De la virginidad en el Nuevo Testamento (3): hoy San Juan
por En cuerpo y alma
Después de conocer la doctrina que imparte Pablo sobre el tema de la virginidad (pinche aquí para conocerla), y antes lo que sobre el tema recogen los Evangelios (pinche aquí para refrescarlo), toca entrar en el tema que del tema hace otro de los tres grandes autores neotestamentarios, junto a Lucas y el propio Pablo: ni más ni menos que San Juan, un apóstol al que la tradición cristiana también atribuye, precisamente, el desempeño de la virginidad, de lo que es buena prueba esta alusión de Jacobo de la Vorágine en su “Leyenda Dorada”:
“Juan, apóstol y evangelista, amigo del Señor y virgen por expreso deseo de Dios [...]” (LeyDor. 9).
Conducente a parecida conclusión es la alusión que se recoge en el temprano apócrifo –tal vez del s. III- “Hechos de Juan”, en el que vemos a Juan rezar así a Jesús:
“Tú que hasta la hora presente me has guardado para ti limpio y puro de todo contacto con mujer” (HchJn. 113).
Juan trata el tema en su libro del Apocalipsis, en el que recoge esta alusión no menos significativa y clara:
“Seguí mirando, y había un Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Y oí un ruido que venía del cielo, como el ruido de grandes aguas o el fragor de un gran trueno; y el ruido que oía era como de citaristas que tocaran sus cítaras. Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra. Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes” (Ap. 14, 1-4).
Y que, curiosamente, también contempla el tema, como Pablo tantas veces, desde una perspectiva masculocéntrica -“los que no se mancharon con mujeres”- que si por un lado permite preguntarse si la virginidad que Juan propone es también para mujeres o no, por otro es tan ajena y tan lejana a la cosmovisión judaica veterotestamentaria, en la que la única virginidad de la que se habla es la femenina, nunca la masculina.
Y bien amigos, cerramos con esta entrada el triduo que hemos dedicado al tratamiento que al tema de la virginidad da el Nuevo Testamento, ocasión pintiparada para desearles una vez más y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana seguimos con otros temas no menos interesantes.
©L.A.
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