Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El hermano Francisco Reyes de los Misioneros de la Consolata

Lleva 24 años como médico misionero en las montañas de Etiopía: «No cambiaría nada de mi vida»

Francisco Reyes es médico y Hermano Misionero de la Consolata en Etiopía
Francisco Reyes es médico y Hermano Misionero de la Consolata en Etiopía

Diócesis de Málaga

Francisco Reyes nació en Málaga hace 49 años. A los 18 decidió hacer Hermano Misionero de la Consolata. Dentro de su camino de formación estudió medicina. Su primer destino a misiones fue Gambo (Etiopía) y allí continúa después de 24 años. «No cambiaría nada de mi vida», afirma. Ésta es parte de la entrevista publicada por el Boletín diocesano de Málaga en la reciente visita que hizo a España para pasar unos meses de merecido descanso.

-¿Por qué decidiste ser hermano Misionero de la Consolata con sólo 18 años...?
-Ser Misionero de la Consolata es una de las pocas decisiones que he tomado en mi vida. Desde entonces el Señor me va llevando, y yo estoy contento dejándome guiar. En el noviciado mis superiores me propusieron estudiar Medicina. Al terminar, fui enviado a Etiopía para sacar adelante un hospital, inaugurado hacía pocos años, que se encuentra a 2.200 metros de altura, en una zona de bosque y montañas difícilmente comunicado. En la actualidad tiene 270 empleados. [El hospital de Gambo cuenta con bastantes voluntarios españoles y una web muy detallada en español: www.gambohospital.org]

-¿Cuál es tu misión en Gambo?
-Fundamentalmente mantener, sostener y cuidar de este servicio sanitario cuyo principal objetivo es atender a personas afectadas de lepra y cubrir las necesidades sanitarias de una zona muy aislada, de agricultura de subsistencia. Nos corresponde una población de 500.000 personas, aunque nos llegan personas de un radio de 100 kilómetros.

»El principal reto es obtener recursos de toda clase: medicinas (difíciles de conseguir por el sistema de distribución que existe en Etiopía), personal cualificado y recursos financieros.

»En veinte años hemos logrado incluso premios por la atención al embarazo; también tenemos un buen cuidado de niños quemados, de pacientes con lepra, a cuyos afectados conseguimos dar rehabilitación...

»Además, hemos conseguido formar a unas cincuenta personas en enfermería, técnico de laboratorio y farmacia. Por otra parte en el mismo hospital realizamos cada año un Máster en Medicina Tropical y Salud Internacional, algo orientado a médicos europeos y que tan necesario se está haciendo.

-¿Hay rostros que te hayan marcado especialmente?
Siempre te conmueve la persona con lepra que consigue rehabilitarse y te da un abrazo, o el niño con meningitis que consigue salir adelante y acaba caminando y sonriendo. También es triste ver a personas jóvenes con cardiopatías graves, cuyo corazón sabes que va a fallar, y te falla en las manos. Pero al mismo tiempo, la cercanía e intimidad que puede dar el tratar la enfermedad de una persona es un canal para acercarse a la intimidad, es un lugar para explorar el amor y la misericordia de Dios.



Sara, una de las voluntarias sanitarias en Gambo; el hospital de los misioneros recibe pacientes que recorren 100 kilómetros o más

-¿Qué implica para ti ser misionero y médico a la vez?
-Es una jornada que nos tiene que recordar que todos somos misioneros. Pero no es cosa de un día, ni la misión es cosa solo de curas. Un cristiano no puede pensar solo hacia dentro de su ambiente, sin estar en comunión con todas las personas, sin transmitir el Evangelio. La Buena Noticia también es más necesitada donde hay peores noticias, por eso creo que es necesario que haya un tiempo para recordarlo y tratar de ayudar a gente que está en zonas de fronteras: de fe, de humanidad, por causa de la violencia, de la pobreza, de la injusticia...

El ámbito de la salud es una oportunidad genial para transmitir buenas noticias, no solo con palabras, sino ayudando a las personas a recuperar la ganas de vivir y ofrecerles las posibilidades para hacerlo.
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