Entrevista con el sacerdote Pierre-Hervé Grosjean
«Francia solo saldrá victoriosa si permanece fiel a su identidad», dice el cura de Manif pour tous
El padre Pierre-Hervé Grosjean es probablemente el sacerdote más conocido por la opinión pública gala. Su salto a una notoriedad que nunca buscó se produjo hace tres años a raíz de las protestas contra la legalización del matrimonio homosexual, concentradas en la plataforma Manif pour tous.
Incansablemente, este sacerdote, secretario general de la Comisión de Ética y Política de la diócesis de Versalles, recorrió los platós televisivos para defender con talento la postura de la Iglesia, tarea que ha seguido cumpliendo en otros asuntos sin dejar de atender sus responsabilidades pastorales como párroco en el municipio de Saint-Cyr-l’École.
Entre tanta ocupación, encontró un rato libre el viernes 13 de noviembre para ir al cine en compañía de otros dos sacerdotes. Un primer mensaje de texto le alertó de los primeros tiroteos. «No lograba centrarme en la película. Me enganché a Twitter [cuenta con más de 27.000 seguidores], asustado por las informaciones que caían una tras otra».
De vuelta a casa, se quedó delante de la televisión hasta altas horas de la noche: «Sentí una inmensa pena, una gran emoción y también rabia. Entendí que, de ahora en adelante, estábamos en guerra». Pasadas estas primeras horas, sacó sus primeras conclusiones: «Lo importante es entender que estos bárbaros nos están haciendo la guerra, no solo porque les hemos bombardeado en Siria, también porque luchan contra todo lo que somos: nuestra historia, nuestra cultura, nuestros valores y nuestra fe».
- ¿Por qué cree que los terroristas han elegido París por segunda vez en menos de un año?
- En su reivindicación, el Estado Islámico afirma que apuntó a París porque «lleva en Europa el estandarte de la Cruz». La respuesta a estos atentados no puede ser únicamente militar. Solo ganaremos si volvemos a asumir los valores que combaten, nuestra cultura y nuestra fe. Francia saldrá victoriosa si permanece fiel a su vocación y a su identidad profunda. Como hija mayor de la Iglesia y patria de los derechos humanos, y también por su historia y su cultura, es una enemiga para los radicales.
- El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, ha hecho un llamamiento a la moderación en la reacción respecto de los atentados. ¿Teme la Iglesia francesa que aumente la desconfianza hacia los inmigrantes, musulmanes y refugiados?
- Siempre puede anidar en nuestro corazón la tentación del odio. Es normal. Sin embargo, no se puede responder al odio con el odio. La fuerza es una respuesta a la violencia. Es el papel del Ejército y de la Policía. Para nosotros, ciudadanos de a pie, y para nosotros cristianos en particular, la respuesta consiste en ser fieles a nuestra vocación, a lo que creemos, y en seguir transmitiendo esos valores y esa cultura que los terroristas quieren abatir.
- ¿Le preocupa, más que antes, la integración de los musulmanes?
- Si Francia asume su identidad cristiana, si profundiza en sus raíces, en esa identidad profunda que la robustece, podrá ser generosa y ofrecer a cada uno la posibilidad de vivir juntos. Para esto hace falta una cultura común, que sea transmitida a todos y compartida por los que quieran integrarse.
- ¿Cómo explica la fascinación de algunos jóvenes por el terrorismo?
- El gran drama es el desierto espiritual en el que han crecido estos jóvenes. No se responde con videojuegos a la sed de absoluto de un joven de 18 años. Nos tenemos que hacer la siguiente pregunta: ¿qué ideal han de transmitir la escuela, la familia y el país a nuestros jóvenes?
- ¿Cuál es su respuesta?
- Necesitan un absoluto, un ideal fuerte y valores que les estructuren. De lo contrario, otros vendrán a secuestrarles el corazón y les llevarán hacia un fanatismo destructivo.
- En junio pasado, el rector de la mezquita de París sugirió convertir las iglesias vacías en mezquitas. ¿Qué queda de esa propuesta cinco meses después?
- Quitando un obispo que no logró hacerse entender, la respuesta fue unánime: nunca una iglesia se convertirá en mezquita. Los franceses, católicos o no, no quieren. Pero tienen que entender que las iglesias no tienen que pasar a ser museos vacíos, un recuerdo de siglos pasados. Hay que volver a llenarlas. La fe de un pueblo ha de ser viva. Francia ha de recobrar la fe cristiana que le da un alma.
- ¿Piensan igual todos los católicos franceses en relación con el islam? ¿No teme que se produzca un desgarro entre los abiertos y los partidarios de la firmeza?
- Los católicos siempre respetarán a las personas. Compartimos con los musulmanes esa certeza según la cual el hombre no se ha hecho a sí solo, sino que tiene en él sed espiritual. Dicho esto, el respeto a las personas no es óbice para hacerse preguntas sobre la doctrina.
- ¿Qué preguntas?
- Los musulmanes han de hacer una profunda reflexión teológica sobre su doctrina: ¿cómo interpretar el Corán y sus capítulos más violentos? ¿Qué decir de la vida a veces nada ejemplar de su profeta? ¿Por qué el islam, allá donde es mayoritario, no admite una auténtica libertad religiosa? ¿Qué dice de la libertad de conciencia? ¿Qué hay que pensar de la sharía?
- ¿A eso se reduce su drama?
- Su drama es que no tienen ni Papa ni magisterio para unificar su doctrina y definirla con autoridad. De ahí que se corra el riesgo de que los más violentos tengan la última palabra.
Incansablemente, este sacerdote, secretario general de la Comisión de Ética y Política de la diócesis de Versalles, recorrió los platós televisivos para defender con talento la postura de la Iglesia, tarea que ha seguido cumpliendo en otros asuntos sin dejar de atender sus responsabilidades pastorales como párroco en el municipio de Saint-Cyr-l’École.
Entre tanta ocupación, encontró un rato libre el viernes 13 de noviembre para ir al cine en compañía de otros dos sacerdotes. Un primer mensaje de texto le alertó de los primeros tiroteos. «No lograba centrarme en la película. Me enganché a Twitter [cuenta con más de 27.000 seguidores], asustado por las informaciones que caían una tras otra».
De vuelta a casa, se quedó delante de la televisión hasta altas horas de la noche: «Sentí una inmensa pena, una gran emoción y también rabia. Entendí que, de ahora en adelante, estábamos en guerra». Pasadas estas primeras horas, sacó sus primeras conclusiones: «Lo importante es entender que estos bárbaros nos están haciendo la guerra, no solo porque les hemos bombardeado en Siria, también porque luchan contra todo lo que somos: nuestra historia, nuestra cultura, nuestros valores y nuestra fe».
- ¿Por qué cree que los terroristas han elegido París por segunda vez en menos de un año?
- En su reivindicación, el Estado Islámico afirma que apuntó a París porque «lleva en Europa el estandarte de la Cruz». La respuesta a estos atentados no puede ser únicamente militar. Solo ganaremos si volvemos a asumir los valores que combaten, nuestra cultura y nuestra fe. Francia saldrá victoriosa si permanece fiel a su vocación y a su identidad profunda. Como hija mayor de la Iglesia y patria de los derechos humanos, y también por su historia y su cultura, es una enemiga para los radicales.
- El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, ha hecho un llamamiento a la moderación en la reacción respecto de los atentados. ¿Teme la Iglesia francesa que aumente la desconfianza hacia los inmigrantes, musulmanes y refugiados?
- Siempre puede anidar en nuestro corazón la tentación del odio. Es normal. Sin embargo, no se puede responder al odio con el odio. La fuerza es una respuesta a la violencia. Es el papel del Ejército y de la Policía. Para nosotros, ciudadanos de a pie, y para nosotros cristianos en particular, la respuesta consiste en ser fieles a nuestra vocación, a lo que creemos, y en seguir transmitiendo esos valores y esa cultura que los terroristas quieren abatir.
- ¿Le preocupa, más que antes, la integración de los musulmanes?
- Si Francia asume su identidad cristiana, si profundiza en sus raíces, en esa identidad profunda que la robustece, podrá ser generosa y ofrecer a cada uno la posibilidad de vivir juntos. Para esto hace falta una cultura común, que sea transmitida a todos y compartida por los que quieran integrarse.
- ¿Cómo explica la fascinación de algunos jóvenes por el terrorismo?
- El gran drama es el desierto espiritual en el que han crecido estos jóvenes. No se responde con videojuegos a la sed de absoluto de un joven de 18 años. Nos tenemos que hacer la siguiente pregunta: ¿qué ideal han de transmitir la escuela, la familia y el país a nuestros jóvenes?
- ¿Cuál es su respuesta?
- Necesitan un absoluto, un ideal fuerte y valores que les estructuren. De lo contrario, otros vendrán a secuestrarles el corazón y les llevarán hacia un fanatismo destructivo.
- En junio pasado, el rector de la mezquita de París sugirió convertir las iglesias vacías en mezquitas. ¿Qué queda de esa propuesta cinco meses después?
- Quitando un obispo que no logró hacerse entender, la respuesta fue unánime: nunca una iglesia se convertirá en mezquita. Los franceses, católicos o no, no quieren. Pero tienen que entender que las iglesias no tienen que pasar a ser museos vacíos, un recuerdo de siglos pasados. Hay que volver a llenarlas. La fe de un pueblo ha de ser viva. Francia ha de recobrar la fe cristiana que le da un alma.
- ¿Piensan igual todos los católicos franceses en relación con el islam? ¿No teme que se produzca un desgarro entre los abiertos y los partidarios de la firmeza?
- Los católicos siempre respetarán a las personas. Compartimos con los musulmanes esa certeza según la cual el hombre no se ha hecho a sí solo, sino que tiene en él sed espiritual. Dicho esto, el respeto a las personas no es óbice para hacerse preguntas sobre la doctrina.
- ¿Qué preguntas?
- Los musulmanes han de hacer una profunda reflexión teológica sobre su doctrina: ¿cómo interpretar el Corán y sus capítulos más violentos? ¿Qué decir de la vida a veces nada ejemplar de su profeta? ¿Por qué el islam, allá donde es mayoritario, no admite una auténtica libertad religiosa? ¿Qué dice de la libertad de conciencia? ¿Qué hay que pensar de la sharía?
- ¿A eso se reduce su drama?
- Su drama es que no tienen ni Papa ni magisterio para unificar su doctrina y definirla con autoridad. De ahí que se corra el riesgo de que los más violentos tengan la última palabra.
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