Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La oración del torero Víctor Barrio: «Dios mío, por favor, dame fuerzas para jugarme la vida»

C.L. / ReL

Aunque no llegó a los puestos altos del escalafón, Víctor Barrio cuajó grandes faenas.
Aunque no llegó a los puestos altos del escalafón, Víctor Barrio cuajó grandes faenas.

El torero segoviano Víctor Barrio falleció este sábado en Teruel a consecuencia de un cornada en el pecho. Fue en la tercera corrida de la Feria del Ángel, en un cartel que compartía con Curro Díaz y Morenito de Aranda.

Toreando al natural al tercero de la tarde, un toro de Los Maños de  nombre Lorenzo y 529 kilos de peso, el animal le volteó y lanzó al suelo, donde le propinó una cornada mortal de necesidad ante la cual no pudieron hacer nada los servicios quirúrgicos de la plaza turolense. 

El parte médico fue el siguiente: "Cornada en tórax derecho. Entraba en parada cardíaca en la enfermería. Se le iniciaron las maniobras de reanimación con intubación, se le ha hecho una traqueotomía de urgencia. Hemos podido apreciar que era una cornada mortal con perforación del pulmón, de la aorta torácica y disección del plano posterior de la aorta hasta llegar al hemitórax izquierdo".

Víctor Barrio tenía 29 años y era natural de Grajera (Segovia). Había tomado la alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas el 8 de abril de 2012, con El Fundi como padrino y Juan del Álamo como testigo. Su primer toro le propinó una cornada de diez centímetros, a pesar de lo cual lo mató e hizo lo propio con el sexto, pasando sólo entonces a la enfermería para la operación.

Sólo los muy valientes y quienes están muy seguros de su arte y su técnica se atreven a debutar en la principal plaza del mundo. Barrio lo hizo llevando en el corbatín una insignia de la Virgen de la Peña, patrona de Sepúlveda, que le había regalado su abuela Faustina.

"Me despierto muchas noches sobresaltado porque se mezclan muchas imágenes en mi interior. Sueño que me han cambiado la corrida o con una mala tarde de viento y siempre se cruza la sombra negra de una cornada. Pero intento mantener la calma y pensar en que van a salir las cosas bien, voy a dominar la embestida del toro y voy a clavar la espada en su sitio", declaró en una ocasión, ante una nueva faena en Las Ventas, en entrevista al diario As.

Donde confesó que, como casi todos los matadores, pasaba siempre por la capilla de la plaza, pero no antes sino después: "No suelo rezar [antes de las corridas], lo que hago es dar las gracias cuando termina todo. Es que no sé ni qué pedir. Sí suelo entrar a la capilla y quedarme allí solo unos minutos abstraído. Y estampitas tampoco llevo porque, con lo despistado que soy, si un día me las olvidara en casa iba a pasar mucho miedo. La única oración que he hecho en las plazas importantes, como Madrid, es: 'Dios mío, por favor, dame fuerzas para jugarme la vida'".

Y lo hacía. Su muerte es la de un torero hondo y vertical, formado en las capeas más que en la escuela taurina y que deslumbró como novillero, y a quien su admirado Jaime Ostos consideraba "un nuevo Manolete". A la espera de una sucesión de éxitos que le situara en lo más alto, llegó este 9 de julio la "sombra negra" que tanto temía, y que por su forma brutal e instantánea evocó más la de otro grande, José Cubero Yiyo, que la del mítico califa Manuel Rodríguez Sánchez.

 

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