Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Megan Hodder se bautizó en Pentecostés

Joven atea, lectora del «nuevo ateísmo», hasta que leyó a Benedicto XVI y Santo Tomás de Aquino

Megan Hodder, de azul, con amigos y padrinos en su bautizo
Megan Hodder, de azul, con amigos y padrinos en su bautizo

P. J. Ginés/ReL

Megan Hodder es inglesa, tiene 21 años y es una lectora voraz. Desde este Pentecostés, también es católica, recién bautizada.

Hace dos o tres años nadie podría haberlo previsto, porque Megan no recibió absolutamente ninguna educación cristiana y de hecho leía con asiduidad y disfrute a los autores de divulgación del "nuevo ateísmo" grosero: Dawkins, Harris, Hitchens...

Pero todo cambió cuando decidió que para poder burlarse de la Iglesia Católica, gran símbolo de la irracionalidad, debía leer directamente a Benedicto XVI. Y ahí fue donde empezó una conversión marcada por la lógica, la razón y el pensamiento.

Crecer después del 11-S
"Fui educada sin religión alguna, y tenía 8 años cuando sucedió el atentado de las Torres Gemelas del 11 de septiembre, en 2001. La religión era irrelevante en mi vida personal, y durante mis años formativos la religión sólo aportaba un trasfondo de noticias sobre violencia y extremismo", señala en su testimonio en The Catholic Herald.

Megan es representativa de una generación joven que ha crecido leyendo a autores como Dawkins, Harris y Hitchens, que con estilo divulgativo aseguran que la religión es la causa de casi todos los males del mundo, que el terrorismo islámico es la prueba y que el cristianismo es casi lo mismo.

Pero aún de adolescente, Megan entendió que tenía que leer más allá de los polemistas del nuevo ateísmo. Decidió documentarse sobre "los más egregios enemigos de la razón, como los católicos", para refutarlos en su ignorancia.

Una fe compatible con la razón
Y lo primero que hizo fue leer el famoso discurso de Ratisbona de Benedicto XVI, que defendía la razón frente a la fe ciega. La forma en que la BBC en lenguas asiáticas difundió este discurso en países islámicos causó grandes manifestaciones anticristianas, con violencia y víctimas mortales.

También leyó el libro más cortito que pudo encontrar de Benedicto XVI: "Sobre la conciencia".

"Esperaba y deseaba mostrar su irracionalidad y sus prejuicios, para vindicar mi ateísmo. Por el contrario, me presentó un Dios que era el Logos; no un dictador sobrenatural que aplasta la razón humana; sino el estándar de bondad y verdad objetiva, que se expresa a Si Mismo, hacia el que se orienta nuestra razón, en el que logar su plenitud; una entidad que no controla nuestra moral robóticamente, sino que es la fuente de nuestra percepción moral..."

El caso es que lo que Megan encontraba no era lo que los autores del "nuevo ateísmo" le habían dicho. "Era una percepción de la fe más humana, sutil y, sí, creíble, de lo que esperaba. No me condujo a una epifanía espiritual dramática, pero me animó a buscar más en el catolicismo, a re-examinar con un ojo más crítico algunos de los problemas que tenía con el ateísmo".

Los problemas de la moral sin Dios
Para empezar, la moralidad. Megan entendía que una moralidad sin Dios tiene dos tendencias problemáticas: o es tan subjetiva que es absurda, o intenta seguir una supuesta lógica estricta que lleva a resultados tan deshumanizadores que repugnan al instinto.

Las teorías éticas que mejor superan estos problemas, entendió, eran teístas, y después de leer a Benedicto XVI el teísmo no parecía tan absurdo.

Dawkins no entiende a Tomás de Aquino
Otro problema con el "nuevo ateísmo" es la metafísica. "Pronto vi que haber confiado en los nuevos ateos para tener argumentos contra la existencia de Dios fue un error, porque Dawkins, por ejemplo, hace un tratamiento 

Algunos libros de Santo Tomás, la teología del cuerpo de Juan Pablo II y Benedicto XVI que leyó Megan


desdeñoso de Santo Tomás de Aquino en El Espejismo de Dios, Dawkins sólo aborda un resumen de las Cinco Vías y sin entender lo que aportan. Me volqué en las ideas tomistas y aristotélicas, y vi que eran una explicación válida del mundo natural, una explicación que los filósofos ateos no habían sabido atacar de forma coherente", escribne Megan.

Megan buscó incoherencias e inconsistencias en la fe católica, pero tuvo que admitir que una vez se acepta su estructura y conceptos básicos, todo encaja "con terrorífica velocidad".

El gran obstáculo: la moral sexual
Por ejemplo, la exigente moral sexual católica tenía todo el sentido cuando la abordaba según los textos de la "teología del cuerpo" de Juan Pablo II. La idea básica la daba George Weigel en "Cartas a un joven católico", cuando dice: "las cosas importan". En el catolicismo el sexo importa, el cuerpo importa, la vida y la fertilidad importan, lo que se hace es importante, tiene consecuencias y expresa algo.

"La ética sexual católica no es una lista de prohibiciones, como dice la caricatura", escribiría Megan en su blog. "Es el reconocimiento de que hay una armonía entre Dios y la humanidad incrustada en el mundo material, que se manifiesta de forma asombrosa y aguda en la complementariedad entre el hombre y la mujer y su llamado a ser una sola carne". 

Megan, que creció en una Inglaterra de absoluta libertad sexual, señala "el hecho de que los fallos contraceptivos juegan un papel en casi dos tercios de los abortos en el Reino Unido, y las enfermedades de transmisión sexual tienen niveles altos, históricos", para indicar el fracaso del "sexo-sin-consecuencias".

También desde el feminismo, constata que la cultura pansexualista ha convertido a la mujer en un mero objeto, no un igual, y que desconoce la realidad de la fertilidad femenina y sus ritmos naturales.

La "teología del cuerpo" y la ética sexual católica ofrecen así "un modelo de relaciones humanas que es seguro, sostenible y comprometido, sobre bases sólidas, ordenado hacia la unidad y la vida. El ideal católico de las relaciones humanas es un reto exigente, pero es un reto hacia la excelencia, para ser fieles a nuestras recesidades reales y las de nuestros compañeros".

Es la voluntad, no sólo el intelecto
Megan se dio cuenta de que los libros le llevaban a la fe, pero que "la fe no es un ejercicio intelectual, un asentir a ciertar proposiciones, sino un acto radical de la voluntad, que engendra todo un cambio en la persona". Comtempló como eran los católicos que conocía, le gustó y dio el paso.

En el fin de semana de Pentecostés de 2013, Megan se bautizó y entró así en la Iglesia Católica.

Hoy señala que "por cada ateo considerado y documentado, hay otro sin ninguna experiencia personal en nad areligioso, ni interés en el debate, que simplemente se deja llevar por la corriente cultural. Espero ser un ejemplo, aunque sea pequeño, de la atracción del catolicismo en una era que a veces parece opuesta a él de forma intratable".

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