Martes, 24 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Cheyenne Carron ha dirigido «El Apóstol»

Estrena una película sobre un musulmán converso a Cristo, pero no tiene miedo: está recién bautizada

Chayenne Carron se introdujo como autodidacta en el mundo del cine, y se está haciendo un hueco entre los directores con personalidad propia.
Chayenne Carron se introdujo como autodidacta en el mundo del cine, y se está haciendo un hueco entre los directores con personalidad propia.

Carmelo López-Arias / ReL

Este lunes, la directora de L’Apôtre [El Apóstol] (ver abajo el tráiler), Cheyenne-Marie Carron, confirmaba a Risposte Catholique que las buenas cifras de asistencia a la película en la primera semana de su estreno en París iban a llevar el film a una segunda sala.

Es el premio del público a la valentía de esta cineasta de 38 años que firma su quinto largometraje, además de algunos cortos, y que en este film aborda una cuestión nada cómoda: la conversión de musulmanes al catolicismo y la reacción de sus familias.

Valiente... pero delicada

El Apóstol cuenta la historia de Akim, un joven mahometano que estudia para ser imán, como su tío. Un día presencia el traslado del cuerpo de una mujer asesinada, vecina suya, y que resulta ser hermana de un sacerdote, quien a su vez es vecino de la familia del asesino. Donde Akim esperaría odio y deseos de venganza, se encuentra el comportamiento misericordioso del párroco, y eso le desconcierta y se convierte en su primer contacto real con el cristianismo. Poco a poco, visitando la iglesia, dejándose seducir por su ambiente, por sus imágenes, va sintiendo dentro, él mismo, el amor de Cristo. Hasta que decide convertirse al catolicismo. La película refleja el drama familiar que eso supone en el seno de un hogar bien avenido y observante del islam, donde quien menos entiende su decisión es su hermano.



Los personajes creíbles, humanos, alejados de tópicos y de maniqueísmos, han cautivado a los espectadores, y a pesar de sus modestos comienzos, El Apóstol comienza a ser un fenómeno cultural en Francia. Viene precedida de un gran éxito en el festival internacional de cine católico Mirabile Dictu 2014, donde recibió un galardón con el que la Fundación Capax Dei premia a las películas de alto valor evangelizador.

Buenas críticas

Y las críticas han sido en general positivas, destacando, como Noémi Luciani en Le Monde, que ofrece "un mensaje de esperanza y tolerancia como raras veces se ve": "Una película tan simple en la forma como auténtica y, finalmente, bella en lo que muestra del hombre". "Cheyenne Carron tiene el extraño talento de poder ser a la vez impulsiva y matizada, desatada y delicada", se admira Le Figaro. Y La Croix celebra que el tema de la conversión al catolicismo de un musulmán, "uno de los más arriesgados", lo haya planteado "con valentía, sin ceder a la caricatura, planteando con sensibilidad la delicada cuestión de la libertad religiosa".

Pero no fue fácil rodar la película. En una reciente entrevista a Au féminin, explicaba que, conociendo el tema, muchos ayuntamientos le negaron permiso para rodar: "Terminé por mentir a todo el mundo", confiesa. Y no encontró precisamente parabienes donde mejor podía esperarlos: "Pedí ayuda a las instituciones cristianas para que me apoyasen cuando salió la película y me ayudasen a distribuirla. El miedo se lo impidió". ¿El miedo a qué? Al ataque de los anticlericales. A ser acusados de islamofobia.

Recién bautizada: miedos, ningunos

Cuando le preguntan si ella tiene esos temores, su respuesta es transparente: "Soy catecúmena. Fui bautizada la Vigilia Pascual de 2014. ¡Me enfrentaré sin problemas a los anticlericales!".

"He hecho esta película para todos los que eligen seguir los pasos de Cristo y sufren persecuciones en cualquier lugar del mundo", explicaba a Le Figaro: "En todos los países de mayoría musulmana, en Oriente, en África, son condenados, a veces a muerte. Hay que decirlo porque es verdad".

Cheyenne tiene una historia de fe detrás, que corre paralela a esa carrera cinematográfica con la que soñó desde pequeña y en la que entró de forma autodidacta para dotar ahora a todas sus obras, producidas con escasos medios, de un toque personal reconocido por todos.

El bautismo: un deseo que tardó en llegar

Su vida arrancó con dureza. Fue maltratada de bebé y abandonada a los tres meses de edad. Creció feliz en su familia de acogida, pero cuando cumplió los seis años los asistentes sociales empezaron a explicarle que tal vez tendría que abandonarles. En su hogar convivían dos hijos biológicos y tres acogidos, pero Cheyenne no estaba aún adoptada legalmente, porque había aparecido su madre biológica.

En su familia de acogida iban todos juntos a misa (su madre de acogida es una ferviente católica, aunque "de izquierdas", y su padre, masón, precisa en Famille Chrétienne) y sus hermanos de acogida estaban bautizados. Pero al no estar adoptada, sus padres no podían bautizarla, y por tanto no participaba de los sacramentos. Así estuvo hasta los once o doce años, en que quiso salir del banco donde se tenía que quedar, a la hora de comulgar, cada vez que iba a misa. Pidió el bautismo, pero no pudiendo autorizarlo sus padres de acogida, pasaron los años sin que pudiese llegar ese momento.

Y cuando por fin llegó, en torno a su veinte años, y empezó a prepararse... no se sintió dispuesta a ello: "Creía no merecerlo, porque a esa edad tenía que empezar a ganarme la vida, y yo sabía que la vida está hecha de mentiras y traiciones... No me sentía capaz de recibir el bautismo y llevar una vida conforme a ese bautismo. Porque yo, cuando me lanzo a algo, me lanzo a fondo. Y yo tenía miedo de que el bautismo me apartase de mis objetivos [el cine]. Cuando uno empieza a estudiar los Evangelios, toca con los dedos lo esencial. Y lo esencial no habría podido ser el cine", acaba de contar Cheyenne en France Catholique del 3 de octubre.

La decisión final

Hace dos años, al terminar de rodar su película autobiográfica La fille publique, sintió la necesidad de recibir al fin el bautismo y cerrar ese proceso, y se puso en contacto con el padre Faure, su párroco, quien la había acompañado en su camino de fe desde niña y que ha fallecido justo en los días del estreno de El Apóstol. Junto con su madre adoptiva, el sacerdote es la persona a la que Cheyenne más agradece la fe que profesó por fin públicamente la última Pascua en su parroquia de Valence (Drôme).

Entonces añadió un segundo nombre a Cheyenne: Marie [María]. "Como catecúmena, soy exigente con los bautizados, y por tanto conmigo misma ante el bautismo. Quiero ser digna de él", explicó a Famille Chrétienne. Digna, y combativa como católica: "Defiendo una Iglesia visible. Defiendo la sotana, el crucifijo en las escuelas. Y puesto que hay tiendas halal o kosher... ¡no veo por qué no podría haber panaderías cristianas!".

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