Era joven y alejado de la fe; lo que vio le hizo pro-vida
El obispo de Denver revela cómo asistió a un espeluznante aborto cuando estudiaba medicina
¿Cuántos obispos han estado en primera línea de un aborto?
¿Cuántos obispos pueden decir: "Yo sostenía una vasija mientras el doctor retiraba un bracito, una piernita, y luego el resto del cuerpo destrozado de un pequeño niño no nacido"?
Al menos uno: el arzobispo de Denver.
Era bien sabido que el arzobispo Samuel Aquila era un firme defensor de la vida y un activista incansable del derecho a nacer. Las catequesis que impartió en la JMJ de Madrid a cientos de jóvenes de lengua inglesa demostraban que conocía el tema de cerca. Cuando era obispo de Fargo hacía procesiones con el Santísimo ante clínicas abortistas. Pero casi nadie sabía lo cerca que ha visto el aborto.
Sucedió cuando era un joven estudiante de medicina, aún alejado de la fe, que se pagaba los estudios trabajando como sanitario en un servicio de urgencias médicas. Lo acaba de contar en una impactante Carta Pastoral a su diócesis (que ha publicado también en español, puede leerla aquí), con motivo de los 40 años de aborto despenalizado en EEUU.
Así empieza esta Carta Pastoral: hay pocas tan intensas y testimoniales entre los escritos modernos de obispos.
»Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
»Fui a la universidad en universidad en 1968 con la idea de convertirme en doctor como mi padre. A fines de los 60s y en los 70s, los campus universitarios eran lugares de mucha agitación.
»En los tres primeros años en la universidad, yo no practiqué mucho mi fe, y ciertamente, nunca imaginé que el Señor me llamaría a ser obispo.
»Pasé mis primeros tres años de universidad trabajando como auxiliar y asistente en la sala de emergencia en el Centro de salud de la universidad y en un hospital en California, durante las vacaciones de verano.
»Cuando comencé a trabajar, no tenía mucha idea del sufrimiento humano o de la dignidad humana. Pero durante mi trabajo en hospitales, algo cambió.
»En ese momento, algunos estados habían aprobado leyes a favor del aborto, que yo no ni siquiera sabía que existían. Debido a estas leyes, cuando estuve en la universidad fui testigo del resultado de dos abortos.
»El primero fue en una unidad quirúrgica. Entré en una de las salas y en el lavabo, totalmente abandonado estaba el cuerpo de un pequeño niño no nacido, que había sido abortado.
»Recuerdo que me quedé impactado. Recuerdo haber pensado que yo debía bautizar a ese niño.
»El segundo aborto fue más traumático. Una mujer joven entró a la sala de emergencia dando de alaridos. Dijo que ya había tenido [practicado] un aborto y que el doctor [el abortista, el que le hizo el aborto] la envió a su casa diciendo que ella evacuaría los restos de forma natural. Pero mientras el doctor, su novio, la enfermera y yo la pusimos en la camilla, ella estaba sangrando.
»Yo sostuve una vasija mientras el doctor retiraba un pequeño brazo, una pequeña pierna y luego el resto del cuerpo destrozado de un pequeño niño no nacido.
»Eso me impactó. Me sentí muy triste por la madre y el hijo, por el doctor y la enfermera. Ninguno de nosotros hubiera participado en algo así, si no hubiera sido una emergencia. Yo fui testigo de cómo un pequeño ser humano había sido destruido por la violencia.
»El recuerdo de esto me persigue. Nunca olvidaré que fui testigo de hechos de inexplicable brutalidad. En los abortos de los que fui testigo, personas poderosas tomaron decisiones que terminaron con la vida de niños pequeños e indefensos. Mediante mentiras y manipulación, los niños fueron vistos como objetos. Mujeres y familias fueron convencidas de que acabar con una vida sería indoloro y fácil de olvidar. Algunos expertos construyeron argumentos aparentemente convincentes, diciendo que los niños no nacidos no eran personas en ningún sentido, que no sentían dolor, y que estaban mejor muertos.
»Yo fui testigo de la muerte de dos pequeñas personas que nunca tuvieron la oportunidad de respirar. Eso no lo podré olvidar jamás. Y desde entonces nunca he sido el mismo.
»Mi fe era débil en aquel momento. Pero supe por la razón, y por lo que vi, que una vida humana había sido destruida. Mi consciencia despertó a la verdad de la dignidad del ser humano desde el momento de la concepción. Me convertí en provida y eventualmente regresé a mi fe.
»Aprendí qué era la dignidad humana cuando la vi despiadadamente despreciada. Yo sé, sin duda alguna, que el aborto es un acto violento de asesinato y explotación.
El obispo Aquila, a continuación expone algunas consecuencias de varias décadas de aborto legalizado:
»Tolerar el aborto durante 40 años nos ha encallecido. Hemos aprendido a ver a las personas como problemas y objetos. En estas 4 décadas desde Roe vs. Wade, nuestra nación ha encontrado nuevas formas de debilitar a la familia, marginar a los pobres, a los que no tienen casa, a los mentalmente enfermos; hemos encontrado nuevas formas de explotar y abusar.
El obispo lamenta también que en aquellos días él no sabía como oponerse al aborto y pide a todos los cristianos que se preparen:
»Cuando yo trabajaba en hospitales en la universidad, no sabía o entendía lo que la Iglesia enseñaba respecto de la vida humana. Aprendí por experiencia que una vida humana es destruida en cada aborto. Pero no estaba preparado para defender la vida, no estaba preparado ni siquiera para ver la verdadera dignidad humana, mucho menos para proclamarla. Yo ruego para que ninguno de ustedes queridos hermanos y hermanas, se encuentren alguna vez en la posición en la que yo estuve muchos años atrás. Rezo para que ustedes estén preparados para defender la verdad sobre la vida humana.
¿Cuántos obispos pueden decir: "Yo sostenía una vasija mientras el doctor retiraba un bracito, una piernita, y luego el resto del cuerpo destrozado de un pequeño niño no nacido"?
Al menos uno: el arzobispo de Denver.
Era bien sabido que el arzobispo Samuel Aquila era un firme defensor de la vida y un activista incansable del derecho a nacer. Las catequesis que impartió en la JMJ de Madrid a cientos de jóvenes de lengua inglesa demostraban que conocía el tema de cerca. Cuando era obispo de Fargo hacía procesiones con el Santísimo ante clínicas abortistas. Pero casi nadie sabía lo cerca que ha visto el aborto.
Sucedió cuando era un joven estudiante de medicina, aún alejado de la fe, que se pagaba los estudios trabajando como sanitario en un servicio de urgencias médicas. Lo acaba de contar en una impactante Carta Pastoral a su diócesis (que ha publicado también en español, puede leerla aquí), con motivo de los 40 años de aborto despenalizado en EEUU.
Así empieza esta Carta Pastoral: hay pocas tan intensas y testimoniales entre los escritos modernos de obispos.
»Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
»Fui a la universidad en universidad en 1968 con la idea de convertirme en doctor como mi padre. A fines de los 60s y en los 70s, los campus universitarios eran lugares de mucha agitación.
»En los tres primeros años en la universidad, yo no practiqué mucho mi fe, y ciertamente, nunca imaginé que el Señor me llamaría a ser obispo.
»Pasé mis primeros tres años de universidad trabajando como auxiliar y asistente en la sala de emergencia en el Centro de salud de la universidad y en un hospital en California, durante las vacaciones de verano.
»Cuando comencé a trabajar, no tenía mucha idea del sufrimiento humano o de la dignidad humana. Pero durante mi trabajo en hospitales, algo cambió.
»En ese momento, algunos estados habían aprobado leyes a favor del aborto, que yo no ni siquiera sabía que existían. Debido a estas leyes, cuando estuve en la universidad fui testigo del resultado de dos abortos.
»El primero fue en una unidad quirúrgica. Entré en una de las salas y en el lavabo, totalmente abandonado estaba el cuerpo de un pequeño niño no nacido, que había sido abortado.
»Recuerdo que me quedé impactado. Recuerdo haber pensado que yo debía bautizar a ese niño.
»El segundo aborto fue más traumático. Una mujer joven entró a la sala de emergencia dando de alaridos. Dijo que ya había tenido [practicado] un aborto y que el doctor [el abortista, el que le hizo el aborto] la envió a su casa diciendo que ella evacuaría los restos de forma natural. Pero mientras el doctor, su novio, la enfermera y yo la pusimos en la camilla, ella estaba sangrando.
»Yo sostuve una vasija mientras el doctor retiraba un pequeño brazo, una pequeña pierna y luego el resto del cuerpo destrozado de un pequeño niño no nacido.
»Eso me impactó. Me sentí muy triste por la madre y el hijo, por el doctor y la enfermera. Ninguno de nosotros hubiera participado en algo así, si no hubiera sido una emergencia. Yo fui testigo de cómo un pequeño ser humano había sido destruido por la violencia.
»El recuerdo de esto me persigue. Nunca olvidaré que fui testigo de hechos de inexplicable brutalidad. En los abortos de los que fui testigo, personas poderosas tomaron decisiones que terminaron con la vida de niños pequeños e indefensos. Mediante mentiras y manipulación, los niños fueron vistos como objetos. Mujeres y familias fueron convencidas de que acabar con una vida sería indoloro y fácil de olvidar. Algunos expertos construyeron argumentos aparentemente convincentes, diciendo que los niños no nacidos no eran personas en ningún sentido, que no sentían dolor, y que estaban mejor muertos.
»Yo fui testigo de la muerte de dos pequeñas personas que nunca tuvieron la oportunidad de respirar. Eso no lo podré olvidar jamás. Y desde entonces nunca he sido el mismo.
»Mi fe era débil en aquel momento. Pero supe por la razón, y por lo que vi, que una vida humana había sido destruida. Mi consciencia despertó a la verdad de la dignidad del ser humano desde el momento de la concepción. Me convertí en provida y eventualmente regresé a mi fe.
»Aprendí qué era la dignidad humana cuando la vi despiadadamente despreciada. Yo sé, sin duda alguna, que el aborto es un acto violento de asesinato y explotación.
El obispo Aquila, a continuación expone algunas consecuencias de varias décadas de aborto legalizado:
»Tolerar el aborto durante 40 años nos ha encallecido. Hemos aprendido a ver a las personas como problemas y objetos. En estas 4 décadas desde Roe vs. Wade, nuestra nación ha encontrado nuevas formas de debilitar a la familia, marginar a los pobres, a los que no tienen casa, a los mentalmente enfermos; hemos encontrado nuevas formas de explotar y abusar.
El obispo lamenta también que en aquellos días él no sabía como oponerse al aborto y pide a todos los cristianos que se preparen:
»Cuando yo trabajaba en hospitales en la universidad, no sabía o entendía lo que la Iglesia enseñaba respecto de la vida humana. Aprendí por experiencia que una vida humana es destruida en cada aborto. Pero no estaba preparado para defender la vida, no estaba preparado ni siquiera para ver la verdadera dignidad humana, mucho menos para proclamarla. Yo ruego para que ninguno de ustedes queridos hermanos y hermanas, se encuentren alguna vez en la posición en la que yo estuve muchos años atrás. Rezo para que ustedes estén preparados para defender la verdad sobre la vida humana.
Puede leerse esta completa Carta Pastoral pro-vida en español en la web diocesana de Denver:
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