Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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El cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Cromacio

El cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Cromacio de Aquilea

por La divina proporción

 

¡Qué gran misterio encierra el bautismo de nuestro Señor y Salvador! El Padre se deja oír desde lo alto del cielo, el Hijo es visto en la tierra, el Espíritu Santo se muestra bajo la forma de una paloma. Porque no hay verdadero bautismo ni verdadera remisión de los pecados allí donde no hay la verdadera Trinidad... El bautismo que da la Iglesia es único y verdadero, sólo se da una vez y, siendo sumergidos una sola vez, somos purificados y renovados. Purificados porque se deja la suciedad del pecado; renovados, porque se resucita para una vida nueva después de haberse despojado de la vetustez del pecado.

 

En el bautismo del Señor, pues, los cielos se abren a fin de que, por el baño del nuevo nacimiento, descubramos que el Reino de los cielos se abre a los creyentes, tal como lo dice la palabra del Señor: “El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3,5). Entra en él, pues, el que renace y no descuida perseverar en su bautismo.

 

Puesto que nuestro Señor vino a darnos el nuevo bautismo para la salvación del género humano y la remisión de todos los pecados, ha querido él mismo ser bautizado primero, no para ser despojado del pecado pues no lo había cometido, sino para santificar las aguas del bautismo y así destruir los pecados de todos los creyentes renacidos por las aguas del bautismo. (Cromacio de Aquilea [? †407]. Sermones sobre la Epifanía, 34)

 

¿Encierra verdaderamente un misterio el Bautismo de Cristo? Desde el punto de vista de una persona del siglo XXI, parece que echar agua por la cabeza o sumergir a una persona, es un hecho costumbrista sin más trascendencia en la vida cotidiana. Incluso el mismo Bautismo de Cristo, parece una fábula antigua que no sirve para nada hoy en día. Puede pensar que es una costumbre que tiende a desaparecer, según pasan los años. En cierto sentido tendría razón. ¿Qué sentido tiene hacer un signo que nadie comprende hoy en día?

 

El bautismo es un signo que se realiza para comunicar algo, pero si olvidamos su significado ¿Para qué nos sirve el signo? Pensemos qué significa el Bautismo de Cristo y qué relación tiene con nuestro bautismo.

 

En el Bautismo de Cristo se produce la Teofanía más completa que se ha dado nunca. Padre, Hijo y Espíritu Santo aparecen ante las personas que estaban observando. Padre, como una voz que señala a Su Hijo. El Espíritu Santo, como una paloma que se posa en el Hijo. El Hijo que se abaja y acepta la Voluntad del Padre, es bautizado por una persona especial: Juan el Bautista.

 

Al día siguiente Juan el Bautista dijo: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ´Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo” (Jn 1, 29-30)

 

Juan no conocía a Cristo, pero el Padre tuvo que hablar a Juan, indicándole cómo reconocer al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan conocía el significado del signo que iba a acontecer delante de el. ¿Conocemos nosotros el significado de nuestro bautismo? Cromacio nos lo indica: “Señor vino a darnos el nuevo bautismo para la salvación del género humano y la remisión de todos los pecados” EL problema que tenemos es que desconocemos qué es la salvación y también estamos perdiendo el entendimiento del pecado. Sin pecado y sin salvación, el bautismo es sólo una costumbre heredada.


Pero el signo tiene un significado muy evidente: el agua da vida y limpia. Quien bebe agua, vive. Ser bautizado significa recibir la vida, limpiándonos de aquello que nos tenía esclavizados. El que se bautiza, nace de nuevo. Ya se lo dijo Cristo a Nicodemo “En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” a lo que añadió “Lo nacido de la carne, carne es. Y lo nacido del Espíritu, espíritu es”. Lo que nace de lo cotidiano y contingente, es también cotidiano y contingente. Lo que nace de lo excepcional y trascendente, también. ¿De dónde parte nuestra Fe, Amor y Esperanza? ¿De lo cotidiano? ¿De lo que me es útil para mis egoísmos? Entonces no iremos mucho más lejos de lo que ven nuestros ojos y sopesan nuestras manos.

 

 

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