Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Del último grito en terrorismo yihadista: el niño-bomba

por En cuerpo y alma

 

 
            Los que de Vds. leyeron el Termómetro que publicábamos el pasado sábado (pinche aquí si desea hacerlo ahora), repararían en la horripilante noticia que encontrábamos en Fox News: una niña de 13 años detenida por la policía nigeriana contaba que sus propios padres la habían entregado a la milicia islamista Boko Haram, la cual había engañado a la pobrecita con la promesa de que alcanzaría la gloria eterna si inmolaba su vida en un atentado suicida.
 
            Finalmente, la niña sería una de las siete personas heridas en un atentado en el mercado de Kano que se cobró la vida de cuatro personas, entre las cuales otras dos niñas-bomba con las que ella debería haber hecho explosión, y fue en el hospital en el que la atendieron que se percataron de que también ella iba forrada de explosivos, con tan buena suerte para sí misma y para muchas otras personas, que las que ella portaba no estallaron.
 
            La niña relató que ella se había negado a la inmolación, pero que los terroristas la amenazaron con enterrarla viva si no la llevaba a la práctica.
 
            Pues bien, ahora leo en New York Times que a miles de kilómetros de distancia, en el siniestro escenario sirio-iraquí cuyo protagonista es el llamado Estado Islámico, el mismo tipo de “munición” es utilizado en los atentados del demoníaco grupo terrorista. Sale a la luz el caso de Usaid Barho, niño de catorce años que, capturada su ciudad en las cercanías de Alepo, fue llevado a una mezquita donde tras una sesión de lavado el cerebro impartida por los yihadistas, se unió a las milicias y fue trasladado a Irak. Pero a Usaid, que quería ser médico, lo que vio (severísimos castigos a personas que fumaban, hombres que mantenían sexo con otros hombres, horripilantes asesinatos) no le gustó nada, y pronto se arrepintió de haberse unido al grupo y empezó a pergeñar un plan para escapar.
 
            Y así, cuando los terroristas le dieron la opción de convertirse o en combatiente o en niño-bomba, optó por esto último: “Si hubiese sido elegido ser combatiente y me hubiese rendido ante las fuerzas de seguridad me habrían matado”.
 
            La oportunidad se presentó cuando los yihadistas marcaron como objetivo una mezquita chiíta en el barrio de Bayaa en Bagdad, para cuyo explosionamiento eligieron a Usain. Sólo que al llegar a la mezquita, y para suerte de los que en ese momento la poblaban, Usain, en lugar de inmolarse, se entregó a los guardianes del recinto. “Llevo un chaleco suicida, pero no quiero saltar por los aires”.
 
            “Nos dicen que los chiitas son infieles, y que hay que matarlos. También nos dicen que si no luchamos, los chiitas violarán a nuestras madres”, alega Usain para justificar haber aceptado un día unirse a los criminales.
 
            Los niños son una de las vías de reclutamiento que el grupo terrorista ISIS más explota para engrosar sus filas. Naciones Unidas ha realizado un catálogo de horrores infligidos a los niños por la banda terrorista: los ha utilizado en los videos que realiza de degollamientos y otras formas de asesinato, les ha hecho participar en lapidaciones, los ha grabado jugando con los cuerpos de los asesinados...
 
            Nos hallamos ante una nueva prueba de que efectivamente, son los musulmanes las principales víctimas del terrorismo islamista. Usaid es musulmán; las personas a las que tenía el encargo de llevarse con él al otro mundo no lo eran menos. No podemos, no debemos, incurrir en la tentación de detestar a los musulmanes porque haya musulmanes terroristas, de la misma manera que cuando un grupo terrorista independentista vasco aterraba a los españoles, los españoles comprendimos que no todos los vascos eran, ni muchísimo menos, terroristas, y antes al contrario, muchos de ellos se contaban entre las primeras víctimas del terrorismo etarra.
 
            Pero no menos cierto es que, como el propio Papa ha reclamado tantas veces, las voces más representativas del mundo islámico están, como lo estuvieron en su día los dirigentes vascos -aunque fueron muchos los que por desgracia no lo hicieron con la rotundidad que la ocasión demandaba-, obligadas a alzar la voz con valor y contundencia, para dejar claro tanto a los terroristas que utilizan el islam como excusa para sembrar el mal, como a los que no somos musulmanes, que ser musulmán no tiene porqué significar ser terrorista. Y por hoy poco más, queridos amigos: que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana seguimos.

 
 
            ©L.A.
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