglesia católica que autorice, ni siquiera implícitamente, el desprecio o el odio a las personas con tendencia homosexual.
 
Crear confusión sobre esto es solo una forma de que avance la agenda homosexualista en la Iglesia. Desvela el intento –ya declarado- de cambiar incluso el Catecismo para acomodar la situación de muchas personas homosexuales que han escalado hoy en la Iglesia posiciones de carrera muy altas. E, impidiendo que se reconozcan las verdaderas raíces de la violencia terrorista, también le hace el juego al califato.

Traducción de Carmelo López-Arias.
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