Domingo, 29 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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La noche del 23 de julio, en Barcelona

por Jorge López Teulón

Se les conoce como los mártires del Coll, puesto que trabajaban en ese barrio de Barcelona. Se trata de cuatro religiosos Misioneros de los Sagrados Corazones, fundados por Joaquim Rosselló; de dos religiosas de las Franciscanas Hijas de la Misericordia y de una seglar.
 
1. Al anochecer del 23 de julio en Torre Alzira
Beato Simó Reynés Solivellas
Nació el 23 de enero de 1901 en Mancor de la Vall (Mallorca), recibió el bautismo el día siguiente, y la confirmación el 13 de junio de 1904. Fue el segundo de siete hermanos. El primero, Francesc, abrazó igualmente la vida religiosa con los Misioneros de los Sagrados Corazones y se mantuvo siempre muy cerca de su hermano Simón. Profesó públicamente los consejos evangélicos el 3 de octubre de 1918. Hizo sus estudios en varias residencias de la Congregación en Mallorca, a causa de su menguada salud, y el último curso en el seminario diocesano. El 21 de noviembre de 1926 recibió la ordenación sacerdotal.
El P. Simón tuvo dificultades de salud a lo largo de la vida. Pasó por numerosas residencias. Entre las tareas más relevantes que le fueron asignadas están la de auxiliar del Maestro de Novicios en Sant Honorat, y el cuidado de un grupo de niños y adolescentes en el santuario de Lluc. Otros trabajos que desempeñó fueron Maestro de capilla, confesor de la comunidad y cronista local.
Al cambiar el marco social y político de España y proclamarse la segunda República, se experimenta una fuerte hostilidad contra la Iglesia. El P. Francesc, solicita a los superiores que envíen a su hermano Simó a la residencia de Barcelona para tenerlo junto a sí. El 18 de septiembre de 1931 se ejecuta el destino, aunque por poco tiempo reside en el citado Santuario. En febrero de 1936 de nuevo se le asigna el mismo destino. Le costó aceptar este mandato al P. Simó, pues tenía el presentimiento trágico de que iba a morir. En Barcelona, en efecto, era donde más hostilidad bullía contra los eclesiásticos.
 
Beato Miquel Pons Ramis
El mismo día de su nacimiento, el 8 de julio de 1907, recibió el bautismo. El pueblo en que vio la luz se llamaba Llubí (Mallorca). En el templo parroquial recibió también el sacramento de la confirmación el 2 de mayo de 1917. Sus padres eran de origen muy humilde. La pareja fructificó en seis hijos. Emitió los primeros votos el 25 de septiembre de 1923. Hizo los estudios de humanidades y teología en varias residencias de los Misioneros de los Sagrados Corazones. El Obispo Perelló, antiguo Superior General de la Congregación, le impuso las manos el día de su ordenación sacerdotal: el 6 de septiembre de 1931. Buena parte de su corta vida la pasó en el santuario de Lluc ejerciendo como profesor de niños y adolescentes.
Sus alumnos hablaban de él como maestro comprensivo y benevolente, con el deseo de hacer amenas sus enseñanzas. Su bondad nunca degeneró en permisividad y no fue obstáculo para imponer el orden cuando era debido. Algunos testigos aluden expresamente a su recto sentido moral. Su último destino fue el santuario del Coll en Barcelona, donde colaboró en los trabajos de la casa y de la Iglesia. Sabemos que en septiembre de 1935 hizo ejercicios espirituales en Mallorca y fue a despedirse de su madre. Ambos presentían un desenlace fatal.
 
Beato Francesc Mayol Oliver
Nació en el término de San Joan (Mallorca), pero las raíces familiares estaban en el inmediato pueblo de Vilafranca de Bonany (Mallorca). Fue el 31 de mayo de 1871. Sus padres tuvieron cinco hijos, pero solo sobrevivieron tres. El mismo día fue bautizado en la parroquia de Vilafranca. Tras una misión popular predicada por los Misioneros de los Sagrados Corazones, el joven Mayol acudió a los sacerdotes para consagrarse a la vida religiosa. Anteriormente no había reparado en esta posibilidad. A los pocos días ya residía en el santuario de Lluc. El 19 de marzo de 1895 recibió la sotana y la faja del Instituto en el que se alistaba como Hermano Coadjutor. El 29 de junio del año siguiente emitió la profesión perpetua.
Se formó cabe el Fundador de la Congregación, P. Joaquim Rosselló, quien dejó una profunda huella en su personalidad. Finalizada su formación recorrió varias residencias. Ejerció de enfermo, de cocinero, de hortelano... Siempre solícito, piadoso y con su toque de rústica ingenuidad. Cuando se permitía algunos momentos de descanso en el trabajo físico, se sumergía en la lectura de biografías de santos. Los tres últimos años de vida los pasó en el santuario del Coll, donde le sorprendió la muerte. Allá sufrió algunos achaques, pero trataba de seguir el ritmo que requerían los quehaceres de la casa. Hasta llegaba a tener un cierto sentido de culpa a causa de sus dolencias. En ningún caso exigía privilegios o atenciones especiales. Los superiores convenían en que era un hombre de Dios y una garantía para la buena marcha de la casa donde residía.
Cuando sus compañeros de comunidad decidieron que había que abandonar la residencia, el Hno. Mayol se resistió. Pensaba que ningún daño iba a sucederle, dada su edad y su aspecto. Cuando posteriormente los milicianos incendiaron el templo, por tres veces apareció el Hno. Mayol con un ramo de hierbas para sofocar las llamas. Le amenazaron con matarle. Algunos vecinos le aconsejaron que se escondiera en la cercana tienda donde ya se encontraban sus compañeros de comunidad Simó y Miquel. Finalmente accedió.


El martirio
El 20 de julio de 1936, ante el acoso de que eran objeto los religiosos, fueron invitados a trasladarse a una tienda de comestibles muy cercana al templo. Allí permanecieron los tres, también parte del día 21. Dado que no cesaba su búsqueda, la Sra. Prudencia Canyelles les ofreció su residencia (la torre Alzina), situada a mayor distancia, como escondite. Allá se trasladaron el mismo martes, día 21, al declinar el día. El día 23, al anochecer, fueron los milicianos a la mencionada Torre Alzina y tirotearon a los religiosos a medida que salían de la sala. El P. Simón iba el primero de la fila.
 
2. Asesinados en la carretera camino al Tibidabo
 
Beato Pau Noguera Trias
Pau fue el primero de los siete hermanos que fructificaron del matrimonio Damià y Francesca. Nació el 24 de noviembre de 1916 en Sóller (Mallorca). Recibió el bautismo el día siguiente y el 18 de junio de 1917 fue confirmado. Un denso clima de fe cristiana se vivía en la familia y hasta los juegos infantiles de Pau se relacionaban con el culto. Ejerció por unos años de monaguillo. No se le daban bien los estudios a Pau. Decidió, pues, entrar en la Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones como hermano cooperador. El 21 de enero de 1931 empezó a convivir con los religiosos del convento de Sóller en calidad de interno. Ayudaba en las tareas domésticas y se ganó desde un inicio el aprecio de los congregantes. Solicitó iniciar el noviciado, a lo cual accedieron los responsables. Con tal motivo se trasladó al monte de Randa. Pau profesó el 23 de mayo de 1934.
Fue destinado a Barcelona, lo cual le preocupó por el clima anticlerical que se vivía en la ciudad. Sabía de los asaltos a conventos y del odio que se extendía como mancha de aceite. Se despidió de su madre, sumido en estos pensamientos. Emprendió la marcha hacia el Coll el 3 de mayo de 1934. El Hno. Pau Noguera fue un dechado de simplicidad, en el sentido de que fue siempre transparente y vivió plenamente la unidad de vida. Nada tenía que ocultar, ninguna ambición se filtraba en sus proyectos de futuro. De manera que no había porqué favorecer meandros o recovecos reacios a la luz.
El día 23 de julio de 1936 los milicianos apresaron al Hno. Pau y lo trasladaron de la residencia llamada “Torre blanca”, lugar en que se había establecido un comité de los milicianos. Allá se encontró con otras religiosas de la barriada del Coll. Pau tenía las manos atadas a la espalda y se mantuvo siempre silencioso, con los ojos bajos. Llamó la atención un tal comportamiento.
 
Beata Prudència Canyelles Ginestà
Nació el 5 de agosto del 1884 en Sant Celoni (Barcelona). Fue bautizada el 10 del mismo mes y del mismo año. Contrajo matrimonio en el Santuario de la Virgen de Montserrat el 27 de septiembre de 1927. De carácter un tanto explosivo, pero de natural muy caritativo y sensible ante las desgracias del prójimo. Perteneció a las Conferencias de S. Vicente de Paúl y también a la Cofradía de la visita domiciliaria. Con frecuencia visitaba a personas necesitadas y no tenía reparos en pedir fondos para ellas.
La Sra. Prudència entendió que el refugio de algunos misioneros en una tienda cercana al santuario no era seguro, por encontrarse demasiada cerca del templo. Les invitó a esconderse en su casa, la Torre Alzina. Al anochecer del día 21 ocurrió el cambio de refugio. A mediodía del 23 los milicianos registraron una torre contigua buscando a los religiosos. Luego lo hicieron en la Torre Alzina. En cuanto los encontraron los fusilaron, como ya se ha narrado.
Posteriormente regresaron a la casa de Prudència para detenerla. Explica la vinculación de la Beata con la comunidad de religiosos el hecho de que éstos visitaran a su marido a medida que era presa de la tuberculosis. Le llevaban la comunión y le administraron la unción de los enfermos.
 
Franciscanas Hijas de la Misericordia
La Congregación de las Franciscanas Hijas de la Misericordia fue fundada en septiembre de 1856, en Pina (Mallorca), por el sacerdote Gabriel Mariano Ribas y su hermana María Josefa. Desde sus orígenes fue una institución sencilla, pobre y humilde, que tenía la mirada puesta en las aldeas y pueblos pequeños de la isla de Mallorca, que se nutría mayormente de vocaciones provenientes del campo mallorquín y que luego volvían al campo, o tal vez a las ciudades, para servir a los pobres y ancianos, cuidar a los enfermos en sus casas o en dispensarios, educar a los pequeños o cuidar de ellos en guarderías, colaborar en las parroquias, etc. La Congregación estuvo siempre vinculada a la Tercera Orden Franciscana, a la que pertenecían sus fundadores.
 
En lo alto de la barriada de Vallcarca, de la ciudad de Barcelona, hay un santuario dedicado a «Nuestra Señora del Coll», y no muy lejos de allí, en el mismo camino del santuario, había un humilde convento de cuatro religiosas Franciscanas Hijas de la Misericordia, de origen mallorquín, entre las que se encontraban, cuando estalló la guerra civil española (18 de julio de 1936), sor Catalina Caldés y sor Miquela Rullán.
 
Beata Catalina del Carmen Caldés Socías

Catalina nació el 9 de julio de 1899, en Sa Pobla (Mallorca), en el seno de una familia de profundas raíces cristianas; era la segunda de los cuatro hijos que tuvieron los esposos Miquel Caldés y Catalina Socías. Fue bautizada el mismo día de su nacimiento en la parroquia de San Antonio y a los pocos meses recibió la confirmación. Estudió en el colegio de las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia, fundadas medio siglo antes en Pina (Mallorca), y siguió luego en contacto con ellas hasta que el 13 de octubre de 1921 vistió en Pina su característico hábito azul, profesando el 14 de octubre de 1922. Su primer destino fue Lloseta (Mallorca), donde enseñó las primeras letras a los párvulos y ayudó en las tareas domésticas. Tuvo otros destinos en Mallorca y uno en Ciutadella (Menorca), donde ejerció su labor a favor del seminario y desde donde fue trasladada a Barcelona, a la pequeña comunidad del Coll, donde, decidida y alegre, se entregó a servir a los enfermos y a cuidar con ternura maternal a los niños pequeños. Según los testigos, sor Catalina se hacía notar por su bondad, su sencillez y su ternura con los niños.
 
Beata Micaela del Sacramento Rullán Ribot

Miquela nació en la villa de Petra (Mallorca) el 24 de noviembre de 1903 y recibió el bautismo al día siguiente. Desde pequeña frecuentó el parvulario que las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia tenían en el pueblo y siempre tuvo muy clara su vocación de dedicarse a los más pequeños, una vocación a ejercer la misericordia, manifestando así el amor de Dios que nos ha sido revelado en Jesucristo. Tuvo que emigrar a Valencia con sus padres por unos años y luego regresó a Mallorca, a Palma, concretamente. De nuevo frecuentó a las franciscanas, colaboró en la catequesis, junto con sus amigas confeccionaba prendas y juguetes para donar a los más necesitados. No le importaron los comentarios que desató su decisión de entrar en la vida religiosa. Tampoco cambió de opinión cuando algunos le aconsejaban que entrara en otra congregación de mayor abolengo. Precisamente por su humildad y simplicidad escogía a las franciscanas, explicaba ella a quien le planteaba alternativas.
 
El 14 de abril de 1928 ingresó como postulante en las Franciscanas de Pina, y, después del año de prueba, el 16 de octubre de 1929 emitió la primera profesión. Al poco de hacer su profesión perpetua, el 16 de octubre de 1935, fue destinada a la comunidad del Coll, en una barriada periférica de Barcelona. Tanto al despedirse de Palma como al llegar a Barcelona, Miquela expresó el presentimiento de su muerte cercana.
 
La comunidad del Coll

En julio de 1936 Sor Catalina y Sor Micaela formaban parte de la comunidad de religiosas franciscanas situada en la calle Santuari, número 18, en el barrio del Coll, de Barcelona. La comunidad centraba sus tareas en la guardería infantil y en el cuidado de los enfermos con total desinterés. Subsistía gracias a los donativos.

La Beata Catalina que dejó muy buenos recuerdos por donde quiera que pasó e hizo siempre el bien en la penumbra; se encontraba sirviendo de enfermera a domicilio cuando en la calle se proferían amenazas y griteríos anticlericales. Aunque le aconsejaron que no se moviera y habrían podido esconderla, prefirió reunirse con sus Hermanas para compartir con ellas el sufrimiento de aquellos momentos inseguros y regresó al convento vestida de seglar.
 
Allí, el 20 de julio, dos días después del levantamiento contra la República, alrededor de las tres de la tarde, se presentó un grupo de milicianos anarquistas. Ante sus preguntas, ellas se identificaron abiertamente, no ocultando ni su condición religiosa ni su misión. Después de ciertas divagaciones, los milicianos se llevaron a sor Micaela y a sor Catalina a la sede del comité de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), donde las tuvieron encerradas durante tres días. Fueron torturadas y recibieron un trato cruel, vejatorio y denigrante.
 
Luego se las llevaron a una carretera de las afueras, en dirección al Tibidabo y en la famosa curva, llamada Rabassada fueron fusiladas junto con otras dos religiosas de la Compañía de Santa Teresa, Madre Mercedes Prat y Prat y la Hna. Joaquina Miguel (que se salvó milagrosamente del fusilamiento), además de con el Hno. Pau Noguera, Misionero de los Sagrados Corazones, y la señora Prudencia Canyelles, el día 23 de julio de 1936 por la tarde.
 
Fusilada nuevamente, horas más tarde

Sor Micaela murió en el acto, tenía 32 años. Pero sor Catalina, quedó malherida; por lo que, durante la noche, con grandes esfuerzos, pudo llamar a la puerta de una casa conocida, pidiéndoles un vaso de agua. Le dieron un vaso de leche y una silla para sentarse en el jardín ya que, por temor a represalias, no la dejaron entrar en la casa. Esta familia llamó a un pariente miliciano para que la acompañara al Hospital Clínico para curarla. De hecho la recogió, pero en el camino de la Vall de Hebrón los milicianos acabaron con su vida. Tenía 37 años de edad.
 
Beata María Mercedes Prat i Prat

Nació en Barcelona el 6 de marzo de 1880. A los dieciséis años quedó huérfana: su padre murió en 1895, y su madre un año después. En el Colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús hizo su primera Comunión el 30 de junio de 1890. Una de las enseñanzas de las Teresianas que asimiló bien pronto fue la oración, especialmente en la práctica del famoso “Cuarto de Hora de Oración” que tanto inculcó San Enrique de Ossó a las jóvenes de la Archicofradía, a la que ella pertenecía.
 
Mercedes dio pronto razón de su entusiasmo por la Compañía de Santa Teresa y su apostolado fundamental: “Para la Gloria de Dios y para Bien de la Religión, no hay nada mejor que los Institutos dedicados al apostolado de la enseñanza. Son sumamente necesarios”. El Noviciado le abrió sus puertas el día 27 de agosto de 1904.
 
Una de las Hermanas con las que convivió definió a Mercedes Prat como “Una teresiana según el Corazón de Dios". El día 1 de marzo de 1905 vistió el hábito de la Compañía, y el día 10 de marzo de 1907 hizo los votos temporales y empezó su nueva vida de profesa en el lugar donde la obediencia la destinó.
 
Madre Mercedes destacaba por su simpatía natural en el trato y firmeza de carácter, era ecuánime y equilibrada en las reacciones; tenía gran prudencia y verdad en su hablar y actuar. La Hna. Joaquina Miguel, su compañera en la detención y en el suplicio, asegura con sencillez encantadora que “era muy buena y muy santa”.

Repetía con frecuencia cuando hablaba de los peligros de la revolución que se desarrollaba en España: “suceda lo que suceda, el Corazón de Jesús triunfará”. La situación venía siendo crítica desde los últimos años de la República, se veía venir el desenlace. Silenciosamente pero sopesando los hechos, ella sabía que estaban en peligro, pero fue entonces cuando se le vio prolongar sus ratos de oración ante el Sagrario. De allí, sin duda, le vendría aquella confianza ilimitada y más adelante, aquella fortaleza ejemplar.
 
Corría el mes de julio de 1936 cuando tuvo oportunidad de dar testimonio de su obediencia y entrega. Al preguntarle unos milicianos quién era, respondió que una religiosa de enseñanza, y al preguntarles si sabían que por eso podían ser fusiladas, Mercedes y la Hermana que le acompañaba no lo ignoraban. “Nos van a matar”, dijo al salir del Colegio de la calle Ganduxer, “pero vamos allá, obedeceré porque el Señor lo quiere”. Fueron horas de angustia para las dos hermanas: interrogatorios, amenazas, simulacro de fusilamiento…Fue un día largo el 23 de julio.
 
Fue fusilada con los religiosos anteriormente citados, en las afueras de Barcelona la noche del 23 de julio de 1936. Al fin, la madrugada del 24, en la carretera de la Rabassada, el pelotón de fusilamiento encontró a Mercedes con la oración en los labios. Se oyeron unos disparos. Herida de muerte repitió entre gemidos: “Jesús, José y María” y sus últimas palabras fueron las del padrenuestro “Perdónanos como perdonamos…” Murió tras una larga agonía en la que expresó su perdón a los verdugos, en las primeras horas del 24 de julio.

Fue beatificada por Juan Pablo II el 29 de abril de 1990.

De la Novena de Los Mártires del Coll, escrita por Manuel Soler Palà, msscc:

http://www.msscc.es/W-2011/PAGINA-3/PAGINA-3-3-Novenaweb-cas.pdf
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