La indiferencia religiosa contemporánea
La indiferencia
La indiferencia religiosa es, por su propia naturaleza, un fenómeno especialmente difícil de circunscribir. En su forma más radical indica desinterés y desapego por Dios y por la dimensión religiosa de su existencia. La persona indiferente vive de espaldas a Dios y no le escucha ni le hace caso.
Debemos diferenciar entre indiferencia radical e indiferencia temporal. La radical se identifica prácticamente con la pérdida de la fe, mientras que la indiferencia temporal tiene la fe dormida y en algún momento puede despertar. Ahora bien, ya sea temporal o radical, la indiferencia religiosa básicamente es, como dijo el sacerdote jesuita Jacques Sommet en la revista Concilium, una característica de la sociedad contemporánea.
Para la Iglesia Católica, la indiferencia religiosa es una clara manifestación de que la fe está ausente en los bautizados, total o parcialmente. Sobre este problema ya alertó el Vaticano al manifestar ‘que existen otros que ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque al parecer no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso’ (GS 19.2).
Los motivos de la indiferencia
Actualmente la indiferencia religiosa representa sin duda uno de los aspectos más preocupantes de nuestra época, ya que se trata de un fenómeno en continua difusión y que afecta a todas las clases sociales. Entre los factores principales que han determinado esta realidad hay que destacar la gran revolución técnico-científica así como la ideología del consumismo desenfrenado, lo cual está afectando grandemente a la civilización de nuestro tiempo.
Se vive para consumir, se juzga bueno o válido lo que es eficaz aquí y ahora, no hay tiempo para preguntarse por los grandes problemas de la existencia humana y, por si pareciera poco, los aparatos electrónicos modernos, tales como computadoras, laptops, tabletas, teléfonos móviles inteligentes, etc., han conseguido desviar e incluso apartar el interés del ser humano de la verdad religiosa, haciendo que la vida dependa más de estos aparatos que de Dios.
Como podemos ver, el secularismo de la sociedad, es decir, la exaltación absoluta de la autonomía de lo profano, es un factor importante también, hasta el punto de hacer que Dios esté totalmente ausente del significado del mundo y de la vida misma. Otro factor no menos importante es un cierto resentimiento contra un modelo religioso que, en ocasiones, se considera oscurantista y lleno de preceptos, prohibiciones y mortificaciones. Sin preocuparse lo más mínimo por verificar si el modelo en cuestión corresponde efectivamente o no a los contenidos más auténticos de la fe, la indiferencia religiosa se convierte en la mejor manera de liberarse de este peso agobiante.
El indiferentismo religioso es sinónimo de falta de estima hacia la religión. El indiferente no toma partido por ninguna asunto religioso, por lo cual manifiesta insensibilidad hacia todas las cuestiones religiosas, expresando desinterés ante cualquier tipo de significación de la vida.
El indiferente religioso no es un ateo que rechaza a Dios, ni un agnóstico que tiene que comprobar la existencia de Dios para así poder creer en Él, ni tampoco es un secularista que reafirma su autonomía negando la dependencia de la soberanía divina. El indiferente se limita a no tener presente a Dios en su vida por diferentes razones y factores, aunque en ocasiones no tendrá inconveniente en participar en actos religiosos, aunque su motivación básica sea de tipo social o cultural, pero nunca por convicción.
Las consecuencias de la indiferencia religiosa
La gravedad de la indiferencia se manifiesta por las consecuencias que se deducen de las diferentes manifestaciones:
.- El desinterés por todo lo relacionado con Dios y por su presencia en la vida del ser humano.
.- La ausencia de cualquier tipo de obligación religiosa.
.- La sustitución de lo religioso por las ideas propias de profesión, de política y de vida familiar, o bien por la simple evasión, la diversión sistemática o el refugio en el alcohol, la droga, etc.
Un gran porcentaje de creyentes intelectuales contemplan la fe cristiana como un tanto infantil y, en ocasiones, hasta como antipática y ridícula. Prefieren, por lo tanto, relacionarse privadamente con Dios aceptando, rechazando y acomodando los dogmas según sus criterios personales. Lo que en épocas pasadas hubiera sido una herejía, hoy no pasa de ser para ellos sino la praxis de la libertad de pensamiento en un mundo pluralista.
Conclusión
La religión no es algo extraño puesto que ha estado con el ser humano desde el principio de los tiempos. Está claro que Dios no ha sido inventado por el hombre, sino que el hombre ha sentido la presencia de Dios en su vida.
La religión no constriñe, sino que da libertad. Los creyentes aceptamos a Dios como parte de nuestras vidas; no como algo extraño, sino como algo intrínseco a nosotros mismos. Dios es como el respirar: no respiramos conscientemente ni pensamos en ello, pero lo hacemos.
La religión es vida; vida completa puesto que procede de Dios. Y da alegría, felicidad y capacidad para vivir, y también la seguridad de ser amados por Dios. Sin embargo, la religión debemos vivirla con auténtica fe para así tener acceso a una vida completa. Y para ello no dejemos de acudir a la Iglesia y de practicar la verdadera religión.